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MATANZA EN RUANDA

"Me gusta vivir intensamente"

Cuando marché de Kigali lo hice a la francesa, por miedo a que la emoción me traicionara. En la mesa de Luis Valtueña dejé esta nota: "No sé decir adiós; sólo, hasta luego. Un abrazo". Ahora afloro aquel abrazo que no fue. Valtueña era muy realista y pragmático, pero tenía la, mirada de los románticos y los aventureros. Especialista en telecomuniciones, fotógrafo profesional, radioaficionado con el indicativo EA4-EAG, su gran pasión era el voluntariado. Con 30 años (iba a cumplir 31 el 7 de febrero), su currículo como coope rante es muy denso: conocía la Europa del Este, los Balcanes, Oriente Próximo, Asia Central, Pakistán, India, Nepal, Tailandia, Indonesia, EE UU, México... y otros muchos países.En 1996 permaneció cuatro meses en Líbano como logista de Médicos del Mundo. Aquella experiencia le dejó marcado. Desde entonces, se convirtió en un convencido de la causa palestina y en un estudioso del mundo árabe. A Ruanda sólo llevaba un libro, un pequeño manual sobre el islam. Yo le dejé los diarios de Livingstone. Le dije que subrayara lo que quisiera. Y subrayó esta frase: "Ruanda es un paraíso, pero todo paraíso es sinónimo de expulsión",

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15 días con Manolo, Luis y Flors

Las fotos publicadas en el reportaje Tuto en el País de las Mil Colinas (EL PAÍS, 15 de diciembre de 1996) fueron su último trabajo profesional. Antes de enviar el texto, Valtueña echó una ojeada. De repente, empezó a reír. Le había hecho gracia que yo le definiera como "un inquieto sosegado". "¿Tú crees que soy así?", me dijo. Y contesté: "Eso parece al menos".

Efectivamente, él era así. Siempre andaba deprisa por fuera y sereno por dentro.

En Bruselas, una tarde gélida y desapacible, yo estaba dispuesto a recluirme en el hotel o en las tabernas cercanas a la Grande Place. Pero él me convenció para pasear por la calle. "Para conocer una ciudad hay que olerla como primera medida", dijo. Por fin conseguí meterlo en un bar. Yo bebí cerveza; él, un café con leche. Fue allí donde, tras mucho preguntarle sobre su vida, me contestó con sencillez: "Me gusta vivir intensamente". Era sobrio, casi un asceta. Pedía poco. Lo daba todo. Hasta la vida.

Hasta luego, Luis, Flors, Manolo.

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