El Papa encaja con optimismo en Hungria el plantón del patriarca ortodoxo de Rusia
,Gyor La jornada de ayer hubiera debido ser un día histórico para la Iglesia católica, en el que el Papa y el patriarca de la Iglesia ortodoxa de Rusia se habrían abrazado para superar nueve siglos cismáticos. Pero éste rechazó la cita y, así, Alejo II y Juan Pablo II no se encontraron. El Pontífice acudió, n obstante, al monasterio de Pannonhalma, aunque sabía desde agosto que no vería al interlocutor deseado. Y desde esa sede milenaria, con inesperado optimísmo, animó a los húngaros asuperar las dificultades del poscomunismo.
Todo había sido puesto a punto en la abadía, iniciada por Carlo Magno para conmemorar una batalla sobre los bárbaros y consagrada como iglesia en el año 1001, para que pudiera celebrarse el histórico abrazo. Alejo 11 había visitado en marzo de 1994 esta colina, distante pocos kilómetros de Viena, de Bratislava y de la ciudad7 húngara de Gyor, que fue un punto de irradiación del cristianismo hacia Oriente y Occidente, antes del gran cisma, y en la que fue coronado el primer rey de Hungría, Estéfano I.El patriarca de la mayor iglesia nacional ortodoxa se entiende bien con el abad de Pannonhalma, Imre Asztrick Varszegi, de 51 años, benedictino conocido por su carácter conciliar y ecuménico en una Iglesia como la húngara, dividida por el tradicionalismo de muchos de sus obispos. Varszegi aplazó hasta septiembre las celebraciones del milenario, previstas inicialmente para el pasado mes de junio, posponiéndolas a unas elecciones rusas que podían plantear al patriarca moscovita dificultades políticas para encontrarse con el Papa polaco.
No está claro, por otra parte, si el retraso en la beatificación de Vilmos Apor, que hubiera podido celebrarse en esta fecha, se debe a problemas verdaderamente procesales o al prudente deseo de no enturbiar la aproximación prevista de Alejo y Juan Pablo con la elevación a los altares de un obispo de Gyor asesinado en 1945 por tres soldados rusos borrachos.
Pero el pasado mes de agosto se reunió el Sínodo de la Iglesia, ortodoxa rusa, al que, a diferencia del Papa, monarca sin restricciones en el seno del catolicismo, debe someter el patriarca Alejo II sus decisiones. Y el resultado de la reunión fue un no seco al encuentro de Pannonhalma con Juan Pablo II.
El plantón del ruso es, sin embargo, un nuevo jarro de agua fría para el objetivo ecuménico con el que este Papa pretende, con insistencia obsesiva, coronar el jubileo que la Iglesia prepara para el cambio de siglo. Significa que la oferta de discutir incluso el primado de Roma, contenida en la reciente encíclica Ut unum sint, no ha despejado las suspicacias que suscita en los "hermanos separados" la rigidez de principios del actual pontificado. Y, sobre todo, que siguen vivos los resentimientos que la competencia religiosa y patrimonial de católicos y ortodoxos ha provocado en la Rusia de hoy.
En contra de lo esperado, Papa no alaudió apenas al problema ecuménico en el discurso que pronunció por la tarde en la bella iglesia policromada de abadía, limitándose a ensalzar labor de los benedictinos. El presidente de Hungría, Arpa Goncz, un conservador que convive con el Gobierno poscomunista de Gyula Horn, le expreso sin embargo, su pesar porque la ansiada cita con Alejo no hubiera podido concretarse.
Goncz habló, en general, los verdaderos temas de este v je con. una claridad y precision que ayer no tuvo el Pontífice. Así, destacó los deseos de Hungría de integrarse en Europa y en la OTAN; recordó al Papa que las indemnizaciones que la Iglesia pretende por los bienes que le incautó el comunismo dependen "de la difícil situación financiera del país", y reconocio que "los cambios políticos radicales" que ha experimentado Hungría han hecho que "entera capas sociales se encuentren una situación aún más desfavorable de la precedente", bajo comunismo.
Fue en la respuesta a ese d curso donde se manifestó el optimismo del Papa, que ha clama contra "el consumismo y el materialismo" extendidos en el Este tras la caída del muro. "Que nadie se desanime por las dificultades del presente; que nadie desprecie los resultados alcanzados", dijo el Pontífice. "Tras los los sucesos dramáticos de este siglo", añadió, "nadie se debe extrañar si el ansiado renacimieto lleva tiempo. Las consecuencias funestas de largos años de dictadura pueden ser superadas material y espiritualmente".
Un retraso inquietante
Juan Pablo II llegó ayer con más de media hora de retraso al avión que había de llevarle a Hungría, y ese dato bastó para sembrar inquietud entre los periodistas que le acompañan, más atentos a noticias sobre la salud del Papa que a los resultados de este viaje. Pero todo pareció deberse a un mal cálculo o coordinación de los transportes, en coche y helicóptero, que el Pontífice tomó para llegar al aeropuerto de Fiumicino. Según avanzó la jornada a Karol Woftyla se le vio ayer cansado, con expresión sufriente y, los crecientes problemas que acusa para moverse y leer sus discursos. Pese a todo, confirmó que el próximo día 19 viajará a Francia. "Saludo a los habitantes de Tours, donde tendré la alegría de llegar dentro de poco", dijo.
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