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Tribuna:LA PÉRDIDA DE UN VESTIGIO
Tribuna
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Primero ver, después juzgar

"Nuestra crítica suele hacer afirmaciones rotundas, sin mostrarnos el proceso ideológico por el cual llega a establecerlas. Es crítica de autoridad, en parte 'matonería crítica'. El pathos, en forma de simpatía o de antipatía, decide e inspira el juicio...". Antonio Machado.Muchos han escrito sobre los restos hallados en la excavación en la plaza de Oriente pero muy pocos hablaban de algo que hubieran visto; se ha hablado a base de juicios ya formados y previos al hecho de ver y conocer. Unos lo han hecho con disculpable imprudencia, porque no es fácil reprimir ese impulso Cordial cuando te dicen que se está arrasando el patrimonio histórico de tu ciudad. Me temo, sin embargo, que otros han puesto más cabeza, con fines menos altruistas.

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La polémica se ha desatado a raíz de un escrito de uno de los codirectores de las lógicas. Este debate seguirá abierto y confío en que al final la realidad de los hechos acabe imponiéndose. De momento trato sólo de analizar la actuación que, a partir de ese escrito, han seguido algunos medios -este periódico concretamente-, las personas que en éstos han opinado y las administraciones responsables, siempre en función de lo que es el hilo de todo lo que vengo tratando de explicar, es. decir, la necesidad de actuar según esta secuencia: ver primero, juzgar después y juego actuar.

A la vista de los sesgados tituares que hemos leído, uno deduce que a EL PAÍS se le ha subido este verano la sangre a la cabeza en defensa de una causa justa -la protección del patrimonio histórico-, pero prejuzgando que hubo delito; ha hecho del escrito del señor Retuerce un arma de combate y ha buscado cruzados que apretaran el gatillo. Y aquí ha habido de todo: sedicentes expertos que más parece que se han dejado llevar por ese pathos de antipatía al aue se refería

Machado, y lo han hecho encantados; y otros -los menos- que, siendo expertos, se han movido por ese impulso cordial, pero que, en todos los casos, han juzgado sin ver. Algunos han tenido inclu so que salir al paso de las opinio nes que este periódico les atribuía para desmentirlas. EL PAÍS, en suma, este verano se ha travesti do de tabloide, indumentaria que no le cuadra; sólo se me ocurre que en agosto han dejado a inex pertos a cargo del ropero.

¿Y cómo han actuado las Ad ministraciones responsables? La Comunidad de Madrid, que tiene la competencia de autorizar las obras promovidas por el Ayunta miento, ha ejercido su función según lo que los especialistas han visto y han juzgado. Esa tarea ha estado en manos de un equipo de arqueólogos dirigidos por Esther Andreu y Manuel Retuerce que en las fases anteriores de la exca vación emitieron sus informes conjuntamente. Pero en la última fase, el señor Retuerce no ha asis tido regularmente a la ejecución de los trabajos -por decirlo de a manera eufemística-, de tal forma que, concluidos éstos y redactado el correspondiente informe por parte de la señora Andreu, no se pudo contar con la firma de aquél. El señor Retuerce elabora entonces su propia valoración, que difiere de la que contiene el informe de Andreu. A la Comunidad se le plantea ahora un problema que no había surgido antes: decidir a la vista de dos informes contradictorios. El primer informe hace referencia a una cimentación del siglo XI; y a nuevos restos de la Casa del Teoro que, por contener algunos sillares de granito formando una puerta y algunas ventanas, propone sean conservados y trasladados. En el informe de Retuerce no se da mayor importancia a los restos de la cimentación medieval como no sea para documentarlos antes de su retirada; pero se valoran como algo "espectacular" los restos del muro oriental de la Casa del Tesoro, al punto de proponer su conservación in situ. Para abundar en su propuesta, deja una descripción de lo que ve: "...ventanas al exterior (Jardín. de la Reina) enmarcadas con sillares de granito almohadillado de aristas vivas y dovelaje en el que los sillares alternan su longitud... ". ¿Dovelas?, ¿sillares almohadillados?... Pues para que no haya dudas, dibuja lo que ve. El problema está en que lo que ve el señor Retuerce no lo ha visto nadie, sencillamente porque lo existente no se corresponde ni con su descripción, ni menos con su fantástico dibujo. No hay nada más que contrastarlo con las fotografías realizadas.

