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Carlos Andrés Pérez promete un regreso sin revanchísmo a la política venezolana

Juan Jesús Aznárez

Minutos después de recobrar la libertad, el ex presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, proclamó voz en alto: "¡Ya estoy libre, ya estoy libre!". Había cumplido los dos años y medio de prisión domiciliaria impuestos por malversación de fondos reservados. Avasallado por cámaras, micrófonos y las preguntas de siempre, festivamente exaltado en la finca La Ahumada por un alud de hinchas, Pérez, de 73 años, prometió un regreso político sin revanchismo: "Quienes me han agredio pueden tener la absoluta seguidad de que no intentaré nada que pueda perjudicarles"."¡Qué bochorno, recibir así a un vil delincuente, un vulgar ladrón!", bramaban los detractores más furibundos, contrapunto de quienes le ensalzaban como estadista, par del libertador Simón Bolivar, y de la entrega demostrada por una reportera televisiva en la introducción de su pregunta. "¡Presidente, presidente!", se alzó traspuesta, "¡es usted una leyenda! ", "No, no, todavía estoy vivo", agradeció Pérez. Venezuela vive el síndrome Pérez, corren ríos de tinta sobre sus posibilidades políticas, los debates desmenuzan las consecuencias del sonado retomo, y una emisora abundó con un psiquiatra sobre la "psicótica del poder".

Parece evidente, a juzgar por el revuelo y los movimientos políticos observados en este país, que la vuelta de Pérez alterará la correlación de fuerzas, más acusadamente en el partido Acción Democrática, del que fue expulsado el ex gobemante cuando la justicia dictó, el 18 de mayo de 1994, auto de detención. Pérez atendió ayer a la prensa, honró la tumba del negro Encarnación, portero de Acción Democrática, todo un símbolo, abrazó a la militancia, y departió con el ex presidente de Honduras, Rafael Calleja, Karen de Figueres, madre del actual presidente de Costa Rica, y Cristina Chamorro, hija de la nicaragüense Violeta Chamorro, cuyo Gobierno recibió dinero de los fondos reservados de Carlos Andrés Pérez.

Para el historiador Elías Pino Iturrieta, Carlos Andrés Pérez aún tiene posibilidades porque fue juzgado en solitario, contrariamente a Fernando Collor de Melo en Brasil, con toda una sociedad masivamente clamando por la justicia. "En Venezuela no hubo ese fenómeno, la sociedad no se ocupó del caso, miró silenciosa a un grupo de actores", dice. "El casó fue manejado por una cúpula de políticos que, para bien o para mal, resolvieron enjuiciarlo y condenarlo. Por consiguiente, puede pronosticarse que continúe vivito y coleando con todas sus aspiraciones políticas".

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