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Reportaje:

Euroforia

Los mercados apuestan por una moneda única formada por muchos países, incluido España

Victoria Carvajal

"Han sido tres semanas alegres, eufóricas y convergentes". Un analista resumía así la espectacular subida que ha registrado los mercados europeos de renta fija, en especial los del sur de Europa, ante la expectativa de que el euro estará formado por un número inesperadamente alto de países. La entrada de Finlandia en el mecanismo de cambios europeo este fin de semana refuerza esta idea. En cuestión de dos meses, coincidiendo con la mejora en la actividad económica de la Unión Europea, la contención de la inflación a cotas mínimas y, sobre todo, la presentación de unos presupuestos muy restrictivos que pretenden reducir el déficit al 3% de PIB exigido en el Tratado de Mastricht, la opinión acerca del éxito de la unión económica y monetaria (UEM) ha cambiado radicalmente. Organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y la propia Comisión Europea creen que al menos diez de los quince países miembros participarán en el euro desde su lanzamiento. Una perspectiva que provoca un fuerte recelo en Alemania.La impresionante caída de los tipos de interés a largo plazo en los países periféricos, como España, es el mejor reflejo de la creciente confianza de los mercados en la capacidad de estas economías para cumplir los criterios de convergencia (déficit y endeudamiento públicos, inflación, tipos de interés y estabilidad cambiaria). La rentabilidad del bono español a diez años -una de las referencias de los créditos privados a largo plazo- llegó a caer la semana pasada a 7,55%, dos puntos menos que hace ocho meses cuando se celebraron las elecciones generales, y cinco menos que en la primavera de 1995, cuando la peseta se devaluó por cuarta vez. El diferencial con Alemania, que mide el riesgo de invertir en un activo español, también ha caído a cotas mínimas históricas: 1,6 puntos.

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En una encuesta realizada por Reuter a 16 analistas expertos en España, nueve están seguros de su entrada en la UEM desde el principio y dos le dan un 50% de posibilidades. El resto opina que participará pero más tarde. "Había bastantes dudas y, sobre todo, mucho desconocimiento sobre la situación e incluso los datos económicos de España", señala Félix González, de Beta Capital. "Los inversores extranjeros se han dado cuenta de repente de que es un país que puede entrar en la UEM y han cambiado las expectativas de forma radical".

Resistencia del Bundesbank

La posibilidad de que los miembros del llamado Club Mediterráneo (España, Italia y Portugal) tengan éxito en su ajuste fiscal y compitan para entrar en la moneda única en igualdad de condiciones con otras economías con mejor historial inflacionista, despierta sentimientos encontrados en Alemania y Francia, los dos socios que se propugnan como el eje principal de la unión monetaria. A las declaraciones del presidente francés Jacques Chirac, luego rectificadas, sobre la imposibilidad de que participe Italia, se sumaron la semana pasada las del presidente del Bundesbank, Hans Tietmeyer, quien puso en duda la capacidad de algunos países europeos para mantener la disciplina fiscal que piensan aplicar para 1997, año sobre cuyos datos se basa el examen de entrada en la moneda única. El banco central alemán teme que un euro en el que participen estas economías sea más débil que el marco e impulse al alza los tipos de interés.Mientras, los industriales alemanes y franceses, escaldados por las devaluaciones de la peseta y la lira en los últimos años, han presionado repetidamente a sus gobiernos para que la UEM incluya al mayor número de países posible y se eviten así las devaluaciones competitivas de los que queden fuera de la misma.

Los mensajes del Bundesbank recuerdan a los que lanzó en el verano de 1992, meses antes de la crisis del Sistema Monetario Europeo, criticando los elevados tipos de interés que mantenían algunas economías europeas -entre ellas España- para sostener artificiamente sus tipos de cambio pese a que el momento del ciclo económico -recesivo- requería una política monetaria más laxa. Esta señal, junto al no danés a Maastricht, desencadenó un brutal ajuste de paridades en el mecanismo de cambios y la salida de la lira italiana y la libra esterlina.

Estados Unidos comparte la preocupación del Bundesbank. Su secretario del Tesoro, Robert Rubin, expresó hace una semana su deseo de reunirse con sus socios europeos para debatir los efectos que puede tener sobre el dólar la constitución de un euro con menos credibilidad que el marco. Tras años de fuertes oscilaciones, EE UU ha logrado estabilizar la cotización de su divisa y lo último que desea es que una moneda común europea más débil que el marco provoque una huída de la inversión hacia el dólar que dañe a la industria exportadora y desequilibre su balanza exterior.

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