Esto es lo que se encuentra la Comunidad de Madrid para decidir. En primer lugar, la Comunidad ha debido tener en cuenta el especial nivel de protección de la muralla, por lo que cualquier decisión debía adoptarse con cuidado. Ante la valoración contradictoria de ambos informes, la Comunidad solicita la opinión de un experto medievalista, el profesor Mora Figueroa, de la que se concluye que, una vez documentado el cimiento -que no es parte de a muralla árabe- puede procederse a su vaciado controlado (se rata de un cimiento de argamasa , por lo tanto, no recuperable). Se disipaban así las razonables dudas iniciales.

Pero en lo que se refiere a la Casa del Tesoro. a la Comunidad se le plantearon menos reparos: nadie puso en duda el valor histórico de los restos ni, por consiguiente, su importancia para documentar la historia de Madrid, como de hecho se viene haciendo desde el comienzo de las excavaciones. La diferencia entre ambos informes radica en la distinta valoración relativa desde el punto de vista artístico, que es la que puede justificar su conservación in situ. Y para estimar ese juicio, nada como contrastar el contenido de esos informes con la propia y objetiva realidad; es aquí donde se pone en evidencia la inflada valoración de lo artístico -que no de lo histórico- que hace Retuerce, al comprobarse que lo descrito y calificado en su informe no se corresponde con la realidad material que tenemos enfrente. Esto es tan evidente que no me extrañaría que, a diferencia de lo hecho con el cimiento medieval, la Comunidad no hubiera solicitado ese informe arbitral. Pero la Comunidad no ha querido despachar sin más este expediente y ha actuado de forma escrupulosa. Y aun cuando el escaso valor artístíco de lo hallado no Justificaba su conservación in situ a cualquier coste, siempre merecía la pena estudiar dejar testimonio de lo hallado si ello era factible. Esto también se ha hecho. El Ayuntamiento ha estudiado, a instancias de la Comunidad, la posibilidad real de conservar en su sitio el muro, no sólo en funcion de su compatibilidad con los requerimientos funcionales del proyecto original y de la obra ya realizada, sino de la factibilidad física de su contemplación y puesta en valor, todo ello, claro está, con medios proporcionales al resultado final de exhibir unos restos sin valor artístico, y sólo por dejar testimonio de lo hallado, como ya se hizo con la atalaya medieval que se ha dejado. Se han apuntado para esto soluciones tan rocambolescas como la de mostrar el muro desde su punto de vista natural, es decir, desde el Jardín de la Reina (que sigue enterrado porque queda fuera del ámbito de las obras), creando un gran vestíbulo, lo que significa vaciar hasta la fachada de la Puerta del Príncipe, hasta vaya usted a saber qué profundidad. No estoy hablando de dinero, sino de sentido común. El valor testimonial es un valor relativo. La gente se preguntaría, a la vista del desaguisado: ¿todo este cirio para tan poco? No estamos en Abú Simbel. Ni siquiera allí se optó por desviar el curso del Nilo para mantener in situ esa inmensa joya de más de 3.000 años; se optó finalmente por despiezar el templo y montarlo 180 metros más allá de su emplazamiento original, y ello con el patrocinio de la UNESCO y la aportación de 50 países. Sé que la comparación es desmesurada, pero la traigo aquí para alertar contra los teóricos y para mostrar que la solución adoptada por la Comunidad tiene que ver algo con aquélla: desmontar y trasladar ante la imposibilidad de dejar in situ. Era lo único posible y ya se está estudiando la mejor manera de integrar los restos recuperados.

Es cierto que la responsabilidad de la decisión final para proseguir las obras recae por ley en la Comunidad de Madrid. Pero esto ha quedado reflejado en ciertos medios como si el Ayuntamiento le echara la patata caliente. El Ayuntamiento ha puesto los medios para que las excavaciones se realizaran con rigor y con independencia por los arqueólogos responsables. Ha utilizado 500 millones de pesetas, y aunque se hubiera preferido que ese dinero tuviera su reflejo en algún hallazgo de verdadero valor artístico, tampoco puede decirse que haya caído en saco roto, pues ha contribuido a conocer y a documentar mejor la historia de Madrid.

Y una última sugerencia a EL PAÍS: buceen en su hemeroteca y rescaten el memorable chiste de Forges (del 1 de abril de este año) que tiene que ver muy directamente con el asunto que nos ocupa; no se lo describo aquí porque me da la risa.

José María Guijarro es director de Servicios de Obras del Ayuntamiento.

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