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La población civil de Grozni vuelve a sus hogares tras el acuerdo para poner fin a la guerra chechena

Pilar Bonet

Grupos de habitantes de Grozni, la capital chechena, que habían huido para ponerse a salvo de la violencia de las últimas semanas, se aventuraban ayer a regresar a sus hogares, esperanzados por el acuerdo logrado la víspera entre el secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, el general Alexandr Lébed, y el jefe del Estado Mayor de los independentistas chechenos, Aslán Masjádov. Algunos volvían caminando, en pequeños grupos; otros, en coche, y los más numerosos lo hacían de pie sobre camiones destartalados, que les agitaban como sacos de patatas sobre los baches del territorio abrasado por el sol entre el pueblo de Aljan Iurt y el distrito de Chernorechie, al sur de Grozni.

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Al llegar al río Sunzha, que cruza la capital chechena, los conductores echaban el freno y decidían si se arriesgaban a pasar sus camiones sobre el puente semiderruido. El hedor de los cadáveres de dos vacas hinchadas que venía del río apresuraba las decisiones, y las planchas de acero del puente se inclinaban peligrosamente bajo el peso de los vehículos.Desde Aljan Iurt a Grozni iban y venían los guerrilleros chechenos. Algunos volvían a sus hogares de Aljan lurt después de haber combatido hasta el amanecer. Otros iban en sentido contrario y, con el arma en una mano y una bolsa de comida en la otra, regresaban de nuevo, frescos y recién duchados, a sus puestos de combate en la capital. Todos estos desplazamientos respiraban un extraño aire de cotidianidad. El pueblo absorbía como una esponja los camiones llenos de combatientes armados que llegaban de Grozni, y que desaparecían, como engullidos, en los patios de las casas. Un comandante guerrillero, que dijo llamarse Kitaiev y que dio su dirección en Aljan lurt, me comentó que se disponía a ponerse en contacto con las familias de cuatro soldados rusos que los chechenos han tomado prisioneros en recientes combates. Kitaiev, que dijo querer entregar los rusos a sus familias, no dio detalles sobre su paradero, pero el ambiente de apoyo a los independentistas que se sentía en Aljan lurt era tal que daba la impresión de que tanto los prisioneros como los guerrilleros podían estar escondidos en cualquier casa del pueblo.

En el distrito de Chernorechie de Grozni reinaba una calma chicha, interrumpida sólo de vez en cuando por alguna ráfaga aislada. Desde una fábrica incendiada una columna de humo enturbiaba el cielo radiante. Los que regresaban saludaban familiarmente a los guerrilleros, que parecían tranquilos y de buen humor. Uno de ellos descansaba en una butaca a la sombra de los árboles, como un vecino más que hubiera salido a dormir la siesta a la calle. