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¿Del blanco al negro?

La macha blanca sobre Bruselas pareció un soplo de esperanza. Más de 325.000 belgas tomaron la calle para reclamar al poder que todo cambie. No se gritaron aquel 20 de octubre consignas contra la clase política. Apenas hubo un puñado de cartelillos antisistema, casi todos en flamenco.Pero poco a poco, Bélgica va derivando del blanco al negro. Cada día hay más elementos que huelen a extrema derecha en este pequeño país. Las denuncias contra los asesinos del Brabante confirman que la cuna del cantautor Jacques Brel -pero también del líder fascista Leon Degrelle y con un oscuro pasado de colaboracionismo con los nazis- no es precisamente inmune a las camisas negras.

Bélgica tiene una gran oportunidad para regenerar unas instituciones carcomidas por decenios de burocracia, corrupción Y clientelismo. Pero vive también el peligro de arroJjar a un lado, el de los perdedores, a toda la clase dirigente.

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Aún peor, junto a ellos pueden perecer también las minorías, abrasadas en las calderas purificadoras.

Hace apenas unos días, un amable contertulio, profundamente belga, conversador ameno, amante de la cerveza, del ciclismo y de los buenos negocios, se quejaba con amargura del presente: "Todo está podrido. Yo conozco jueces y políticos que frecuentan los ambientes de prostitución masculina. La policía está llena de corruptos. ¿ Solución? Destituir a los homosexuales Y expulsar a los inmigrantes".

Sus palabras reflejan bien la amalgama que se empieza a formar en la opinión pública. Se confunde homosexualidad con pederastia y estupro con tortura. Se aboga

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por expulsar a los inmigrantes para acabar con la corrupción en la judicatura o en la policía.

El Gobierno belga se lanza a una fanática persecución de la pornografía a nivel planetario o acabar con el turismo sexual en lo que parece una fuga hacia adelante que ignora que Marc Dutroux era belga, que sus crímenes se han cometido aquí Y . no a miles de kilómetros de distancia y que sus cómplices nada tenían que ver con los miles de magrebíes que se ganan la vida más mal que bien trabajando en negro y a destajo.

Los padres de las víctimas de Dutroux se han convertido en un faro para las gentes de este país, pero su permanente amargura empieza a asemejarse más a la sed de venganza que a la de justicia. Si se presentaran a las elecciones obtendrían un buen botín, pero no está claro que lo administraran con prudencia.

'Caza de brujas'

El país entero es ya víctima de un síndrome de delación que explica las denuncias de caza de brujas lanzadas por los socialistas para defender la integridad moral de su viceprimer ministro, Elio di Rupo.Las acusaciones contra el hombre fuerte del Gobierno de Jean-Luc Dehaene, que sólo el tiempo aclarará hasta dónde son ciertas, se parecen demasiado a una sucia vendetta contra un ministro que reúne todos los ingredientes para ser blanco de ella: hiJjo de inmigrantes, francófono, joven, hecho a sí mismo, socialista, brillante...

Pero también una persona lo bastante ingenua como para creer que se puede ser delicada y abiertamente homosexual y triunfar en política en un país tan conservador como Bélgica.

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