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Caídos en la batalla de Jerusalén

Los palestinos entierran como a héroes del islam a sus muertos en la sangrienta 'guerra del túnel'

A Jalal Ibrahim Ayesh lo enterraron ayer como a un héroe en una tumba sencilla no lejos de la huerta de su padre en la aldea palestina de Al Tira. Centena res de palestinos que ondeaban banderas verdes con versículos del Corán o llevaban guirnaldas de pino y buganvillas le tributaron un largo homenaje en la procesión que partió de la mezquita local. En su sermón semanal, el jeque había hablado de la causa palestina y del supremo destino del islam. Pero el epitafio de Ayesh fue simple: "Caído en la batalla por Jerusalén. Mabruk Ya Shahid! (felicitaciones, ¡oh martir!)", dice la pancarta de cartulina que quedó en el cementerio.Jalal Ibrahim Ayesh tenía 22 años y era policía palestino. El retrato fotocopiado que portaban ayer los dolientes mostraba a un joven con una boina negra como el bigote de su rostro delgado y moreno. Como los más de 60 palestinos abatidos en las batallas campales de los últimos días, Ayesh entró a la galería de héroes del islam. Prácticamente al mismo tiempo, Israel lloraba a la larga decena de soldados israelíes muertos en la nada épica y desigual guerra del túnel, que ensangrienta una vez más la Tierra Santa.

El de Ayesh fue un funeral especial. De los 23 policías palestinos abatidos en los combates de Gaza y Cisjordania él era el mas joven. "Siempre quiso ser policía. Quería que en Palestina gobernara la ley porque creía en la ley. Solía decir que algún día los palestinos tendrían una patria propia con Jerusalén como su capital porque ,eso dice la ley, que reconoce todo el mundo menos Israel", decía un anciano cabizbajo que dijo ser su tío.El sueño de Ayesh se vio truncado el jueves, cuando su puesto en la carretera que une Jerusalén con Ramala cayó bajo el intenso fuego israelí. No se sabe si el joven murió disparando como muchos de sus compañeros. Pero lo que se desprende del certificado de defunción es que su muerte fue violenta e instantánea: dos impactos de bala de grueso calibre. Uno en la cabeza, otro en el tórax. El informe forense apunta que la trayectoria de los proyectiles fue acentuadamente oblicua, de arriba hacia abajo. "Fue acribillado desde arriba, desde un helicóptero", afirmó el cirujano jefe del hospital de Ramala, Faisal Abdel Latif.

Lo cual es perfectamente Posible. Ayesh estaba en el puesto de control de la policía palestina justo a la entrada de Ramala. Una posición que reflejaba lo rudimentario y desorganizado de cualquiera de los operativos de los agentes palestinos: dos barriles vacíos pintados con los colores de la bandera palestina, unos bloques de cemento y, a la vera de la carretera, una camioneta verde destartalada y con los neumáticos ya lisos, de las que Estados Unidos regaló a los palestinos hace tres años. Ese puesto mantenía ayer los rastros de la batalla del jueves. Piedras, neumáticos quemados y agujeros de bala en el asfalto y en las paredes de casas a primera vista vacías.

Esta línea de frente del viejo conflicto palestino-israelí, en su versión más reciente, se caracteriza por dos cosas: la policromía de los policías palestinos y su falta de experiencia.

Unos visten uniformes verde olivo, otros azul, y no faltan los que van de negro. Estos últimos son cadetes de la Marina palestina cuyo único acceso al mar está en las playas de Gaza, a más de 60 kilómetros de distancia.

Unos están armados con fusiles de asalto Kaláshnikov AK-47. Otros portan ametralladoras belgas. El que actúa de correo monta una motocicleta alemana y lleva al cinto un revólver norteamericano.Bautismo de fuego

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Para todos los que estaban ayer de guardia allí, los combates de los últimos días han sido su bautismo de fuego. Y, a juzgar por la conducta de algunos, ha sido un milagro su propia supervivencia.

Los chavales fumaban y conversaban bajo una palmera, justo enfrente del Al Bira Tourist Hotel, ofreciendo un blanco perfecto para los francotiradores israelíes apostados a unos 200 metros sobre el camino y a una distancia similar en las colinas.

"Allí hay un tanque", decía casi con secreta admiración un policía novato que dijo llamarse Mohamed Al Fakah y que apuntaba a un promontorio cercano. Al Fakah tiene 21 años. Jamás combatió en el Líbano. Su formación militar comenzó en un campo de refugiados cerca de la aldea de Jenín. Tiraba piedras en los días de la Intifada. Hoy tiene un fusil, pero lo lleva con evidente descuido. El seguro de su arma estaba desactivado, pero si por accidente se le disparaba tampoco habría mucho que temer. Fakah tiene un solo cargador y, ¿quién sabe?, dicen que se le han acabado las balas.

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