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Crítica:POP
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Público incondicional

No hay tantos grupos veteranos en España. De los que arrancaron en el curso 82-83 algunos se han aburrido del éxito (Mecano), a otros se los ha tragado la tierra (Gabinete Caligari); los hay que sobreviven como pueden (Danza Invisible) y que se renuevan sin perder gracia (Siniestro Total).La Unión mantiene el tipo. El trío madrileño presume de directo (suenan francamente bien), de repertorio (pueden permitirse estar dos horas tocando un éxito tras otro), de cantante (voz magnética, pose erógena), y sobre todo, de público fiel. A juzgar por el que llenó su concierto del viernes en La Riviera, no parece que su obra reciente les haya brindado nuevos admiradores -los nuevos pijos no visten Loden y además prefieren a Extremoduro- Pero La Unión no pierde a sus fans, los que quedan parecen dispuestos a envejecer a su lado y a perdonarle al grupo su indefinición estilística -han sido mods, siniestroides, nuevos románticos, discotequeros, psicodélicos, funk-rockeros...- y su oportunismo crónico -del pantalón de campaña al look cibernético- La entrega del público encubre un discreto declive: La Unión sigue vendiendo discos (unos 80.000 lleva el último, Hiperespacio), pero, al menos en Madrid, cada vez actúan en plazas de menor aforo.

La Unión

Rafa Sánchez (voz), Luis Bolín (bajo) y Mario Martínez (guitarra). Sala La Riviera. Madrid, 29 de noviembre.

No obstante, que quede claro: La Unión triunfó. El sonido, como se ha dicho, fue muy bueno, y permitió escuchar limpiamente a la sección de viento responsable del toque soul que ahora exhibe la banda. Rafa bailó durante todo el concierto y, con sus mil y una poses de estrella del pop, puso de manifiesto su vocación escénica verdadera.

Las hordas corearon Más y más, Amor fugaz, Ella es un volcán, Vivir al este del Edén y, en general, todas las canciones. Los invitados especiales fueron bienvenidos: Alejandro Sanz -muy bien por su guitarra aflamencada en Ande yo caliente- y Nacho Cano -más preocupado por la coreografía que por su guitarra en Black is black- Al final, como siempre, Lobo-hombre en París.

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