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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rompehielos chino

EL ROMPEHIELOS chino se ha puesto en marcha, al menos, en tres frentes en los que ya parece estar dando resultados: Estados Unidos, la India y Suráfrica. No es poca cosa para un régimen que está a poco más de 200 días de lo que va a constituir una prueba de primera magnitud para el juicio que el resto del mundo se haga del futuro del país más poblado de la tierra: la recuperación de la soberanía sobre Hong Kong. En su reciente encuentro de Manila, los presidentes de EE UU y China, Bill Clinton y Jiang Zemin, acordaron intercambiar visitas de Estado el año próximo, las primeras desde la matanza de Tiananmen en 1989. Clinton se desdice así de pronunciamientos de su primer mandato, en que la falta de respeto por los derechos humanos en China, junto con las amenazas sobre Taiwan, congelaron las relaciones entre Washington y Pekín. No es que China haya avanzado en su democratización, pero sí parece estar buscan do un diálogo con EE UU que le permita, entre otras cosas, su objetivo de entrar en la Organización Mundial del Comercio (OMC). No obstante, son muchos las cuestiones que aún separan a ambos países, desde la venta de material nuclear chino a Irán a la sospecha china de que EE UU quiere limitar su desarrollo pata evitar que se convierta en la primera parte del siglo próximo en la potencia de mayor tamaño económico.

Con la India, un vecino de peso, Jiang Zemin ha llegado a un acuerdo, aún confuso, para que ambos países retiren sus tropas de la frontera común en el Himalaya, una señal de distensión en el primer viaje de un presidente chino a Nueva Delhi. En cuanto a Suráfrica, Pekín se ha apuntado un notable éxito al conseguir del presidente Nelson Mandela que Suráfrica rompa relaciones diplomáticas con Taiwan y las establezca con China.

No se puede hablar de un cambio de política exterior de China, sino de unas primeras aperturas que vienen a completar una mejor predisposición europea -y desde luego española- hacia el régimen de Pekín. Pero aún hay demasiados puntos negros en la política exterior china, desde las reivindicaciones de islas de dudosa soberanía en los mares adyacentes hasta sus relaciones con Japón. Este país vuelve a girar hacia la protección estadounidense, ya no frente a Rusia, sitio principalmente frente a una China cuyo poderío militar e intenso nacionalismo son preocupantes. Cabe, además, preguntarse si estos nuevos vectores impulsados desde China se deben a consideraciones estratégicas o a un intento del propio Jiang Zemin, por el que pocos apostaban cuando llegó a presidente, para forjarse una imagen de hombre de Estado, frente a otros que pueden estar al acecho de su puesto. Pero si el rompehielos ha funcionado, bienvenido sea, pues China es mucha China para andar sola por esos mundos.

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