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Mentiras al descubierto

Victorino / Esplá, Tato, Liria

Toros de Victorino Martín (uno rechazado en el reconocimiento) y 2º de Salvador Guardiola: chicos, flojos -varios inválidos-, con casta.

Luis Francisco Esplá: estocada (silencio); pinchazo, media atravesada trasera contraria, rueda de peones que ahonda el estoque -aviso- y descabello (oreja). El Tato: bajonazo (oreja); estocada -aviso- y tres descabellos (oreja con escasa petición). Pepín Liria: estocada trasera caída -aviso- y dobla el toro (oreja); estocada delantera caída perdiendo la muleta (dos orejas). Plaza de Guadalajara, 20 de septiembre. 2 a corrida de feria. Cerca del lleno.

La corrida de los victorinos (con perdón) puso al descubierto algunas de las mentiras que con mayor intensidad propalan los taurinos. La corrida (con perdón) de los victorinos fue como la verdad revelada.

Corrida chica y aun así interesante, incluido el ejemplar de Salvador Guardiola que sirvió de remiendo a la ganadería anunciada. Corrida chica, con mucho que torear. Y mientras la toreaban (o no), dio mucho que pensar.

Dicen los taurinos que los toros se caen por exceso de peso. Mentira: los victorinos padecían defecto de peso -todos por debajo de los 480 kilos-, y se caían. El de menor romana -445 kilos según la tablilla- no paraba de caerse.

Dicen los taurinos que los toros se caen por bravos, pues se emplean (curiosa palabra de la moderna jerga taurómaca), mientras los mansos no se caen porque -obviamente- no se emplean. Mentira: el victorino quinto, manso reservón y escarbador, fue el que más se cayó.

Dicen los taurinos que la caída de los toros se debe al descastamiento generalizado de las ganaderías. Mentira: las ganaderías de Victorino Martín y de Salvador Guardiola tienen casta. Y sus toros se caían.

Casta. Casta de la buena fue precisamente lo que salvó a la corrida chica de Victorino Martín (con perdón) y al remiendo de Salvador Guardiola. Casta que propició el interés de la lidia e introdujo en los sucesivos tercios factores de emoción.

Los encastados victorinos -y el Guardiola- no se dejaban pegar pases porque sí. Con una varita de trámite quedaron listos todos -excepto el sexto, que tomó dos- y, sin embargo, se iban arriba en banderillas, pasaban recrecidos a la muleta y los toreros no podían perderles la cara en ningún momento.

Sacaron nobleza, mas no por eso dejaban de ser toros de cuidado. A los seis ejemplares se les pudo hacer el toreo de la punta al cabo, desplegando su cabal repertorio, y en cambio lo que no se podía era pegarles pases superficiales a la manera habitual, que es cuando salen borregos.

Para llevar al caballo al tercero, Liria le presentó el capote como de común se hace con los borregos, y el victorino lo tomó imprimiendo tal arrancada de toro bravo que de poco le manda al tendido. No se coló: simplemente el vendaval que levantó su fiera embestida desequilibró al diestro y lo desplazó varios metros allá.

Los tres espadas se comportaron con indudable pundonor, tuvieron mérito al encarar valientes el genio codicioso de aquellas menudencias y se les recompensó con largueza: seis orejas, seis, a repartir; lo cual no significa que ejecutaran ese toreo puro que demanda el toro de casta. Entiéndase: no el toreo de exquisiteces y aromas, sino las suertes de dominio, las faenas hondas y medidas, que constituyen el toreo auténtico.

Esplá libró con buena técnica los peligros de su primer toro. Al otro le dio buenos derechazos y naturales -un afarolado unido al de pecho resultaron magníficos-, pero perdía terreno y, en definitiva, no ligaba. Tampoco ligaba El Tato, que desarrolló con el pico, medio tumbado y la suerte descargada faenas tesoneras e interminables. Las de Pepín Liria resultaron alborotonas, tremendistas -llámanlas asimismo cojoneras- y destempladas.Les dieron las seis orejas -Pepín Liria se llevó la mitad-, no por nada sino porque en cuestión de orejas los públicos son insaciables y les apoyan los presidentes verbeneros. Las orejas ya forman parte del rito de la corrida (con perdón). Dicen los taurinos que nunca en la historia de la fiesta se han cortado tantas orejas como en la época presente, pues hoy se torea mejor que nunca. Mentira: en Guadalajara se cortaron seis, y torear, lo que se dice torear, no toreó ni el portador de la verdad revelada. O sea, Dios.Orejas a Manzanares

Manzanares fue el triunfador de la corrida de la feria de Valladolid celebrada ayer;

Se lidiaron toros de Joaquín Núñez, justos de presencia, flojos y bravos. Manzanares, silencio y dos orejas. Víctor Puerto -que se resintió de su lesión de hombro y pasó a la enfermería-, palmas y vuelta. Rivera Ordóñez, ovacionado.

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