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"Algún día volveré a Srebrenica"

Sólo unos centenares de refugiados bosnios se atrevieron a volver a sus casas tras cuatro años de guerra

La emoción y el miedo dominaban ayer a los pocos centenares de refugiados musulmanes bosnios que se atrevieron a volver a sus casas, para votar, por primera vez después de cuatro años. Al dolor por la pérdida de familiares, muertos o desaparecidos en la guerra, a la tristeza de ver sus casas, sus mezquitas y sus cafés destruidos, el puñado de musulmanes que subieron a los autobuses que les trasladaron a los diversos colegios electorales establecidos en la República Srpska debieron sumar el valor de mirar cara a cara a sus torturadores serbios."Mi casa está justo detrás de esa colina", decía con la voz rota por la emoción Sedo, un refugiado musulmán de 42 años que, junto a otros 11 compañeros de tragedia, viajó desde Tuzla, en la Federación Croata-Musulmana, hasta su villa natal de Grbavci, al noreste de Bosnia, hoy territorio de la República Sprska, es decir, controlado por los serbios. "Daría todo por estar en vuestro lugar y poder libremente ver mi casa", comentó llorando a los periodistas.

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Otros refugiados no ocultaban su indignación mientras hacían cola para votar en las calles embarradas y llenas de escombros de sus antiguos pueblos, bajo la mirada hostil de los milicianos serbios. "Hacen esto para que el mundo crea que hay libertad de movimientos en Bosnia, pero nos envían a votar a bastiones chetniks. Es humillante", afirmaba en Prodavanje, a unos 20 kilómetros de Srebrenica, Fátima Husejnovic, líder de la asociación de mujeres de este enclave musulmán que cayó en manos serbias en julio de 1995 y donde la limpieza étnica alcanzó sus cotas de mayor salvajismo.

"No fuimos siquiera ocho los que subimos al autobús", dijo Meho Avdagic, de 52 años. "No me da vergüenza decirlo. Tanto si estas elecciones son verdad como si no, sé que un día volveré a Srebrenica. Podría vivir con los serbios otra vez sin importarme lo que ellos piensen", añadió.También se mostraba confiado Ibrahim Hodzic, de 64 años y uno de los 21 vecinos de Bratunac, localidad del este de Bosnia desde la que los serbios bloqueaban durante la guerra los convoyes humanitarios destinados a Srebrenica. "Vengo a ver mi Bratunac. Sólo quiero que me dejen volver. Quiero vivir donde murió mi abuelo y voy a votar porque quiero ver mi pueblo de cerca. Espero que no sea la última vez", comentó Hodzic. Pero, minutos después, su visión no pudo ser más desoladora: todas las casas musulmanas fueron incendiadas durante la limpieza étnica llevada a cabo por los serbios al principio de la guerra.

Más optimista, Mira Zebic, de 41 años, aseguraba que no tenía miedo. "Veo aquí a todos los colegas de mi marido. Todos me conocen. No estoy asustada... es importante votar en el lugar del que procedes", dijo, convencida de que podrá volver a vivir con los serbios y olvidar los horrores de la guerra. "Tenemos que buscar la paz entre las personas, en nuestras almas y en nuestros niños", agregó.

La otra cara de la moneda eran los miles de refugiados serbios que viajaron desde Belgrado para votar en colegios electorales de la República Sprska o de la Federación Croata-Musulmana. La mayoría lo hicieron presionados por las autoridades serbias, que les han amenazado con quitarles su preciado estatuto de refugiados. "Perderé todos mis derechos como refugiada en - Serbia si no puedo mostrar la marca de que he votado en mi carné", dijo una mujer.

Más critico se mostró Milan, empleado en un hospital: "Este tren simboliza todas nuestras tragedias. Slobodan Milosevic [el presidente de Serbia] nos metió en esta senda de destrucción y ahora quiere que le tengamos lástima. Hemos luchado unos contra otros, hemos destruido nuestras vidas, hemos tenido limpieza étnica en uno y otro lado y ahora pretende que nos perdonemos".

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