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¿Generación del 98?

Entre tantas y tan diversas iniciativas, la proximidad del año 1998, centenario de una fecha clave en la historia de la España contemporánea, está promoviendo la reiteración de una pregunta más de una vez formulada desde que Azorín y Gabriel Maura comenzaron a hablar de la "generación del 98". Admitiendo a mi modo su existencia, a ella dediqué hace más de medio siglo todo un libro; ¿Generación del 98? era el título de uno de sus capítulos. Poco tiempo después, Guillermo Díaz-Plaja dio una respuesta tajantemente negativa a esa interrogación: tal generación no existe. Y en fecha muy reciente, tres personas intelectualmente muy calificadas han insistido en ella: Víctor García de la Concha en un seminario de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) ("No hubo generación del 98", afirmó en él), Llera Esteban y Milagrosa Romero en un libro colectivo ("El mito de la generación del 98", dice un epígrafe de su particular contribución). Lo cual me obliga a preguntarme: ¿he sido yo cooperador inconsciente del mito que en 1913 inventaron Azorín y Gabriel Maura?; ¿lo son los no pocos que indocta e incautamente siguen hablando de esa tan traída y llevada generación? Fiel a un doble imperativo de la prosa intelectual, la concisión y la claridad, responderé puntualmente a esas dos interrogaciones.

1. Como acabo de apuntar y tantos saben, quienes pusieron en circulación el rótulo "generación del 98", entendida ésta como generación literaria más o menos relacionada con la fecha y la significación del Desastre, fueron Azorín y Gabriel Maura. Lo que saben muy pocos es que Azorín, en un artículo de 1910, había propuesto llamar "generación de 1896" a la que luego llamará "del 98"; por tanto, sin ponerla en relación explícita con el hundimiento de la escuadra del almirante Cervera. Tres años después de la publicación de ese artículo, el propio Azorín debió de pensar que 1898 era una denominación más llamativa, y en consecuencia más útil para la difusión social de su invento.

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2. Desde entonces son legión los autores que con una intención o con otra hablan de la generación del 98: Ortega, Marañón, Salaverría, Ors, Azaña, Corpus Barga, Ricardo Baeza, Diez Canedo, Fernández Almagro, Pedro Salinas, Salvador de Madariaga, Bergamín, Giménez Caballero, Ricardo de Baroja, Eugenio Montes, Cansinos Assens, Antonio Espina, Dolores Franco... Niegan abiertamente su existencia, en cambio, Pío Baroja y Maeztu. Pero Baroja habló en París de una "generación de,1870", cuyos rasgos coinciden curiosamente con los atribuidos por Azorín a la generación del 98, y Maeztu entenderá germánicamente como Sturm un Drang (tormenta y empuje) la reacción sentimental y literaria al "atropello del 98".

3. Entre los autores citados, dos fueron acaso los más temáticos tratadistas, si vale decirlo así, de la famosa generación: Melchor Fernández Almagro y Pedro Salinas.

En Vida y obra de Angel Ganivet (1925) y en Vida y literatura de Valle-Inclán (1943), Fernández Almagro distingue en ese grupo generacional dos subgrupos: el de los escritores más afectados por el problema de España antes y después de 1898, y el de los literatos más atentos al carácter literario de su producción, que -dice textualmente- "no tienen cosa que ver con los viejos terapeutas del Desastre y encabezan la serie de los modernistas". En cualquier caso, Fernández Almagro sigue admitiendo la existencia de la generación del 98.

Más temáticamente lo hace Pedro Salinas en su ensayo El concepto de generación literaria aplicado a la del 98 (1935). Salinas se atiene a la pauta establecida por Petersen para hablar con rigor de una generación literaria, y encuentra que la española "del 98" efectivamente lo fue.

En cambio, G. Díaz-Plaja (Modernismo frente a Noventa y Ocho, 1951) contrapondrá metódicamente a noventayochistas y modernistas y, como antes indiqué, negará taxativamente la existencia de una generación del 98.

4. Ante este problema, mi actitud (La generación del Noventa y Ocho, 1945) tuvo como punto de partida dos interrogaciones sucesivas: ¿existió realmente esa generación?; y si realmente existió, ¿cuál fue la verdadera clave de su existencia? La respuesta positiva a la primera de ellas me condujo derechamente a distinguir con claridad entre "generaciones puramente literarias" y generaciones integralmente históricas" y a ver el parecido generacional en ambos casos, como la expresión diacrónica de una común actitud básica ante uno de los problemas fundamentales de la vida humana; en esta ocasión, escribir literatura de creación o dar expresión literaria a la experiencia de vivir y el de manifestar la reacción a la ocasional situación histórica y social del país -o del ámbito cultural y político- a que se pertenece.

