Mientras llega Ligeti
Alerta roja en el mundo de la música: Ligeti, el gran György Ligeti, uno de los compositores más seductores del siglo, todo un clásico en vida, va a visitar Alicante y Madrid en los próximos días. Dos conciertos monográficos con el Ensemble Modem de Francfort (el mejor grupo de música contemporánea en Alemania según el Frankfurter Allgemeine Zeitung) y dos encuentros abiertos con el público acompañarán su estancia en España.Mientras llega Ligeti, Alicante y Madrid animan las vísperas: la primera con la XII edición de su Festival Internacional de Música Contemporánea, la segunda con el estreno mundial hoy mismo de un espectáculo musical de José Luis Turina en la apertura del renovado teatro del Círculo de Bellas Artes. Y a la vez que esto ocurre en la Península, Víctor Pablo Pérez y la Sinfónica de Tenerife velan armas para su presentación en Londres la próxima semana con el compositor hispano-británico Roberto Gerhard como bandera.
Ligeti, José Luis Turina, Gerhard de la mano de Víctor Pablo y sus músicos canarios: qué agenda para los nuevos mandatarios culturales del PP, estar aquí y allá, apoyar con una simbólica asistencia sus compromisos y buenas intenciones respecto a la música. ¿Quién se acuerda durante estos días del Real, del Liceo y otras obsesiones que nos tienen con el alma en vilo semana tras semana?
La tregua contemporánea que vive estos días la música en España invita a que sus prioridades se contemplen desde otros ángulos. Porque, al margen del entusiasmo que mueve este comentario con la trilogía Ligeti-Turina-Gerhard, es precisamente en el marco de la música del siglo XX donde se sitúa uno de los principales problemas de la cultura musical española: la carencia de un grupo especializado de primerísima línea al estilo del Ensemble InternContemporain de París, el Klangiorum de Viena o el mismo Ensemble Modern de Francfort. El tema es, evidentemente, de alta política cultural, pero su repercusión en la normalización y apertura del repertorio musical es fundamental.
Tenemos auditorios (mejor o peor aprovechados), tenemos orquestas (unas más adecuadamente planificadas que otras), tenemos grupos de música antigua muy notables, tenemos buenos compositores e intérpretes, pero nos falta una agrupación centrada en el siglo XX como las citadas más arriba, y no precisamente porque no haya músicos preparados. Todo ello, reconociendo la labor pionera y heroica del Grupo Círculo, o del Koan, o del Lim o del Diabolus in Musica, y tantos otros que en una u otra época han cogido el toro por los cuernos dejándose la piel para dar respuestas urgentes a necesidades elementales.
Pero, en fin, no era hoy mi intención poner en primer plano las ausencias, sino subrayar las presencias. La de Ligeti es clave, sobre todo en un momento en que el mundo musical está rendido a sus Pies. Sony va a sacar en breve una integral discográfica de su obra orquestal dirigida por Esa-Pekka Salonen. El Festival de Salzburgo (para 1997) y el Chátelet de París (en 1998) coproducen un montaje de su ópera El gran macabro con Peter Sellars y, de nuevo, Salonen (¿llegará al Real o al Liceo?). Londres, Amsterdam, Berlín y varias ciudades de Estados Unidos y Japón están organizando, asimismo, varias series de conciertos sinfónicos.
De José Luis Turina siempre se espera el equilibrio entre el dominio constructivo y la expresividad sensible más comunicativa. Está muy lejos en el tiempo su obra escénica anterior Ligazón, sobre textos de Valle-Inclán con lo que La raya en el agua se presiente cargada de interés. En cuanto a Víctor Pablo, apóstol de Gerhard en el año Gerhard, hay que destacar que le está cogiendo el gusto a llevar orquestas españolas por Europa. Con la de Galicia actuó en la Konzerthaus de Viena; a la de Tenerife la somete al tercer grado del Royal Festival Hall de Londres.
"La música es el tiempo suspendido, el medio de abrir nuestra imaginación a nuevos espacios", escribió Ligeti. Uf, ya queda un poco menos para que llegue.
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