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El porqué de las elecciones en Bosnia

¿Por qué se celebrarán elecciones en Bosnia-Herzegovina mañana? Hasta los más ardientes partidarios de los comicios reconocen que llamarlos "libres y justos" sobrepasa los límites de la credibilidad. Tampoco es ningún secreto que los principales partidos serbios y croatas que se presentan a las elecciones están decididos a presenciar la división definitiva de Bosnia. Es evidente, además, que el principal partido bosnio-musulmán, el SDA, tiene, en el mejor de los casos, un compromiso poco sólido con los procedimientos democráticos.¿Por qué entonces están la comunidad internacional en general, y el Gobierno de EE UU en particular, tan entusiasmados en comprobar que los comicios siguen adelante? Hay una contestación clara. La votación en Bosnia tiene más que ver con las elecciones presidenciales en EE UU que con los esfuerzos por reconstruir un pequeño país destrozado en el centro de los Balcanes. El presidente Bill Clinton parece encaminado a la victoria en la campaña contra su adversario republicano Bob Dole. Pero sigue siendo vulnerable en dos áreas: una es el peligro permanente del escándalo en Estados Unidos (y las varias evasivas de Clinton en la historia de Whitewater son bastante embarazosas); la otra es la política exterior. Un bombardero suicida, capaz de liquidar docenas de soldados estadounidenses en Bosnia, podría alejar los votos del titular de la Casa Blanca.

Más del 60% de los estadounidenses siguen pensando que el despliegue de tropas en Bosnia es una malísima idea. Si no llegaran a celebrarse los comicios previstos, difícilmente podría retirarse en diciembre próximo la lfor -la fuerza dirigida por la OTAN que incluye a 20.000 estadounidenses-, como el presidente Clinton prometió solemnemente.

Esa sencilla respuesta a por qué se celebran estas elecciones en Bosnia es correcta, pero no va lo suficientemente lejos. No son sólo los estadounidenses los que insisten en que los comicios sigan adelante, sino todos los gobiernos occidentales. Como hemos visto recientemente en el caso de Irak, los europeos no siempre están dispuestos a apoyar decisiones de política exterior destinadas principalmente a impulsar la reelección de Clinton. ¿Hay entonces alguna razón más profunda para explicar el compromiso de la comunidad internacional con estas elecciones?

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Los comicios tendrán algunas repercusiones positivas, siempre y cuando no caigan en un caos administrativo. Conferirán, hasta cierto punto, una legitimidad democrática a los representantes de todas las comunidades. En la actualidad, después de cuatro años y medio de guerra sangrienta, ningún político bosnio puede decir que tiene un mandato popular. Además, esta votación llevará a la creación de instituciones conjuntas en las que las tres comunidades han prometido participar. Éste es el lado bueno que los mediadores internacionales no dejan de señalar. El lado malo es que todavía no se dan las condiciones mínimas establecidas en Dayton para la celebración de elecciones libres. La ausencia de libertad de movimiento entre las dos entidades en Bosnia (y dentro de cada una de ellas) disuadirá a la gente de votar en lugares de los que fueron expulsados a la fuerza.

Pero, en realidad, las elecciones no son ni buenas ni malas, sino un pretexto para. desviar la atención. Ahora que miles de observadores y periodistas caen en tropel sobre Bosnia-Herzegovina, corren el peligro de pasar por alto el acontecimiento político más importante desde que la división de Yugoslavia se volvió violenta, en junio de 1991. Dicho acontecimiento se produjo el 23 de agosto, cuando Croacia y lo que queda de Yugoslavia (Serbia y Montenegro) firmaron una acuerdo en el que se reconocían mutuamente y establecían relaciones diplomáticas plenas. Este documento pone punto final a la disputa básica que en un principio desató la violencia en la antigua Yugoslavia. Las guerras en Croacia y Bosnia fueron intentos por parte de serbios y croatas de establecer sus nuevos Estados nacionales por la fuerza. Los bosnios musulmanes estaban, para su desgracia, atrapados entre las dos naciones dominantes y, además, mal gobernados por sus líderes.El tratado del 23 de agosto implica que Croacia y Serbia ya no están enzarzadas en una disputa territorial. Además, la comunidad internacional les concedió, a través de los acuerdos de Dayton, control sobre grandes áreas de Bosnia-Herzegovina. Vistas desde este ángulo, las perspectivas de reconstrucción para Bosnia no parecen muy halagüeñas. Esto sólo tiene una enorme ventaja: la gran guerra en Bosnia se ha acabado porque ni los serbios ni los croatas la quieren y porque, en vista de ese consenso serbo-croata, los musulmanes bosnios no pueden librar una guerra para recuperar territorio.

