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Cuestiones racionales

Juan José Millás

El juez instructor de una causa pendiente contra Milud Jedari, el inmigrante argelino que perdió una pierna, un pie y un ojo en el metro por defender a una menor, ha declarado que la justicia no es absolutamente irracional. Nos alegramos mucho de ese pequeño margen de cordura que su señoría atribuye a la magistratura, y confiamos en su ensanchamiento aun a costa del esfuerzo intelectual que ello pueda suponer en quienes se han dejado la razón en una oposición de locos. Lo que sí es absolutamente irracional es que para llegar a un piso de Delicias desde un calabozo de la plaza de Castilla sea preciso dejarse tantos órganos en el camino.Por otro lado, la hermana de un portugués de color apuñalado recientemente en Alcobendas declaraba con expresión confundida: "No lo entendemos, nos parece completamente irracional que alguien apuñale sin más a una persona que volvía de tomar una copa sin meterse con nadie". Otra vez con la razón a vueltas. Antonio José dos Santos Évora, que ése es el nombre de la víctima, recibió dos pinchazos: el primero se abrió paso a través del tórax, en busca del pulmón, mientras que el segundo, penetrando por la zona abdominal, le produjo múltiples perforaciones en el intestino. Pronóstico: muy grave; irracional, a todas luces. Antonio José es sin duda un héroe del absurdo que merecería por lo menos tanta ayuda como Milud Jedari, pero a la solidaridad le pasa lo mismo que a la justicia: que no es absolutamente racional. Además, el símbolo debe ser un bien escaso y si empezamos a premiar a todas las víctimas de las agresiones racistas, tal como está poniéndose el patio, nos cuesta un ojo de la cara.

Un ojo de la cara, además de una pierna del tronco, es lo que le costó a Milud erigirse en símbolo de los buenos sentimientos de los madrileños. Ahora, en su piso amuleblado de Delicias, acompañado por un asistente social que le prepara la comida, visitado por las autoridades en busca de la foto, y protegido por una cuenta corriente de cinco millones de pesetas, el buen Milud se pasará noches echando cuentas, a ver si le cuadran los miembros perdidos con los ingresos y la racionalidad justiciera con el miedo. Por si fuera poco, Recreativos Franco, una empresa de máquinas tragaperras oscuramente relacionada con aquellos apartamentos de Miami adquiridos por gente del Ministerio del Interior, le ha ofrecido un trabajo.

Y es que la realidad tampoco es absolutamente racional, qué le vamos a hacer. Mientras servidor leía en el bar de la esquina la noticia de Milud, un ama de casa algo ludópata se dejaba el dinero de la compra en una tragaperras que Dios mediante proporcionará un medio de vida al inmigrante argelino. Aquella señora era a su modo una heroína de la vida cotidiana. Los años, al tiempo que habían ido poniendo kilos en su cintura, le había amputado las ilusiones de la juventud con la crueldad con que la rueda del vagón del metro había segado la pierna de Jedari. Pero quién iba a saberlo, si ella no gritaba y su historia no había salido en los periódicos.

De súbito, el Ministerio del Interior, Recreativos Franco, Milud Jedari, Antonio José dos Santos, la gordita ludópata y yo mismo formábamos parte de un circuito misterioso, tan irracional como la justicia, por lo que nada podíamos reprocharle. Bastante hacía el juez con tener en cuenta el heroísmo del inmigrante a la hora de instruir su causa.En alguna medida, y aun a costa de parecer más racionales de lo que la corrección política aconseja, podríamos afirmar que el argelino tuvo la suerte de estar en el momento preciso en el lugar adecuado. A pesar de ello se dejó un pie, un ojo y una pierna.

Pensemos, pues, en lo que pueden llegar a perder esos rostros de todas las razas y colores con los que nos cruzamos cada día, y que evidentemente no están donde deben a la hora que conviene (la gordita ludópata, pobre). Quizá no sea absolutamente, racional sufrir por ellos con la misma intensidad con la que nos alegramos por la nueva vida de Milud. O sea, que cuando todo el mundo se equivoca todo el mundo tiene razón. Que es a lo que íbamos.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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