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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El siniestro influjo de 'Pulp Fiction'

Parece sencillamente imposible con tan poca obra realizada, pero la sombra que está arrojando Quentin Tarantino sobre el informe, plural, magmático cine independiente USA es tan densa como infausta. Se apreciaba con punzante gravedad en aquel engendro llamado Killing Zoe de Roger Avary -no en vano, coguionista del propio QT-, que pasó por aquí sin pena ni gloria; seguía con ese macabro chiste llamado Abierto hasta el amanecer, en el que el propio Tarantino aparecía haciendo sus bromitas, y se continúa ahora con este filme descerebrado y obtuso, carente de todo interés y que responde por Luna sin miel, gentileza hispana del original Feeling Minnesota, una al parecer comedia negra que poco tiene de comedia, y mucho menos de negra.La película, que no pasa de un regüeldo adolescente, muestra la relación entre dos hermanos que viven desde la más tierna infancia soltándose sopapos sin ninguna excusa, se supone que por aquello de que los niños son así. Ya adultos, ambos viven en el lado malo de la vida, ladronzuelos de poca monta que terminarán compartiendo, muy al pesar del mayor (D'Onofrio), a una atractiva chica (Díaz), literalmente regalada por un gángster para que se case con él, una manera como cualquier otra de fastidiarles la vida a ambos. Pero, en realidad, los hermanos no llegan a compartirla, toda vez que ella pierde instantáneamente los frenos cuando contempla por vez primera el palmito de Reeves.

Luna sin miel

(Feeling Minnesota). Dirección y guión: Steven Baigelínan. Fotografía: Walt Lloyd. Musica: KarenRaclítinan. Producción: Danny de Vito, Michael Shamberg y Stacey Sher. Estados Unidos, 1996. Intérpretes: Keanu Reeves, Carneron Díaz, Vincent D'Onofrio, Dan Aykroyd, Tuesday Weld, Courtney Love, Delroy Lindon. Estreno én Madrid: cines Palacio de la Prensa, Canciller, Conde Duque y Princesa.

Espeso absurdo

A partir de ahí, el filme se adentra en el más denso, espeso absurdo. La chica, su cadáver en realidad, se convertirá en moneda de chantaje, lo que provocará alguna que otra, muerte, un numerito cómico que el director, el canadiense debutante Steven Baigelman, le hace hacer al pobre D'Onofrio, un actor más que solvente, aquí literalmente convertido en un pelele, y un final entre edulcorado, postizo y supuestamente sorprendente que a nadie sorprende. Las bromas a costa de tiros que se escapan, balazos que van a dar donde uno no espera, bofetadas a destiempo y lindezas por el estilo constituyen casi el único bagaje del filme y no ayudan precisamente a que uno se lo tome mínimamente en serio.Hablar del trabajo de Baigelman puede resultar un contrasentido: lo suyo es poner la cámara y permitir el desmadre total de sus actores.

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