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Un vicepresidente para los casos urgentes

Luis R. Aizpeolea

Ninguna vicepresidencia es igual a otra. Su propia definición en el proyecto de Ley de Gobierno es ambigua. Francisco Álvarez Cascos, que además lleva aparejada la cartera de ministro de la Presidencia, ni se ajusta al papel que cumplió su predecesor en este último cargo, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, ni tampoco al del vicepresidente Narcís Serra. Si tiene alguna similitud, aunque lejana, es con la vicepresidencia que ejerció Alfonso Guerra.Cascos no ejerce de portavoz de Gobierno como Pérez Rubalcaba. Ese papel lo cumple Miguel Ángel Rodríguez. Tampoco se ocupa de supervisar la política económica, como Narcís Serra, porque esta función la ejerce Rodrigo Rato. Tampoco tiene ambiciones ideológicas como Alfonso Guerra. Ni siquiera despacha con el jefe del Gabinete de la Presidencia, Carlos Aragonés, que lo hace directamente con Aznar. Guerra y Serra ejercían un control estrecho de ese Gabinete con un contacto diario con su responsable que, a su vez, era una persona de su confianza.

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Álvarez Cascos, con su perfil de hombre disciplinado y su visión jerárquica de la política, según sus próximos, es el ejecutor de la política de José María Aznar en el Gobierno y en el partido, donde sigue ejerciendo el papel de secretario general, aunque el día a día le corresponde gestionarlo a su coordinador, Angel Acebes. El papel de Álvarez Cascos se va amoldando a las necesidades urgentes del momento político.

Tiempo primordial

Dedica su tiempo primordial a ejercer la presidencia de la Comisión de Subsecretarios y, con ello, a supervisar los proyectos de ley y las decisiones políticas del Gobierno. También coordina el área política del Gobierno, pero con atención especial a los ministros independientes -Eduardo Serra, de Defensa; Margarita Mariscal de Gante, de Justicia, y Josep Piqué, de Industria- que han causado algunos sustos al Ejecutivo.José María Aznar, a diferencia de Felipe González, mantiene una relación muy directa con sus ministros. Asimismo, Cascos ejerce su autoridad como dirigente del partido y media cuando las tensiones del PP con la política del Gobierno lo requieren, como sucedió con el conflicto de la minería.

A esta triple misión que ejerce, Aznar le ha encargado una más: el refuerzo de la coordinación parlamentaria del PP con los demás partidos, especialmente con sus aliados nacionalistas tras los fallos detectados en la relación de la dirección del grupo del PP con ellos. Ahora, también con el impulso de Aznar, Cascos trata de dar un salto más allá al llevar la coordinación con sus aliados a otros ámbitos más lejanos de los parlamentarios. En ese papel se encuadra su reunión el viernes con Arzalluz y el encuentro que mantuvo hace algunas semanas con Jordi Pujol en la Generalitat de Cataluña.

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