Esto no implica necesariamente que hayamos presenciado el último conflicto armado en Bosnia-Herzegovina. El mapa trazado en Dayton, que dividió el país en dos entidades, incluye varios puntos que siguen siendo altamente discutibles y que podrían tornarse peligrosos fácilmente. De ser así, desencadenarían guerras secundarias y atroces destinadas a alisar las arrugas en el mapa de Dayton y a planchar las costuras de la división territorial.

La alternativa es fomentar un proceso que por lo general resulta odioso a los políticos occidentales: una estabilización gradual del país que primero propiciaría la cooperación comercial entre las comunidades y después la integración económica. Ésta es, definitivamente, una solución poco atractiva para un problema que ha despertado tantas pasiones como Bosnia. Y lo que es peor, exige un compromiso militar a largo plazo por parte de la OTAN. Como dirían algunos de sus detractores, ésta no es una solución al estilo de la de Chipre. La topografía de Bosnia garantiza que, para sobrevivir económicamente, cada una de las tres comunidades depende mucho más de la buena voluntad de las demás que los griegos y los turcos de Chipre.

Carl Bildt me dijo en una entrevista mantenida la semana pasada que, para que la integración tenga posibilidades, Occidente necesitará una fuerza, con tropas terrestres estadounidenses, "al menos hasta sep

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Misha Glenny, autor de La caída de Yugoslavia, es experto británico en nacionalismos del Este europeo.

El porqué de las elecciones en Bosnia

Viene de la página anteriortiembre de l998", que es cuando está previsto celebrar las segundas elecciones de la posguerra en Bosnia. Lógicamente, la presencia militar sería mucho menor que los 55.000 hombres destinados actualmente en Bosnia, pero contituaría, no obstante, un compromiso serio. Este cálculo, hecho por el hombre responsable de poner en práctica los acuerdos de Dayton sobre el terreno, es signifícativamente mayor de lo que el presidente Clinton ha estado dispuesto a tomar en consideración hasta ahora. Pero ésa es la opción a la que se enfrenta el mundo occidental. Si se produce una retirada total antes de, por ejemplo, un año, el destino de Bosnia será entonces la división. Los musulmanes bosnios estarán en la posición más débil, probablemente como vasallos económicos de Croacia. O bien, Occidente puede quedarse más tiempo y destinar más recursos financieros y militares hacia la región, con lo que le brindaría una oportunidad para alcanzar un cierto grado de integración. Ésta, probablemente, nunca será completa, ya que la influencia de Serbia y Croacia inevitablemente irá más allá de lo que normalmente se espera de los Estados vecinos. Pero, con apoyo suficiente, Bosnia podría desarrollar una cantidad mínima de instituciones necesarias para actuar como un Estado coherente y reconocido a escala internacional, y la capacitaría para encarar la cuestión más esencial de la reconciliación, que encierra la clave final para el futuro a largo plazo del país.

Si el presidente Clinton y sus aliados europeos están comprometidos con Bosnia, tienen para rato. En ese caso, las elecciones en Bosnia sí tendrían sentido. Por otro lado, si Occidente quiere hacer las maletas en un plazo convenientemente decente después de las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre próximo, el escrutinio bosnio será denunciado por la historia como la manipulación más cínica de un proceso democrático por parte de los países democráticos. Las elecciones en Bosnia-Herzegovina no tienen nada que ver con la democracia. Son para ver si la OTAN se queda o se va.

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