España, criticada por los empresarios y la Iglesia, se queda sin embajador en Cuba
El Gobierno de José María Aznar empieza a cosechar los primeros resultados de su presión a Cuba: desde el pasado jueves, España es uno de los pocos países de la Unión Europea (UE) que no tiene embajador en La Habana. La nueva política española ha causado también roces y tiranteces con la Iglesia cubana y el Vaticano, que ven con preocupación cómo la creación de un ambiente de rigideces va contra su objetivo de fomentar mayores espacios de flexibilidad y tolerancia dentro de la isla. A su vez, los empresarios e inversores españoles acusan a Aznar de darles la espalda e hipotecar los intereses de España en Cuba en un momento clave.
Desde el pasado día 5, la Embajada de España en La Habana es dirigida por el ministro consejero, Javier Sandomingo, al hacerse efectivo el cese del anterior embajador, Eudaldo Mirapeix. Tras la llegada al poder del PP, Mirapeix fue relevado precipitadamente de su cargo, cuando sólo llevaba 15 meses en Cuba, como señal del cambio de política de España hacia el régimen de Fidel Castro."En estos años se está jugando la capacidad de influencia de España en Cuba; la capacidad de presencia no sólo en la isla, sino en otras zonas de Latinoamérica y hay que estar a la altura de los tiempos", declaró Mirapeix a EL PAÍS antes de regresar a Madrid, adonde llegó ayer.
El diplomático español aseguró que sería un error "decir que no ha habido cambios en Cuba durante los últimos años", y opinó que las políticas de asedio, como las que promueve Estados Unidos, "pueden engendrar un efecto bumerán que en vez de abrir el régimen lo cierre".
Mirapeix dijo entender perfectamente las razones de su relevo, pues, corroboró, al cambiar de política es lógico cambiar de mensajero. Asimismo, consideró desproporcionada la medida del Gobierno cubano de retirar el plácet a Jose Coderch como nuevo embajador español en respuesta al incremento de las tensiones bilaterales entre ambos países.
Según Mirapeix, en España debería producirse ahora un debate entre los distintos partidos y fuerzas políticas para definir cuáles son los auténticos objetivos españoles en la isla. A su juicio, son tres: "Contribuir a impulsar una Cuba más flexible, más tolerante, más abierta; tratar de mejorar la situación del pueblo cubano y de aliviar sus carencias e innegables necesidades, y proteger los intereses de España, tanto los económicos como los políticos, culturales y de proyección hacia el futuro".
Diálogo y presión
Para él, tanto el Gobierno socialista de Felipe González como el actual Ejecutivo popular de José María Aznar han basado su política respecto a la isla en una estrategia de doble vertiente: el diálogo y la cooperación, por un lado, y la presión, por otro. "Lo que ha diferenciado ambas es en donde se ha puesto el acento", afirmó."Quizá la política más adecuada", agregó Mirapeix, "sea la creación constante de condiciones que modernicen y creen aperturas en el país, y eso se logra con la cooperación y el diálogo y, también, con la presión discreta y constante sobre los líderes".
El ex embajador añadió que España tiene una posición de privilegio en Cuba y que, en contra de lo que dicen algunas personas, "los españoles son muy queridos en la isla", por lo que se debe aprovechar esta ventaja. "Desde luego", advirtió, "hay muchos países, en Europa y fuera de ella, que están muy atentos a las posibilidades que puede ofrecer en el futuro el mercado cubano y que van a aprovechar cualquier espacio para introducirse en él".
La salida de Mirapeix se produce cuando la escalada de las tensiones entre España y Cuba comienza a remitir. Sin embargo, los resultados de la política española de presión hacia Cuba van mucho más allá del deterioró de las relaciones con las autoridades isleñas.
En los últimos meses, el Vaticano y la Iglesia católica cubana han expresado en varias ocasiones su malestar a Madrid por las continuas declaraciones de algunos funcionarios y diplomáticos españoles, que han llegado a decir en público que la Iglesia apoya la estrategia y la política del Gobierno de Aznar hacia Cuba.
Fuentes eclesiásticas opinaron que estas actitudes, así como decir que la entrevista de Juan Pablo Il y Castro y la futura visita a la isla del Papa es una "primera quiebra del régimen cubano", interfieren en las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno cubano y sólo contribuyen a crear un clima de rigideces que va contra los esfuerzos por fomentar mayores espacios de flexibilidad y tolerancia dentro de la isla.
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