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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El encaje europeo.

EN EL año del 40º aniversario del Tratado de Roma, la Unión Europea tiene que tomar algunas decisiones de importancia y nada fáciles. Por ello, 1997 va a ser, previsiblemente, un año de tensiones intraeuropeas, de pactos difícilmente logrados en el último momento. Los Países Bajos, que acaban de tomar las riendas semestrales del Consejo comunitario, tienen ante sí una tarea para la que necesitarán todas las dotes posibles para él encaje de bolillos. La presidencia holandesa lo sabe, y por eso se limita a prometer que "hará lo que pueda", a sabiendas de que hay dos capitales sobre las que se fijan las miradas, Londres y París, en un año que también tendrá un cierto sabor hispano, pues José María Gil-Robles será elegido en los próximos días presidente del Parlamento Europeo, el segundo español que ocupa tal cargo desde el ingreso de España, en 1986.La conferencia de Gobiernos que tiene que reformar el Tratado de Maastricht debería estar concluida en principio para la cumbre de Amsterdam en junio, pero pocos creen que se vaya a cumplir este calendario. La reforma que debe lograr que la UE funcione mejor, se acerque a sus ciudadanos y permita que unas instituciones previstas para seis Estados miembros acojan a más de veinte en los albores del próximo siglo está erizada de contradicciones. Las tres principales enfrentan a los países ricos con los menos favorecidos, a los grandes con los pequeños y a los más europeístas con los menos.

Un acontecimiento resulta esencial en estas negociaciones: las elecciones del Reino Unido, que, a más tardar, se han de celebrar en mayo. Y no porque una esperada -que no segura- victoria del laborista Tony Blair vaya a flexibilizar la postura británica, sino porque clarificará la situación política en Londres. La Unión Europea vive en estos momentos en parte como rehén de la debilidad del primer ministro británico, John Major, frente a los euroescépticos de su propio Partido Conservador. Temeroso de perder votos por este flanco, Blair, en, principio más europeísta, se ha vuelto, sobre todo, más opaco en materia europea.

De la posición final británica dependerá un punto esencial para el resultado de la conferencia: si Londres no acepta nuevos avances en la integración europea, podría abrirse definitivamente paso la idea de que puedan dar pasos complementarios -llámese "geometría variable", "solidaridad reforzada" o de cualquiera otra manera- aquellos que quieran hacerlo.

En todo caso, no parece que el Gobierno que salga de las elecciones británicas pueda haber finalizado su reflexión europea para mediados de junio, por lo que previsiblemente la responsabilidad fin al de cerrar la conferencia pasará de manos holandesas a las de Luxemburgo. Pero no debe prolongarse mucho más, pues Francia y Alemania deben tener esta cuestión -y sus correspondientes ratificaciones parlamentarias- resuelta antes de entrar en 1998, año electoral en ambos países y de decisión final sobre, la moneda única. Entretanto, los candidatos del este y del sur aguardan a las puertas de la UE, confiados en la, promesa de que sus negociaciones de adhesión empezarán, como se les prometió, seis meses después de la reforma del Tratado de la UE.

El proyecto político y económico de gran calado sigue siendo el de la moneda única. El examen de selectividad, en la primavera de 1998, estará basado en los resultados de los ejercicios presupuestarios de 1997 en cada país. Gobiernos, instituciones y mercados van a seguir con lupa su ejecución y la situación social que les acompañe. Pero en este examen también contarán las intenciones que se escondan tras los siguientes presupuestos nacionales, los de 1998, que se habrán de aprobar a finales del año en curso, en una situación en que la contabilidad creativa resultará más difícil, especialmente en el paradigmático caso francés.

Francia también se sitúa en una posición de bisagra ante la reforma de la OTAN, que se debe aprobar en julio en Madrid, para lograr una estructura militar más ligera, más flexible y, se supone, más europea. Lo que vaya ocurriendo en las negociaciones de la OTAN influirá, sin duda, en las que habrán de mantenerse dentro de la UE en materia de seguridad, por lo que la cercanía de fechas no constituye una casualidad, sino un destino: el de Europa.

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