Habitaciones con historia
Una compañía americana acomete en el hotel Palace la reforma más importante desde que se construyó
La tarde del 23 de febrero de 1981, el ambiente en los salones del hotel Palace era más bien silencioso, aburrido, con poca vida social. Juan José Bergés, el director del hotel más emblemático de Madrid -en el que la misteriosa Mata-Hari se había alojado, utilizando un seudónimo, poco antes de morir en 1917- no se extrañó. Cuando él llegó en 1972, el Palace languidecía desde hacía tiempo y los cortinajes de terciopelo- acentuaban ahora su aspecto mustio. Pero todo iba a cambiar aquella tarde. En el Congreso de los Diputados, situado enfrente, se vivía el momento más grave de la transición: el golpe de Estado encabezado por Antonio Tejero.La imagen de las escaleras del Paláce abarrotadas de madrileños leyendo la prensa aquella fría madrugada dio la vuelta al mundo. Fue, lo que son las cosas, la mejor campaña publicitaria que él entonces propietario del hotel, Enrique Masó, se hubiera podido imaginar. La fachada del magnífico edificio apareció una y otra vez en cientos de medios de comunicación. "De repente, todo Madrid se enteró de que existía un hotel que se llamaba Palace y a partir de ahí empieza a llenarse de gente, el dueño cambia la decoración y la vida en los salones florece de nuevo: se montan óperas en el hall, se organizan congresos, conferencias y todo tipo de presentaciones. Desde 1984 a 1990 vivimos unos años gloriosos. Lo recuperamos como lugar de encuentro de los madrileños", cuenta Juan José Bergés, director honorario en la actualidad desde que se jubiló hace pocos meses, cuando cumplió 65 años.
La multinacional americana Sheraton, que le compró el hotel al Agá-Jan a finales de 1994, inició el pasado 2 de diciembre las obras de la reforma más importante del Palace desde que se construyó hace 84 años, en 1912. Su inaugura ción supuso un gran acontecimiento en una capital que carecía de alojamientos de categoría y que pasó a tener el hotel más grande y más moderno de Europa: 500 habitaciones, todas con baño individual y teléfono, lujos completamente excepcionales en aquella época.Fue Alfonso XIII quien convenció a Georges Marquet, un hotelero belga, para que lo construyera. El rey sabía cuánto se necesitaba, ya que cuando se casó en 1906 no encontró ningún lugar adecuado para alojar a sus invitados, y a la aristocracia madrileña no le quedó más remedio que acogerlos en sus casas.
Las obras -que prometen respetar el estilo arquitectónico y la decoración clásica- durarán nueve méses. Desaparecerán 75 habitaciones, se ampliarán otras, y 50 de ellas estarán diseñadas especialmente para hombres de negocios que tendrán allí casi una oficina. Y también han pensado en los minusválidos y los no fumadores. Más lujo y comodidad, en definitiva, para un establecimiento hotelero de la exclusiva serie Luxury Collection, a la que sólo pertenecen 40 hoteles en todo el mundo. Sólo quienes estén dispuestos a pagar entre 3 1.000 y 175.000 pesetas por una noche en él podrán comprobar si ha merecido la pena.La decoración se renueva y también la clientela. Bergés ha sido testigo de ello desde que empezó en la compañía hace 40 años. Él conoció a esas familias aristócratas, inmensamente ricas, que, cargadas con decenas de baúles, vagaban por los hoteles de lujo. "Cuando llegué al Palace de Madrid (venía de San Sbastián) hace 25 años todavía quedaba una docena de personas que residían permanentemente aquí. Hubo un caso especialmente sangrante: una señora que había vivido de las rentas y que estaba prácticamente arruinada. Pero se resistía a marcharse. Yo la he visto muy anciana pasear por el pasillo escudriñando las bandejas que retiraban de las habitaciones y agacharse corriendo parar coger un cruasán. ¡Tremendo! Las camareras a veces le subían un huevo cocido. Empeñó hasta las joyas, pero al final tuvo que marcharse a un asilo. Otro tipo de cliente que ya no se ve es el clásico matrimonio que venía de provincias a hacer su temporada en Madrid para ir a espectáculos. Ahora la gente viene, sobre todo, por motivos de negocios y es raro que se queden más de tres días".
El veterano hotelero podría escribir un libro con las excentricidades de la adinerada clientela que ha conocido y un capítulo estaría sin duda dedicado a los animales de compañía: "¡Hay quien hace subir al maître a la habitación sólo para ver qué menu va a tomar el perro. Y recuerdo que una señora francesa pretendía que el botones que había sacado a pasear a su perrita averiguara qué chucho la había dejado preñada".
Pero nada comparable al capricho de Salvador Dalí, quien a mediados de los años setenta llegó al hotel con su inseparable ocelote, un felino de metro y medio, con el que se paseaba tranquilamente por el hall "Se lo permitimos porque era Salvador Dalí y porque estaba muy relacionado con el hotel desde sus años de la Residencia de Estudiantes. Existe una carta con membrete del Palace en la que él, Picasso y Buñuel le piden dinero a un amigo para poder comprar un billete a- París. Al final de la misiva exclamaban: Tan inteligentes pero tan pobres...". Los versos que Lorca escribió pueden ser una pista acerca de las razones de su maltrecha economía: "Alfonso doce de plata / rueda en la moneda blanca / de corcho, y hoja de lata. / Mi cuerno de la abundancia. / Me gasté en el bar del Palace / mis monedillas de agua".
Bergés todavía se encrespa cuando recuerda que una camarera borró durante la limpieza de la habitación el dibujo que Dalí realizó en una de las paredes con la barra de labios de Gala: "La gobernanta se quedó petrificada cuando la camarera le comentó: 'Estos artistas son rarísimos. A éste le ha dado por manchar la pared, pero no se preocupe, que la he dejado perfecta, no se nota nada".El histórico hotel -que fue hospital de sangre durante la querra Civil- ha servido de inspiración a muchos escritores: sólo en el último año aparece de una u otra forma en 15 libros de autores españoles. También en él se han rodado películas españolas (La colmena, Beltenebris, Los amores del capitán Brando) e incluso un salón se convirtió en el despacho oval de la Casa Blanca para un filme americano.
En sus archivos se conservan las fichas con la firma de todas las personas que se han alojado en él desde que un tal Ignacio Coll lo estrenara el 1 de octubre de 1913. Las habitaciones -que ocuparon Josephine Baker, Buster Keaton, Sarah Bernhardt, Belmonte, Julián Besteiro, Lerroux, Picasso y tantos personajes que ya son historia, nunca volverán a ser las mismas.
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