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Tribuna
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Multas

El Ayuntamiento ha encargado a una empresa americana la notificación de las multas de tráfico, y nosotros aquí, tan tranquilos. Muchos ciudadanos ya han recibido a esos notificadores y se quejan del modo y el trato, del fondo y la forma. Unos hablan de indiscreción, otros de veladas amenazas, todos de que no sean los propios agentes municipales quienes hagan la gestión.

Y la vida sigue...

El poder -incluso el municipal, que es más de ir por casa- se toma unas atribuciones que serían impensables en una sociedad bien organizada. El poder se monta en la chepa del ciudadano si le da la gana y al ciudadano no le queda más remedio que callar. La queja famosa del gallego, elevada a categoría: "Te mean y has de decir que chove".

Estos polvos vienen de aquellos Iodos. Estos polvos de la prepotencia de quienes ejercen cargos políticos y administrativos provienen de los Iodos de la pérdida del sentido crítico, de la renuncia a unos derechos ciudadanos inalienables, de la sumisión gratuita.

La ciudadanía se ha perdido el respeto a sí misma. La ciudadanía ha asumido los más dispares liderazgos en todos los órdenes imaginables, y ahora paga por ello. Basta que los canales de la propaganda (hoy la llaman promoción) emitan un mensaje, para que lo acepte sin reservas. Y, así, políticos, financieros, futbolistas, presidentes de club, toreros, conjuntos, colectivos, gentes de la farándula y el cante, gentes que sólo saben poner la cara y la tienen bien dura, facinerosos de toda laya, se convierten en líderes indiscutidos simplemente porque lo dictan ciertos medios de comunicación.

Con las ideas aún se manejan mejor los canales de la propaganda. Solidaridad es el lema que ahora se lleva; en consecuencia, es uno de los términos que utiliza más frecuentemente la ciudadanía, y suele ser para denunciar actitudes insolidarias... en el vecino de al lado. Ser solidario de verdad, sin embargo, es distinto asunto. Ser solidario de verdad requiere una bondad de corazón, una generosidad y a veces un sacrificio que van más allá de las grandes palabras y las frases redondas. Y no parece que se prodiguen mucho estas virtudes en la actividad cotidiana. Vivimos tiempos en que cada uno va a lo suyo, cada cual que arree y a quien Dios se la de san Pedro se la bendiga.

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Se extrañan quienes han recibido la visita de los notificadores americanos de multas, de la información que poseen sobre el destinatario, con datos ajenos a los de la notificación. Sólo faltaría que la alcaldía les hubiera facilitado el acceso a esos ficheros informáticos de legitimidad dudosa que circulan por ahí. Hay, no obstante, otra fuente. Al parecer, los habilidosos notificadores van por la vecindad, preguntando, y el vecindario, en lugar de Pegarles con la puerta en las narices, les da cuenta de la vida y milagros del destinatario de la notificación.

. La Constitución establece que vivimos en un Estado de Derecho pero a uno le gustaría que además se notara. Un estado de derecho no es aquel donde el Ayuntamiento ¡inpone multas y las cobra mediante contrata con utilización de malas artes. La multa es un acto administrativo delicado que requiere expediente, demostración de culpabilidad, audiencia del presunto culpable, exposición de atenuantes y agravantes, interposición de recursos e intervención de los órganos judiciales, que decidirán si procede la pena.

Un estado de derecho como Dios manda permanece alerta por si el poder político (o el municipal o el económico) se extralimita en detrimento de la ciudadanía. Una ciudadanía organizada como Dios manda se rebela contra el poder político (o municipal o económico) que se extralimite en su perjuicio. Puestos a comparar, una infracción de tráfico merece penalizarse con multa, de acuerdo; pero una alcaldía que pretende cobrar esa multa encomendando la gestión a unos individuos sin escrúpulos, prepotentes y amenazadores, que atentan contra la intimidad de las personas, merece la censura, el oprobio y la denuncia en el juzgado de guardia, por delictiva.

Esta alcaldía madrileña ya le está empezando a caer gorda a un servidor.

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