Una gran voz para dudosas transcripciones
Teresa Berganza
Concierto para Mundo en Armonía patrocinado por BMW Ibérica. Teresa Berganza y el Conjunto Ibérico.
Director: E. Arizcuren. Obras de: Falla, Nin, Montsalvatge y Marco.
Auditorio Nacional. Madrid, 13 de noviembre.
Frescas aún las informaciones sobre el Premio Nacional de Música otorgado a Teresa Berganza, la cantante madrileña actuó en el Auditorio de Madrid para la Fundación Mundo en Armonía. Y no comprendo cómo no se llenó la sala por muchos que sean los condicionantes: la misma mecánica de estas convocatorias, lo insólito de un repertorio a base de transcripciones y el exceso de actividades musicales. Con todo ello allí estaba Berganza, su realidad, su fama y, si se quiere, su mito y la ocasión de rendirle homenaje.El Conjunto Ibérico de Violonchelos, ocho instrumentistas de calidad, existe y alienta gracias al entusiasmo de Elías Arizcuren, pero tropieza con un factor: la necesidad de las transcripciones, unas mejores, otras peores: éstas sobre músicas que se resisten, aquéllas sobre otras que se doblegan. A pesar de que él mismo autorizase algunas transcipciones, por razón de gratitud principalmente, se sabe bien que Falla era escasamente partidario de semejante práctica, aunque sea tan antigua como casi la misma música. Lo más transcrito de su obra fue, sin duda, la originalísima Danza del fuego, pero don Manuel exclamaba: "¡Ojalá no la hubiera escrito!".
El caso de las Siete canciones es peliagudo pues se trata de una de las creaciones realizadas en la parte de piano desde un pensamiento instrumental. Ni siquiera un Halffter o un Berio, empleando la orquesta, han solucionado satisfactoriamente la cuestión. Menos se logra con un grupo de instrumentos iguales, esto es, monocolor. Pienso que Arizcuren tiene demasiado empeño en que toquen los ocho violonchelistas casi todo el tiempo y que en ocasiones, digámoslo claramente, se equivoca: aplicar pizzicatti a la Nana es tan erróneo como quitárselos al Punto de habanera, de Montsalvatge. Quizá el mejor trabajo, a pesar de que se trata de un empeño comprometido, está en Psyché, ya que si la ausencia de arpa y flauta y la reducción de la cuerda al único timbre del cello me parece grave, en cambio viene dada una escritura más de cámara que el transcriptor respetó. Lo dicho en el caso extremo de Falla valdría, naturalmente, para Nin y Montsalvatge, todo lo cual no evitó el acierto de Teresa Berganza en un repertorio que domina desde su primera juventud y al que otorga su gracia personal y la belleza de un color siempre atractivo. Recibió largas ovaciones.
Distintas son las cosas cuando se trata de obras escritas para violonchelos, tal el concierto armónico titulado Miró, de Tomás Marco, escrito en 1993 para el Octeto de Arizcuren. Es página refinada y metafórica que parte de cuatro pinturas del artista catalán musicalizadas desde la raíz. Lleva razón el músico madrileño: su mundo sonoro y el plástico de Joan Miró se entienden con naturalidad. Lo demuestra este Concierto en cuatro cuadros, recibido con aplausos por el público, extensivos a Elías Arizcuren y su conjunto.
Babelia
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