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Ser figura es un milagro

Cerca de 200 jóvenes aprenden el toreo en la Escuela de Tauromaquia de Madrid

Cuando el otoño da paso a la larga inactividad taurina en España y los principales espadas del escalafón actúan en plazas lejanas, los aspirantes a torero sueñan con ser figuras. "Casi un milagro", como dijo el maestro El Viti. Una sentencia que preside la gran nave o aula de prácticas de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, donde continúa la actividad pedagógica en pleno invierno. Cerca de dos centenares de alumnos y sus profesores mantienen más allá de la última feria el espíritu de la torería en la Venta del Batán, dentro de la madrileña Casa de Campo."Despacito, Sandín, despacito y sin pausa", le señala el profesor Serranito al alumno que torea al natural mientras un compañero simula las embestidas del toro con unos pitones auténticos que se unen en un madero rematado con cinta aislante roja. "No te creas que porque estoy hablando con la periodista no te estoy viendo. Soy como los toros malos, que desparraman la vista. Venga: templando, mandando... ".

En el pabellón Marcial Lalanda de la escuela, los maestros Serranito, Joaquín Bernadó, Macareno y Tinín, cogen la muleta y enseñan a torear.

La escuela cumple en estas fechas 15 años y sus objetivos siguen siendo los del primer día: formar profesionales del toreo, pues, sentencia Serranito, "se puede ser valiente por la ignorancia pero si eres valiente por la técnica tendrás, además de quietud, seguridad". El profesor Manuel Martínez Molinero les insiste a los noveles: "Debéis aprender para saber más que el toro". Y mientras les describe el orden de la lidia, los jovencísimos aspirantes permanecen con la mirada perdida. Se hace difícil creer que con esa cara de niños hayan cambiado los mega-dríve por la pañosa.

La escuela cuenta con un. director artístico, el matador de toros retirado Gregorio Sánchez, y ocho profesores, entre ellos el diestro en activo José Luis Bote. Hay 180 alumnos (10 son chicas) repartidos en tres niveles y en grupos de 25 por maestro, que lo son en el más ortodoxo sentido y cuentan con la admiración y respeto de los alumnos: "Buenas tardes, maestro". "¿Entro ya a matar, maestro?".

Los alumnos tienen entre 12 y 18 años de edad. Pagan 500 pesetas de matrícula y 300 de cuota anual. Han de superar tres niveles de conocimiento y no pueden permanecer más de cuatro años en la escuela. Comienzan el curso en octubre y lo concluyen en julio. Los fines de semana la escuela permanece abierta para los alumnos que residen fuera de Madrid. A los aspirantes se les enseña el toreo de salón, a ejecutar escrupulosamente las suertes con el carretón, que hace de toro.

Pero ¿cómo se les enseña a sentirse toreros? "Es cuestión de asimilarlo poco a poco", aclara Bernadó; "luego está la personalidad de cada uno". Para llegar a ser figura hace falta mucho más que personalidad. Cualquiera que entre por primera vez en el pabellón se queda de una pieza ante el inmenso cartel que domina la sala y que reza: "Llegar a ser figura del toreo es casi un milagro (firmado: El Viti)". A los chicos parece decirles poco la máxima. Ni la miran. Bernadó comenta: "La verdad es que yo, a la edad de estos muchachos, no entendía de jaculatorias". "Saldrá el muchacho que tenga cualidades pero esto es muy dificil", añade Serranito.

El santo y seña de los profesores es enseñar la técnica sin transmitir su estilo personal. Y también son sinceros con los que quizá no tengan el talento y el embrujo de las figuras pero que podrían ser magníficos subalternos.

¿Y después de la escuela? Fernando García Robleño, alias Robleño, tiene 17 años, está a punto de licenciarse en la escuela, busca apoderado y se queja de que los novilleros hayan de pagar por torear. "La cantidad", dice, "puede superar el medio millón de pesetas y cada vez va a más

La torera Nuria

Nuria Sánchez, 21 años, ya está fuera de la escuela aunque va a menudo a entrenarse. Desea ser torera y asegura que está dispuesta a costearse novilladas 11 siempre que sea en un sitio que me vaya a dar algo". Se queja: "La escuela ni siquiera me ha ofrecido una oportunidad para promocionarme". No le importa aprovechar la novedad de la mujer en el ruedo y afirma que la mejor manera de hacer frente al machismo es ignorándolo.Principiantes como Robleño y Nuria quieren emular a los antiguos alumnos que alcanzaron la fama -Joselito, Fundi, el malogrado Yiyo- y además ser ellos mismos. Quizá lo consigan si aprendieron la primera lección de Martínez Molinero: "Dar la dimensión que tiene el toreo y no ser un pegapases".

La Escuela de Tauromaquia de Madrid facilita la relación de alumnos que están en condiciones de torear en los festejos de promoción pero nunca los apodera. Está regida por un patronato formado por la Comunidad y el Ayuntamiento y cuenta con un presupuesto anual de 21 millones de pesetas.

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