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Las corrientes pro-vida cuestionan por primera vez desde 1967 la permisividad británica sobre el aborto

Isabel Ferrer

Legalizado desde 1967, el aborto no había sido nunca utilizado como arma política en el Reino Unido. Hasta ahora. La publicidad dada a dos casos singulares: el fallido embarazo óctuple de Mandy Allwood, que recibió una oferta periodística de 25 millones de pesetas por niño nacido vivo, y la reducción selectiva de un embrión en otro gemelar por razones sociales -la madre ya tenía un hijo y no deseaba criar- a tires de golpe- ha caldeado lo bastante el ambiente como para que surgiera un nuevo partido. Se denomina Alianza Pro-Vida y espera concurrir con una lista de 50 candidatos a las próximas elecciones generales, previstas para este mismo año.Mientras, el cardenal arzobispo de Westminster y cabeza visible del catolicismo británico, Basil Hume, ha calificado de "lacra social" la interrupción voluntaria del embarazo. Su homólogo escocés, el cardenal Thomas Winning, no ha dudado en pisar un terreno más político. Acaba de asegurar que numerosos diputadoss laboristas han sido presionados por su propia formación para mostrarse favorables al aborto en público.Con 170.000 abortos legales practicados el pasado año en el país, sus afirmaciones han sido criticadas por Clare Short, la portavoz laborista de Ayuda al Desarrollo. "Nuestro partido practica la libertad de conciencia. Es una pena que la Iglesia católica en pleno siga alienando a toda una generación de mujeres por no afrontar los problemas de la sexualidad". Short, de 48 años, cedió en adopción hace tres décadas a su único hijo, nacido cuando era una estudiante. En noviembre pasado se reencontraron a instancias de él, casado y con dos hijas pequeñas.

Grupos antiabortistas como Life han aprovechado también la controversia para recordar que los fetos son capaces de notar dolor a las 10 semanas de la concepción, según sugieren recientes estudios, científicos internacionales. "La ginecología moderna es una carnicería. Parece que sólo proponen matar y matar", dijo Peter Garrett, responsable de esta asociación benéfica cuando Mandy Allwood aún no había perdido a sus octillizos.

Un 80% de los votantes británicos se mostró en su día partidario de legalizar el aborto en el Reino Unido. Las últimas tendencias de voto registradas por las firmas consultores sugieren, por su parte, que los electores contrarios al aborto no cambian su papeleta si hay candidatos favorables al mismo en su partido. En realidad, conservadores y laboristas han optado siempre por el pragmatismo en este campo. El primer ministro, John Major, y Tony Blair, líder de la oposición, apoyaron la rebaja del plazo legal para abortar de 28 a 24 semanas debido a los avances médicos capaces de sacar adelante a fetos cada vez más pequeños.

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