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"Sólo han sido dos minutos"

Más de la mitad de los sancionados evita el remolque de su coche

El apocalipsis tiene ruedas. Y cada día despliega 120 caballos por las calles. Son las grúas municipales, en busca de conductores amantes del aparcamiento prohibido. Más de la mitad de las veces se van con las manos vacias. Padecen una maldición de tintes bíblicos: cuanto más lío en la ciudad, menos posibilidad de actuar. Y eso porque los agentes, cuya denuncia es preceptiva para que la grúa retire coche, están más ocupados en deshacer entuertos que en perseguir autos mal aparcados. "Sólo han sido dos minutos", suelen implorar los sancionados.Miércoles 16 de octubre. A las 6.45, Juan Parrilla está listo para subirse a una grúa de la empresa Emitra, concesionaria del servicio municipal. Ahí están las llaves y una cámara de fotos, que estará a disposición del guardia para que retrate la infracción.

Pero Juan tardará en salir de una de las seis bases: la hora punta de la grúa empieza cuando acaba la del tráfico. O sea, 11 entre 10.30 y 14.00 y de 16.30 a 20.00", como detalla un responsable de Emitra, José María Iglesias. Un día como hoy las denuncias escasean: los agentes están ocupados con la manifestación matutina de 300 camiones por la M-30. Así, hasta mediodía sólo 68 coches serán víctimas de la grúa, frente a los 330 que la sufrirán por la tarde. La cifra queda muy lejos de las 600 retiradas diarias que se quieren lograr para optimizar el servicio.

Sobre las 11.30 llega un aviso: un agente pide una grúa para retirar un taxi mal estacionado en la calle de Arturo Soria. Cuando llega Juan, aparece el taxista, José Antonio Vázquez. Paga la multa (4.000 pesetas), algo poco frecuente, y,se lleva el vehículo.

Juan se va de vacío, hacia la calle de Zurbano: hay coches aparcados en un espacio de carga y descarga. "Lo peor de este trabajo es el agobio del tráfico", dice Parrilla. La grúa llega a duras penas y el conductor demuestra una de sus teorías: "Cuando te paras en una calle hay una estampida". La doble fila desaparece y él coloca rápidamente los carritos (soportes que permiten mover un auto aparcado) en un Citroén.

"Llevo muy poco. Estaba haciendo una gestión", dice al llegar el azorado dueño, Gerardo Hernández, de profesión vendedor. El guardia no se inmuta. Son 15.000 pesetas por el aparcamiento indebido y 5.000 por el trabajo de la grúa, que no ha llegado a subir el coche. El conductor paga la segunda cantidad para recuperar el vehículo y asegura que recurrirá la multa. Otra sanción que apunta impago, el Ayuntamiento sólo cobra entre el 6% y el 7% de las multas de tráfico que impone. "Si uno aparca en doble fila, la grúa no viene", sentencia el sancionado.

Juan Parrilla tuerce por la calle del General Martínez Campos, cuyo carril-bus está atestado. Otro intento vano: llega la dueña con dos niños. Se gana una multa que recurrirá, pero evita el remolque.

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Pasan las dos de la tarde. Juan Parrilla regresa hacia la base de vacío, aunque ha intentado llevarse cinco coches. "Sólo retiramos el 45% de los vehículos denunciados", explica resignado el jefe de producción de Emitra, José María Iglesias. En la calle de Bravo Murillo, un agente requiere la grúa para retirar un auto del carril-bus. Juan va a llevárselo cuando aparece una mujer llorosa que hacía compras con su hija colegiala.

El agente le perdona la grúa, pero no la multa: "Hay que ser psicólogo", justifica. También el guardia ha sufrido varias veces la grúa. Juan Parrilla se lo toma con filosofía, no es cosa de quemarse.

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