Oposición ausente
LAS PRIMERAS agarradas serias entre Gobierno y oposición, tras el largo periodo de descompresión de González y el eclipse de los socialistas, han coincidido con el inicio del nuevo curso. Los presupuestos son la pieza central de este choque político, por mucho que Julio Anguita trate de introducir en la escena un debate sobre el papel del Rey y los límites de su discurso público. En una semana el Gobierno tiene que cuadrar unas cuentas del Reino que cumplan el compromiso europeo de reducir el déficit al 3%. Y a la hora de reducir gastos o aumentar ingresos tropieza no sólo con la oposición, sino también con sus aliados nacionalistas e incluso con las autonomías que gobierna el propio P,P.La discusión sobre el proyecto presupuestario y el cierre del nuevo pacto de financiación autonómica marcan la hora de la verdad del nuevo Gobierno y de la nueva oposición surgidos tras las elecciones del 3 de marzo. De momento, y a tenor de lo sucedido desde entonces, ni el Gobierno ha logrado consolidar una línea de actuación coherente ni la oposición socialista ha hecho valer sus nueve millones de votos. La agenda política que se avecina debe servir al fin para medir la consistencia de ambos: si el Gobierno, tras un periodo de tanteos, amagos, dudas y bandazos, ha tocado tierra firme y define mejor que hasta ahora sus prioridades y si la oposición tiene algo más que ofrecer que puntualizaciones deslabazadas a lo que hace o deja de hacer el Gobierno.
Sin oposición es casi imposible que pueda haber un buen Gobierno. Los riesgos de que el partido en el poder hegemonice la vida política aumentan enormemente. La ausencia de una oposición fuerte y bien articulada durante buena parte de la etapa socialista no fue ajena a las deformaciones del poder -patrimonialización, corrupción, debilitamiento de los mecanismos de control político y parlamentario...- que han dejado tan pesada herencia. Si alguna lección puede sacarse de esa época es que no hay un buen Gobierno sin una oposición firme, que. pueda ser creída como alternativa. De ahí que la larga ausencia de Felipe González de la escena política sea una cuestión ,que trasciende el ámbito del PSOE. Nueve millones largos de votantes depositaron en él una confianza que hasta ahora ha quedado defraudada.
¿Pero está González en las mejores condiciones para_asumir esa imprescindible tarea de oposición al Gobierno del Partido Popular? El vicepresidente Alvarez Cascos le negaba el viernes autoridad moral para liderar la oposición. Es una frase dicha en un mitin por el político del PP que más se ha especializado en la función de ariete y, por tanto, debe ser relativizada. Pero no se puede negar que el hecho de. que no se haya despejado la situación procesal de González en el sumario de los GAL en nada contribuye a reforzar su papel como líder de la oposición. Pero esa incógnita procesal ya estaba planteada antes de las elecciones y pese a ello González decidió presentar su candidatura. El dirigente socialista no puede seguir eludiendo por más tiempo sus obligaciones como líder , de la oposición, aunque la Sala Segunda del Supremo pueda tardar aún meses en resolver si le cita a declarar y si lo hace en calidad de testigo o de imputado.
En todo caso, y al margen del serio dilema que se le plantea al PSOE de encarar su renovación sin dilapidar el capital político que acumula González, los socialistas no pueden mantener el bajo perfil que han mostrado hasta ahora. La oposición responsable de la que hablan, contrapuesta a la que el PP les hizo a ellos, no implica dejar el campo libre al Gobierno por falta de alternativas. El consenso en temas de Estado o la meta común de Maastricht no excluyen vías diferentes de alcanzar esos objetivos por parte de un Gobierno conservador y una oposición progresista. La oposición ejercida por el PSOE apenas ha ido más allá de amagos de recurso al Tribunal Constitucional decreto-ley de medidas fiscales o pacto de financiación autonómica- sin articular un discurso alternativo. Ésa es la tarea más urgente del PSOE, sin que pueda escudarse en sus problemas internos o en la., sombra judicial que se cierne sobre González.
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