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Que cante en catalán

Álex Grijelmo

Sonaba la introducción inconfundible de Paraules d'amor, y el haz de luz blanca silueteó a Joan Manuel Serrat sentado en su taburete ante el micrófono.Quienes le seguimos de antiguo hemos cantado esa letra con él, desde el público y por lo bajinis, decenas de veces, siempre en catalán, lo mismo en Madrid que en Burgos o Barcelona. Pero el 'viernes pasado, con aquellas notas que presagiaban esos versos emocionantes a muchos nos entró esta vez cierta angustia. Nos vinieron a la memoria del corazón los silbidos que el pasado mayo mancharon Las Ventas cuando Serrat abría el festival conmemorativo de los 20 años de EL PAÍS: cantaba Ara que tinc vint anys, una insignia de la nova cançó (el movimiento de cantautores catalanes que en aquellos tiempos, cuando lo que no era obligatorio estaba prohibido, nos agrupó, también en Madrid, contra la dictadura de Franco). Cierto que 500 insensibles pitando vencerán siempre a 40.000 ojos emocionados en silencio, pero aquella fiesta se congregaba en tomo a un diario como EL PAÍS y no podía esperarse una reacción así.

Por eso algunos sentimos un miedo especial el viernes cuando el piano nos invadió anunciando las notas de Paraules d'amor. ¿Podría alguien pitar una de las más hermosas canciones compuestas en España en los últimos treinta años? ¿Podría alguien? Porque quien desahogara así sus complejos no sólo heriría a los viejos seguidores de Joan Manuel, sino también al propio Serrat, al personaje que ha constituido el más conmovedor ejemplo de la lucha por la convivencia de dos idiomas españoles que son sus dos propios idiomas, a ninguno de los cuales renunció jamás. A él, que en esa riqueza histórica de la que pueden disfrutar los catalanes ha sabido ser un gran poeta en las dos lenguas. A él, que se llama Joan Manuel y también Juanito, porque nació fruto de un mestizaje que conserva intactas las dos culturas mezcladas. A él, perseguido y vetado por la propaganda franquista porque quiso cantar en catalán en Eurovisión, y proscrito por los radicales catalanes por haber compuesto decenas de canciones en castellano. A él, hijo de catalán y de aragonesa, a un hombre que tiene tanto derecho a sentirse madrileño como vecino de Poble Sec.No hubo ocasión. Terminó la introducción de Horacio Icasto y entonces Serrat se arrancó con Palabras de amor, en castellano. Por primera vez, Serrat iba a prescindir en Madrid del idioma propio de su tierra. Muchas veces antes había traducido brevemente desde los escenarios madrileños el contenido de sus letras catalanas antes de comenzar cada canción. Lo mismo en los teatros reducidos de cuando entonces, y para la progresía en ejercicio, que en los espacios abiertos de cuando después -Pare, ¿qué l'hi han fet al riu, que ja no canta?- para toda la chavalería de jarana. Jamás nadie protestó por eso. Al contrario. Pero Serrat cambió en Madrid paraules, por palabras y nos llenó de tristeza. Una mujer gritó desde el tendido: "¡En catalán!". Y un hombre desde el ruedo: "¡Sí, en catalán!". Tal vez algunos más también, ciertamente pocos, muchos menos que quienes patearon la petición con pitos.

Y comenzó Serrat la canción en castellano, haciéndonos aflorar los susurros que formaban las eses en la versión catalana. Mediada la letra, fue Ana Belén quien cambió de idioma y la gente se vio desconcertada. Una madrileña de la calle del Oso se arrancaba en catalán -i jo l'estimo encara-, y los desalmados se quedaron en la duda de si los abucheos que tenían previstos tomarían el camino del idioma o de la madrileña. Algunos, no obstante, lanzaron un tímido silbido para que se dirigiera éste a donde quisiese. La renuncia de Serrat y el truco de Ana nos recordaron aquella argucia olímpica, cuando el Rey entró en Montjuïc la los acordes de Els Segadors para que quienes se habían puesto los labios de silbar tampoco supieran qué hacer.

Ojalá todo pudiera ocurrir otra vez en Madrid como en los años en que un catalán era por definición alguien que estaba de nuestro lado. Ahora, maldita sea, la demagogia de los aprovechados, la ignorancia de unos cuantos y el fútbol mal entendido nos llevan a absurdos como el del viernes en Las Ventas, nos sumen en la perplejidad y nos dejan en la duda de si pedirle, o no, a Joan Manuel Serrat que la próxima vez lo intente en catalán como, si, realmente, en Madrid estuviera en su propia casa.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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