Cálidas convicciones comunitarias
Sin siquiera una tilde de emoción europea, de calor humano comunitario, ¿puede llegar a formalizarse, a adquirir un perfil político acabado, una comunidad histórica como la nuestra ... ?Hasta este lugar de la serranía segureña desde donde escribo, y en el que el otoño ha comenzado a desperezarse, me llegan noticias deprimentes de una Europa pálida, hética, ojerosa y vulnerable como tuberculoso en la fatídica estación; o cuando menos falta de temperatura, átona, aterida.
Yo que amo a esta Europa quiero prestarle el calorcico de mi apasionado corazón; no del corazón pascaliano -que tiene razones que la razón desconoce-, sino más bien del corazón zubiriano, que tiene sentimientos, al margen de los cuales cualquier razonamiento deviene en desabrido teorema. Y esta Europa nuestra, por cuyas riberas ha transitado el espíritu y corrido la sangre, puede ser cualquier cosa, menos un teorema.
Con el artículo titulado El doctor Panglos en Maastricht, se asoma, el 24 de septiembre, a las páginas de EL PAÍS don José Pedro Pérez Llorca. Quiero intentar una especie de contrapunto cordial y crítico. Detecto en ese artículo esa actitud propia del viejo liberal-nacionalismo español, acostumbrado a malinterpretar aquello que no puede controlar desde la más extemporánea óptica tradicional: intervención trascendente o confabulación. internacional, según preferencias. ¿Acaso no se encuentran serios resabios en esta coyuntura política nuestra, luego de tantos sueños democráticos intangibles originados en el seno de la antigua dictadura franquista: apariciones de purísimas democracias sin mancha concebidas, y libres del más leve rubor de pecado en su realización y consolidación?
Si dispusiera de la posibilidad de expresar ideas, más que corazonadas balbuceadas poco más que telegráricamente, haría un artículo titulado: La agonía de un proyecto en marcha; agonía, en sentido unamuniano de lucha, es la que parece definir más ajustadamente el que hacer político comunitario de Bruselas, desde Maastricht hasta hoy. Presumo que si Panglos ha sido visto por allí, habrá sido de vacaciones. Presentarlo en plena actividad, resulta más bien cándido".
¿De dónde ha salido la presunción de que desde algún centro de responsabilidad de la comunidad se ven los acontecimientos con autocomplacencia panglosiana, sino más bien, muchas veces, como de auténtica supervivencia? ¿De dónde también, que los enemigos potenciales del proceso europeo federal, que es el nuestro, son Alemania y Francia; no sería más justo identificar a Inglaterra en estos términos? Ella alentó, desde el principio la intención de dinamitar el proyecto original comunitario primero desde afuera, creando el Tratado de Libre Comercio; y luego desde dentro como miembro, insistiendo en su visión de Europa con la laxitud de un espacio de libre cambio. ¿Cabe pensar que no lo habría conseguido sin el activo concurso de Alemania y de Francia?
Por mucho que lo intente, no consigo sentirme súbdito de ese pretendido "protectorado franco-alemán" con el que nos ilustra don José Pedro, sino más bien, presentido ciudadano referenciado a una adolescente Constitución Europea en ciernes.
Coger el tren convergente en marcha -nos resulta penoso, sin duda; rechazarlo por mor de ciertos celos o recelos de clásica raigambre nacionalista podría resultar trágico. Al margen de otras consideraciones, ¿adónde vamos por esos mundos de Dios, con tan reconocida deuda externa y apabullantes índices de paro? Indiscutiblemente, Francia y Alemania son cabezas visibles en el momento presente, pero no es difícil intuir, casi con evidencia, para España, incalculables potencialidades dentro de este proyecto. En sintonía con Ortega, intelectual liberal eximio; pensador profundo, pionero y valedor espiritual entusiasta de la Europa Unida: abiertos, comprometidos; cauta, inteligente, pero también generosamente, con este vasto proceso de futuros y responsables proyectos ... Amén.-
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