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Ocho meses de incertidumbre

El 9 de febrero pasado, el IRA Provisional decidió romper la tregua ofrecida el 31 de agosto de 1994 al Gobierno del Reino Unido. Los progresos en la arena política habían sido insignificantes a juicio de la organización, que ese día hizo saltar por los aires la estación de South Quay en los Docklands de Londres, sede de un naciente distrito financiero. Fue el primero de una considerable lista de atentados que, sin embargo, dejaron casi intocada Irlanda del Norte. El IRA rompía su tregua en Gran Bretaña, pero mantenía una paz táctica en Irlanda del Norte, rota sólo por asesinatos esporádicos de traficantes de drogas o chivatos. Los paramilitares protestantes aceptaron el trato y mantuvieron intacto un alto el fuego que dura ya dos años.Pero la paz fue siempre difícil. Los primeros síntomas claros de su resquebrajamiento se dejaron sentir en Portadown, en julio pasado, cuando un sector duro dentro de los paramilitares protestantes abogó claramente por un retorno a la violencia.

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El siguiente paso fue la bomba que el 13 de julio arrasó un hotel en Enniskillen, cerca de la frontera sur con la república de Irlanda, causando 17 heridos. El IRA no se hizo responsable del ataque, obra, al menos oficialmente, del brazo armado del Sinn Fein Republicano que se escindió del partido que lidera Gerry Adams en los años ochenta. El Ejército Irlandés de Continuidad se apuntó la autoría del atentado que conmocionó al Ulster.

Hace dos semanas, la policía británica se había apuntado un éxito al requisar, en una redada en Londres, grandes cantidades de explosivos de fabricación casera, armas y municiones con las que presumiblemente el IRA preparaba una nueva serie de atentados en el Reino Unido. En las redadas fueron detenidos cinco presuntos miembros de la organización y otro de ellos murió a disparos de la policía.

Pero el proceso de paz está también amenazado por el lado protestante. Los paramilitares no creen en él y la tregua, ofrecida tan sólo a cambio de la del IRA, pende de un hilo.

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