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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Deseo cumplido

NUNCA NADIE dio tanto por un solo voto. El Partido Popular ha firmado un extenso pliego de contrapartidas a CC OO a cambio de que el único representante de este sindicato en el Consejo de Caja Madrid le apoyara en la operación que ha llevado a la presidencia de la entidad a Miguel Blesa, un asesor fiscal cuyo mejor mérito para este cargo es su amistad con el actual presidente del Gobierno. El voto del representante de ese sindicato en el Consejo de Administración de la entidad era decisivo para alcanzar la mayoría cualificada necesaria para forzar la sustitución de Jaime Terceiro, que ha presidido la entidad durante ocho años y que fue confirmado hace 10 meses con el apoyo del PP.El proceso que ha conducido a ese desenlace resulta bastante representativo de uno de los aspectos más inquietantes de la mentalidad con que los nuevos gobernantes están encarando su política de nombramientos y su política a secas. No sólo por el componente cliente lista, sino por ese pragmatismo rayano en el más desnudo oportunismo que les lleva a aceptar compromisos y establecer alianzas ad hoc, según convenga en cada momento. Definido el objetivo (complacer el deseo de Aznar de colocar a su amigo al frente de Caja Madrid), se supera cualquier obstáculo, aunque para ello haya que pactar con IU y CC OO contrapartidas que condicionan la estrategia empresarial de la Caja.

A cambio de ese codiciado voto el PP de Madrid se ha comprometido a promover una reforma de la Ley de Cajas de la comunidad y de los estatutos de Caja Madrid para garantizar un asiento sindical -esto es, de CC OO- en el comité ejecutivo. El pacto incluye también la consolidación de cuatro pagas extraordinarias, a lo que el propio Blesa y el secretario general del PP madrileño -garante del compromiso- se opusieron cuando este asunto se planteó meses atrás en el Consejo de Caja Madrid. Como se ve, toda una muestra de coherencia política y empresarial.

De entrada, esa obsesión por cambiar a todos los gestores de empresas públicas o semipúblicas, al margen de la eficacia de los gestores afectados, no sólo es discutible, sino abiertamente contradictoria con lo que el PP predicaba desde la oposición. En el caso de Caja Madrid, desde luego, ningún factor diferente al clientelar abonaba la necesidad del cambio. Que el problema no era Terceiro, su gestión, lo prueba el hecho de que le ofrecieran presidir una empresa pública tan importante como Iberia a cambio de vaciar su poltrona para que pudiera sentarse en ella el amigo de Aznar.

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Los populares reprocharon a los socialistas haber colocado a sus amigos en las empresas públicas. Su crítica tenía fundamento, pero amigos o no, en la mayoría de los casos se trataba de gestores acreditados por su trayectoria profesional. Nada sabemos de la especial idoneidad de Blesa para presidir Caja Madrid. Tratándose de una de las primeras entidades financieras del país, sólo cabe desear que acierte en su gestión.

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