Actualidad del fortepiano
La presentación en España del fortepianista norteamericano Steven Lubin había despertado una natural expectación. Sus registros discográficos, el eco internacional de sus actuaciones, la propia formación teórica como graduado en filosofía por la Universidad de Harvard y doctor en musicología por la de Nueva York, incitaban al descubrimiento.El comienzo de su gira hispánica en el Festival de Música Antigua de Aranjuez no ha podido ser más afortunado. Salamanca, Cáceres, Ávila, Burgos, Soria y Zaragoza tendrán ocasión de conocer en directo durante los próximos días a este singular artista.
Tocó, como era de esperar, obras de Haydn, Mozart y Beethoven. Y lo hizo con una alegría, una ligereza y una brillantez que cautivaron. Atendió por encima de otros valores al sentido comunicativo de la música. Es algo que enfatizan mucho los intérpretes americanos, cayendo a veces en la superficialidad. No fue así en el caso de Lubin, que separó estilísticamente a cada uno de los compositores que interpretó dentro del nexo común del clasicismo: a Mozart se le sentía más desde la herencia del clave; en Beethoven, el acercamiento de Lubin hacía presentir el piano.
Steven Lubin
Steven Lubin (fortepiano). Haydn: Variaciones en fa menor. Mozart: Sonata en Si Bemol Mayor, K333. Beethoven: Variaciones sobre Rule Britannia y Sonata patética en do menor, opus 13. Música Antigua Aranjuez. Fundación Puente Barcas. Aranjuez, 20 de octubre.
Con fuerza
Fueron versiones con fuerza y fueron versiones modernas, sin que la utilización del fortepiano disparara el anhelo historicista. Al contrario. Tan actual es Leonhardt como Gould en su visión de Bach, y lo mismo se puede decir de Pires y Lubin, cuando se deslizan en Mozart. La sensibilidad de hoy permite la diversidad de los acercamientos, y en ello radica una de sus señas de identidad.Desde este punto de vista, Mozart y Beethoven son también nuestros contemporáneos. Es, por tanto, tan válida la visión que de ellos se ofrezca desde los instrumentos evolucionados como la reconstrucción de época, siempre y cuando el intérprete sepa extraer de las partituras la emoción y el contenido que tienen dentro.
Deslumbrante la sonata K333 de Mozart, deslumbrante la sonata patética de Beethoven. En las manos de Lubin hasta las variaciones sobre Rule, Britannia, de Arne, tuvieron un especial encanto, salpicadas como estaban de ironía y sentido del humor. Tendríamos que esperar a la segunda propina -ya en pleno éxito- para encontrar un punto de enfriamiento.
De ello tuvo la culpa un Scarlatti, al que le faltó la gracia alada que exige su música. Pero fue una cuestión menor. A estas alturas, Steven Lubin nos tenía totalmente encandilados con su Mozart y su Beethoven.
Babelia
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