Olof Palme, ¿víctima del "apartheid"?
Dos ex jefes de los servicios secretos implican a Suráfrica en el asesinato del primer ministro sueco
El hombre que disparó contra el primer ministro sueco Olof Palme la noche del 28 de febrero de 1986 se llama Anthony White y muy probablemente vive ahora en la zona e Chipre ocupada por el Ejército de Turquía.Esta impactante acusación fue formulada a diversos periodistas suecos que se encuentran en Suráfrica por Dirk Coetzee, el hombre que dirigió los escuadrones de la muerte del régimen racista de Pretoria hasta finales de los años ochenta, cuando, con su agudo olfato de criminal profesional, intuyó que era el momento de bajarse del caballo y acogerse a la condición de arrepentido dispuesto a contarlo todo.
Las palabras de Coetzee vinieron a confirmar y dar mayor credibilidad, por cuanto identifican al autor material del crimen, a las pronunciadas el pasado jueves ante la Comisión de la Verdad que investiga los horrores del apartheid por el coronel Eugene de Kock, ex jefe de los servicios de seguridad qurafricanos.La noticia de la conexión surafricana ha causado conmoción en Suecia y provocado diversas reacciones, aunque con un denominador común: el de otorgarle un razonable margen de credibilidad. Después de 10 años de gruesos errores en la investigación, por calificarlos de una forma benévola, que se hicieron evidentes desde el momento mismo del crimen, la opinión pública sueca terminó perdiendo toda esperanza de que el asesinato pudiera ser algún día aclarado. El vuelco inesperado aportado por las informaciones de los ex agentes surafricanos ha llevado al Gobierno y a la justicia de Suecia a adoptar medidas para tratar de profundizar en la nueva pista y determinar su grado de validez.Uno de los implicados en las declaraciones de De Kock es el superespía Craig Williamson, al que señaló como el cerebro de la Operación Long Reach (Largo Alcance) con que habría sido bautizado el plan destinado a la eliminación de Palme.Williamson se había infiltrado en las organizaciones que luchaban contra el apartheid, y especialmente en una que funcionaba en Ginebra (Suiza), controlada por hombres del entorno cercano al primer ministro sueco, que tenía como cobertura oficial la distribución de becas de estudio para jóvenes surafricanos que habían huido de su país.
Williamson, que llegó a ser vicepresidente de dicha organización, no tuvo dificultad en ganarse la confianza de los suecos y acceder a informaciones confidenciales sobre las actividades de Palme. Según se cuenta, este agente, con una larga lista de crímenes en su haber, desempeña su papel con tanta convicción que en alguna oportunidad se dejó incluso torturar por la policía surafricana para disipar cualquier duda. Residió varios años en Suecia, y según datos aportados estos días por fuentes de la policía sueca, que lógicamente prefieren permanecer anónimas, tenía buenas relaciones con algunos miembros de los servicios de seguridad de este país. Vivió varios años en Estocolmo incluso se encontraba en la capital sueca la noche del tentado viviendo en un apartamento muy próximo al lugar donde se cometió el crimen.
También ha trascendido que policías suecos viajaron con anterioridad a 1986 a Suráfrica y mantuvieron contactos con sus colegas de allá. Los motivos de esos contactos en momentos en que las relaciones entre ambos países eran francamente hostiles y el Gobierno de Suecia, y particularmente Olof Palme, no ahorraban oportunidad para condenar al régimen del apartheid, no se han explicado todavía. Lo que sí se sabe es que la pista surafricana y el propio Williamson estuvieron en la mesa de los investigadores desde el primer momento posterior al crimen. Pero aferrados a la teoría del loco suelto y a la pista kurda, aquéllos fueron desechados.
Aunque la versión de ex agentes capaces de todo para intentar salvarleel pellejo es siempre motivo de dudas, hay razones objetivas para darle verosimilitud. De confirmarse, seguramente habrá grandes sorpresas. Una operación de esa naturaleza no suele realizarse sin conexiones en el país donde se efectúa.
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