La guerra del Cáucaso divide a Rusia
La legalización de la presencia guerrillera en Grozni y la renuncia rusa a seguir vertiendo sangre para, reconquistar la ciudad ha creado una situación nueva en la política del Kremlin respecto a Chechenia. Nunca antes había sido tan seria la confrontación entre quienes defienden a toda costa el mantenimiento de la república caucásica en el Estado ruso y quienes están dispuestos a contemplar la independencia como una posibilidad difícil, pero real.El choque de estas dos lógicas -una de las cuales está fijada en la Constitución y la otra en el reconocimiento de los antiguos terroristas como legítimos portavoces de una causa nacional- puede tener consecuencias imprevisibles para el Estado, que pone a prueba su propia integridad; para el Ejército, traumatizado por la humillación sufrida, y para la convivencia entre los chechenos de los dos bandos enfrentados: por una parte, los que apostaron por la independencia, y por la otra, los que se han apoyado en Moscú y ahora temen por su vida.
Doku Zavgáiev, el jefe del régimen prorruso de Chechenia, tiene miedo. De ahí que se oponga furibundamente a los planes del general Alexandr Lébed. Aunque Zavgáiev y sus colaboradores insisten en que los guerrilleros han comenzado ya a poner en práctica la represión con los chechenos promoscovitas, la información es confusa. En Nóviye Ataguí, mientras el jefe del Estado Mayor checheno, Aslán Masjádov, negociaba el sábado con el secretario del Consejo de Seguridad, Alexandr Lébed, un comandante independentista propuso a unos periodistas presenciar el "fusilamiento" de un "colaboracionista" checheno. Los periodistas declinaron la oferta y se quedaron sin saber si estaba diciendo la verdad.
La Administración de Zavgáiev se hacía eco de los rumores según los cuales el ministro de Situaciones de Emergencia y toda su familia habrían sido fusilados por los guerrilleros y de la ejecución de un número indeterminado de policías. El comandante independentista Jankar Israpílov manifestó a esta corresponsal en Grozni que consideraba a Zavgáiev como "una marioneta de Moscú" y "un traidor nacional", pero dio a entender que estaba a favor de un ajuste de cuentas limitado. "Los traidores se pueden contar con los dedos", dijo. "Quienes colaboraron con los servicios de Seguridad rusos deben dejar la repúblicá"', agregó.
Al margen de que Zavgáiev exagere o no cuando expresa temor a la represión, la reconciliación entre los chechenos promoscovitas e independentistas es un problema real. Habida cuenta de la tradición de venganza en los pueblos del norte del Cáucaso, existen sectores de la población chechena que temen por su vida al haberse opuesto a los guerrilleros.
Zavgáiev hubiera querido que el Ejército ruso le sacara las castañas del fuego. Entre el ultimátum del general Konstantín Pulikovski, que Zavgáiev dijo no apoyar, y la retirada de las tropas federales y la formación de patrullas conjuntas con los antiguos enemigos no había más alternativa que seguir enviando carne de cañón rusa a Chechenia. La muerte de miles de chicos de provincias rusos hambrientos y mal adiestrados es un fenómeno que daña a todo el Ejército, sumido en una profunda depresión.
Mientras esté abierta la herida de Chechenia, Rusia no puede dedicarse en serio a la reforma militar y a la construcción de un Ejército moderno. En los puestos militares de Chechenia hay soldados que han cumplido ya desde hace varios meses el plazo de su servicio militar sin que nadie se haya preocupado de desmovilizarlos . Van vestidos con ropa harapienta y, a veces, como pude comprobar, llevan incluso pantuflas de mujer. El general Lébed comprende muy bien que este espectáculo resulta una vergüenza nacional. Y no sólo eso, sino que tiene consecuencias internacionales -en la ampliación de la OTAN- al evidenciar la debilidad de Moscú.
El jefe del Gobierno ruso, Víktor Chernomirdin, y Lébed están de acuerdo en postergar el problema del estatus de Chechenia por un plazo de cinco años. Los independentistas, también. Esta fórmula daría un plazo durante el cual los rusos pueden apoyar a los distritos promoscovitas al norte del río Térek y algunas localidades que se han mantenido al margen de la guerra, como Urus Martán. Los guerrilleros -sin el enemigo ruso para combatir- deberían ocuparse de cuestiones administrativas y problemas cotidianos o buscar otros adversarios.
Moscú tiene palancas suficientes, para que, cuándo se celebre el referéndum, la alternativa de quedarse en Rusia sea más atractiva que hoy y para que los guerrilleros se desgasten en la cotidianidad. Si el referéndum se convoca por regiones, habida cuenta de las zonas promoscovitas, Chechenia se dividirá, y el Estado independiente que pudiera surgir no tendría una vida nada fácil. Una lógica flexible permite a Rusia acotar el problema y cortar de, inmediato una hemorragia que lleva a una crisis total del Estado.
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