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El mago de la Bauhaus

Como un providencial fantasma se nos aparece inesperadamente en Madrid el artista alemán Oskar Schlemmer (Stuttgart, 1888-Baden-Baden, 1943), una de las secretas claves de la histórica experiencia de la Bauhaus. Sobreviene entre nosotros, además, con una magna retrospectiva, que consta de 139 obras, entre esculturas, óleos, acuarelas, dibujos, figurines, máscaras, que permite conocer al detalle su fascinante trayectoria. Antes de comentar nada acerca de su personalidad y obra exhibida en el Museo Reina Sofía, quiero informar que la comisaria de esta muestra (en cuyo patrocinio y organización ha intervenido la Fundación La Caixa y que, tras concluir su estancia en Madrid, el próximo 9 de enero, viajará después a Barcelona, en donde se expondrá desde el 5 de febrero hasta el 27 de abril) ha sido Marga Paz, y que el montaje ha correspondido al artista Sigfrido Martín Begué.Me parece de justicia subrayar el asombroso trabajo que han realizado pero, sobre todo, pensando en la dificultad que una obra como la de Schlemmer plantea. Hace unos diez anos, tuve la oportunidad de contemplar, en Múnich, una retrospectiva itinerante del propio Schlemmer y puedo afirmar que ésta del MNCARS, en concepto, planteamiento, selección y, por encima de todo, en montaje, la supera a distancia sideral. Algunas de las salas, como, en especial, las que muestran sus muñecos autómatas, están tan bien concebidas que deslumbran y emocionan, aunque, en general, todo funciona hasta el menor detalle, como sólo puede ocurrir cuando hay amor por una obra. Por ello es una verdadera lástima el fallo de no estar disponible el catálogo para la inauguración, así como la insensibilidad atroz que demuestran los responsables del MNCARS al disponer toda suerte de ridículos aparatejos por las paredes, supuestamente para proteger unas obras a las que ofenden e impiden contemplar.

Por lo demás, antes califiqué de "clave secreta" de la Bauhaus a Schlemmer, no sólo porque comparativamente su notable contribución durante el intenso periodo de entreguerras esté oscurecida, sino porque él mismo era un ser hermético, cabalístico, esotérico. En Schlemmer se entrecruzaron todos los anhelos creativos de la Bauhaus, empezando por el sueno germánico de la Gesamtekunstwerk -"la obra de arte total"-, y continuando por la creación de un hombre nuevo, hecho a medida, con el patrón de una nueva sección áurea a partir de la nueva revolución industrial. Es una utopía sobrecogedora, pero no por la potencia del delirio, sino porque, caso de Schlemmer, esta mecanización se recubre de humor y de una penetrante sensualidad.

Por último, es un acierto en esta retrospectiva, además de la soberbia comprensión escénica que demuestra, el sutil seguimiento temporal del pathos dramático que hila la evolución de este mago mecánico que parece un personaje de los cuentos de Hoffman, y que, como tal, termina hundiéndose en el escalofrío de la sombra. Hacía tiempo que no me excitaba tanto una muestra, lo reconozco.

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