El cabecilla pasaba horas mirándose al espejo y hablando con su propia imagen
El futuro de Javier Rosado y Félix M., cabecillas del crimen, va a depender de los informes de los psiquiatras. Los forenses del juzgado entienden que Javier sufre un trastorno de la personalidad, es peligroso para la sociedad y debe ingresar en un psiquiátrico, y que Félix precisa psicoterapia, aunque no es un enajenado.No todos los peritos se ponen de acuerdo a la hora de definir la compleja conducta de Javier, mentor del juego que costó la vida de Carlos Moreno. El perito nombrado por el juez ve en Javier a un chico "con un trastorno de la personalidad múltiple", que "domina" su "yo inmaduro" y que le hace "conducirse de acuerdo con ellas".
Los personajes que asume, "en ocasiones, luchan entre ellos dentro de su cabeza", hasta sumergirle en el delirio y en un estado de psicosis. Personajes y conductas que él inventa y asume, y con las que sufre o ríe. Al ingresar en prisión, Javier expresó miedo a que sus personajes iniciasen "una nueva guerra". En esa batalla interior temía que su "subpersonalidad número 20 pudiese ganar, recuperase el poder y decidiese volver a matar a otra persona". Carlos Moreno fue víctima de una de esas batallas imaginarias. "Javier padece", sostiene este perito, "un claro fenómeno de despersonalización": con frecuencia "se pasaba horas delante de un espejo hablando" con su propia imagen. No obstante, no es un loco incapaz de discernir el bien del mal. Al contrario, distinguía la realidad de la fantasía. Su conducta en la universidad (estudiaba 3º de Químicas) era la de un chico normal de 20 años.
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