Enfados
El problema de Álvarez Cascos, según él, es que debe especificar cuándo habla como prohombre del PP o cuándo como vicepresidente del Gobierno. Mientras decide si le conviene emular a Woody Allen y visitar a un psicoanalista que le ayude a resolver los problemas provocados por su incontrolable doble personalidad, no estaría de más que moderase su beligerante actitud para con todos aquellos que tienen la osadía de no estar de acuerdo con sus planteamientos.No debería enfadarse el señor Cascos (ni el equipo de Gobierno del que forma parte) porque algún representante político le recrimine su escasa memoria, que en el breve plazo de cuatro meses le ha hecho pasar del blanco al negro con tal facilidad que, cuanto menos, hace poco creíble dicho cambio. No es fácil digerir, por mucho que se empeñe este Gobierno, que lo que ahora conviene a España sea lo contrario que convenía cuando era oposición. Secretos oficiales, financiación autonómica, sanidad, impuestos, solidaridad interregional, cargos públicos en consejos de administración de empresas públicas, objetividad informativa en los medios de comunicación públicos... Son demasiadas cosas. Y muy importantes. Quizá más importantes que seguir dándole vueltas a un asunto como el de la guerra sucia contra ETA. Una cuestión que, como todo el mundo sabe (aunque algunos parecen querer olvidarlo), se inició bastante antes de 1983 y se liquidó en 1986, además de estar desde hace tiempo en manos de la justicia.-
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