Hecha esta metódica, distinción, una conclusión se me impuso: por las razones que apuntó Fernández Almagro, la del 98 en su conjunto no fue una generación en un sentido "puramente literario", y en esto coincidí avant-la-lettre con la tesis de Guillermo Díaz-Plaja y Víctor García de la Concha; pero sí fue una generación "plenamente histórica", y a demostrarlo me apliqué con método y minucia. Medio siglo después, me reafirmo en lo que entonces dije.

5. Entre 1890 y 1900, nuestra historia confirma con evidencia el esquema propuesto por Ortega y Marías: tres generaciones distintas entre sí se enfrentan con la vida social y política de España, la critican y de un modo u otro proponen recursos para remediar su insatisfactoria situación: la ya declinante generación de los "regeneracionistas" (Costa, Picavea, Senador, Isern, Mallade), la ascendente de los "sabios" (Cajal, Menéndez Pelayo, Torres Quevedo, Hinojosa, Ribera, Olóriz, Turró, Ferrán, Gómez Ocaña, Simarro) y la incipiente de los "noventayochistas" (Unamuno, Ganivet, Valle-Inclán, Baroja, Azorín, los Machado, Maeztu, Menéndez Pidal, Altamira, Falla, Zuloaga...). Pues bien: en tanto que "noventayochistas", y no olvidando que entre los coetáneos en la vida histórica pueden ser metódicamente discernidos grupos netamente distintos entre sí, ¿en que, consistió la común peculiaridad de los miembros de la generación del 98, en tanto que españoles críticos y exigentes?

6. Pensaba entonces y pienso ahora que la respuesta a esa interrogación puede y debe ser ésta: más o menos modernistas, más o menos aspirantes a la reforma social y política de España, los españoles de la generación del 98 fueron, cada uno a su modo, duramente críticos de la España que veían y del pasado histórico de que esa España era consecuencia, postulantes más o menos explícitos de una posible y más satisfactoria España, ciudadanos conscientes del fracaso de

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esa varia y común postulación y -en definitiva- soñadores de una España que diese óptima realidad a cuanto para ella deseaban; soñadores de la tierra, el tipo humano y el futuro histórico a que más utópica que proyectivamente todos aspiraban. Tal fue, diversamente configurada, la diacronía del parecido generacional de los escritores del 98 más representativos de su generación: Unamuno, Baroja, Azorín, Maeztu, Valle-Inclán, los Machado. Más concisamente: los miembros de la generación del 98 coincidieron principalmente como críticos de la España que veían y soñadores de la España que deseaban.

7. Un florilegio de expresiones confesionales muestra a las claras la condición radical e íntimamente soñadora de los escritores del 98. No será inútil transcribirlo. Azorín: "La realidad no importa; lo que importa es nuestro ensueño"; Baroja: "Al querer entrar en la ciudad me paraban en la puerta y me ponían como condición para pasar el dejar a la entrada unos sueños gratos, más gratos que la vida misma"; Ganivet: "Si muerte y vida son sueño,/ si todo en la vida sueña, / yo doy mi vida de hombre / por soñar"; Antonio Machado: "De toda la memoria, sólo vale / el don preclaro de evocar los sueños"; Maeztu: "El alma del hombre necesita de perspectivas infinitas para resignarse a las limitaciones cotidianas"; Manuel Machado: "Yo he soñado sin dormir./ Acaso sin despertarme"; Unamuno: "De razones vive el hombre./ Y de sueños sobrevive"; Valle-Inclán: "Soñé laureles, no los espero".

8. Con gran copia de textos mostré en La generación del 98 cómo la obra escrita de los más caracterizados miembros de ella -Unamuno, Azorín, Baroja, Antonio Machado, Valle-Inclán- soñaron el paisaje de España, el hombre español posible, la historia que España pudo hacer y no hizo y el futuro de España que podría ser. Un futuro que de modo más razonable y menos ensoñador -¿o acaso también ensoñador?- había de imaginar la generación de españoles subsiguiente a la del 98. El lector curioso puede leer una conmovedora expresión poética del parecido biográfico de la generación de su autor, en tanto que generación española e histórica, no como generación puramente literaria, en el patético y esperanzado poema de Antonio Machado A una España joven (1913).

Así vi yo y así sigo viendo esta tan asendereada "generación del 98".

Pedro Laín Entralgo es miembro de la Real Academia Española.

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