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20.000 personas celebran medio siglo de Bowie

Billy Corgan y Lou Reed actuaron en el recital que el músico ofreció en Nueva York

Casi 20.000 personas acudieron el jueves por la noche a la fiesta de cumpleaños de David Bowie en el Madison Square Garden de Nueva York. Fue un concierto demás de dos horas, tras el que el cantante londinense de 50 años acabó soplando casi sin fuerzas las velas de una tarta. Bowie tuvo la decencia de no canibalizar su propio pasado e hizo un concierto más orientado al futuro que a sus grandes éxitos, lo cual no está claro si agradó al público. Contó con invitados como Billy Corgan y Lou Reed, aunque no se produjo la esperada reunión en escena de Bowie e Iggy Pop.

Bowie ha cumplido medio siglo, está fascinado por Internet y tiene un nuevo disco, Earthing, con ritmos jungle y líneas de bajo y percusión propias de discoteca. Este nuevo sonido fue el que dominó la velada, salpicada de vez en cuando con temas del pasado pero evitando repasar las canciones de Let's Dance (1983), su álbum más comercial, y de los discos que ha hecho desde entonces, que por lo general han sido mal recibidos. La noche empezó con un elemento ya experimentado antes por Bowie pero que le sigue dando buen resultado: la proyección de imágenes en película de 35 milímetros sobre pantallas traslúcidas en el escenario. Así se creó una misteriosa atmósfera al situar sobre el escenario enormes figuras danzantes que le hacían parecer un enano. Con este montaje salió Bowie, todavía grácil y magnético, con el pelo naranja pero corto, (Ziggy Stardust pero me nos), camisa y pantalón negro, botines de tacón y gabardina verde, y comenzó a interpretar el pegadizo Little Wonder, de Earthling. El primer invitado de la no che fue el cantante de Boston Frank Black, que anteriormente era conocido como Black Francis y lideraba a los Pixies. De gran tamaño y vestido con pantalón y vaqueros, de color azul penitenciario, Frank Black cantó Scary monsters y Fashion mano a mano con Bowie. Desde ese primer momento quedó claro cómo iban a ser los duetos: funcionales, físicamente gélidos, por turnos preestablecidos y sin improvisación emocional alguna. No hubo ni un solo abrazo. Después de otro tema interpretado a solas por Bowie, salió al escenario el grupo de Dave Grohl, Foo Fighters. Grohl actuó primero en calidad de ex-batería de Nirvana, durante Hello spaceboy. En ese momento había tres baterías sobre el escenario (la de Grohl, la del batería oficial de Foo Fighters y la del grupo de Bowie), pero el tema resultó bastante aburrido. Luego Dave Grohl se quedó tocando la guitarra con Bowie en un nuevo tema ambiental-dance de éste, Seven years in Tibet.Gente del metro El público que llenaba el jueves por la noche las gradas del Madison Square Garden era el tipo de gente que se encuentra uno en el asiento de al lado en el metro: lo más normal del mundo. En las gradas del Madison Square Garden no había ninguna tribu urbana reconocible, ningún freak, ni demasiado jóvenes ni demasiado mayores. La ocasión celebraba en parte el Nueva York salvaje de los 60 y 70 que conoció Bowie, y la vanguardia de los 90, pero ninguna de esas generaciones estaba claramente definida en las gradas.Aparte de Lou Reed, que apareció al final, el único artista invitado que puso en pie al auditorio, y qué cantó con una voz propia distinguible de la de Bowie, fue el plañidero Robert Smith, el líder de The Cure. A éste Bowie le dejó un rato solo sobre el escenario mientras se cambiaba de gabardina y cogía una guitarra. De regreso, Bowie entonó versos como "ya no tengo la fuerza de los fuegos artificiales", indicando quizá que iba a empezar a cansarse físicamente. Cuando se fue Robert Smith, en la gran pantalla tras lúcida se proyectaron unas imágenes de Bowie sacando lo mejor de su aprendizaje corporal con Lindsay Kemp, en una especie de baile a medio camino entre el vogue y el flamenco. El que sonaba mientras tanto era otro tema de baile de Earthling.

A continuación tuvo lugar un curioso montaje visual, al ritmo de otra nueva canción, I'm afraid of Americans (Me dan miedo los americanos), que Bowie ha escrito junto a Brian Eno para denunciar la "invasión homogeneizada de la cultura". Gritar "me dan miedo los americanos" ante 20.000 yanquis de la zona de Nueva York y Nueva Jersey vestidos con camisetas de equipos de hockey es, como poco, un interesante riesgo artístico. Para acompañarle en la segunda parte de este tema salió a escena el grupo local Sonic Youth, mientras Bowie lucía una gabardina con el Union Jack.

Respecto al mencionado montaje visual, comenzó con una gigantesca tabla de planchar levantándose verticalmente sobre el escenario. Cuando el personal estaba todavía preguntándose qué demonios era aquello, Bowie colocó su rostro en una plataforma especial dando la cara a una cámara de vídeo, y su faz apareció omnipotente sobre la tabla de planchar. Fue un momento único para ver un primerísimo primer plano de los ojos desiguales de Bowie en pleno acto lírico.

"Where do we go from here?" (¿Adónde vamos después de esto?) se preguntaba Bowie en el verso final del tema que tocó a continuación. Y a donde acabó yendo fue al tema número 15 de la noche, Under pressure, que fue muy aplaudido y bailado. A continuación, Heroes, en una versión con mucho bajo en el trasfondo. Después, Bowie salió fumando un cigarrillo y dijo: "Señoras y señores , el mismísimo rey de Nueva York".El momento de Lou Reed

Era el momento de Lou Reed, recibido con gran aclamación. Sin embargo, en el escenario, la frialdad entre los dos antiguos asociados y amigos era casi escabrosa. No es que Lou Reed sea la alegría de la huerta, precisamente en la actualidad, pero tras lo que han pasado juntos, el momento podría haber sido algo más emotivo. Lou Reed ya celebró su 50 cumpleaños hace cuatro inviernos.

Con Lou Reed, Bowie cantó Waiting for my man, Dirty Boulevard, White Lights y Queen Bitch, y no se sabía realmente si el homenaje había cambiado de foco temporalmente hacia el propio Reed.

El final estaba cercano y Bowie se estaba quedando sin fuerzas. Casi no pudo ni apagar las velas de una tarta que le dieron mientras el público cantaba Cumpleaños Feliz (claro que eran velas de las trucadas, que se encienden solas una y otra vez: ¿metáfora quizá de incombustibilidad artística?) Entonces cantó una oscura versión de Space Oddity en solitario y desapareció. Volvió para el bis junto a Billy Corgan, el extrañísimo personaje calvo que lidera a Smashing Punipkins, e hicieron All the young dudes y Jean Genie.

Tras 25 temas en dos horas y cuarto de pop, rock, trash y dance, el aforo se levantó aullando "ilggy!¡Iggy!". Se esperaba que el personaje sorpresa anunciado en la publicidad del concierto fuera Iggy Pop, cuya carrera ha sobrevivido al paso de los tiempos gracias en parte a David Bowie. Pero Iggy Pop no apareció.

En resumen, Bowie se revisó a sí mismo con ojo crítico para buscarse un futuro que tenga sentido, reexploró con dignidad y sin pretensiones su faceta de ágil alienígena atemporal y de paso ofreció buena música en un concierto rejuvenecedor.

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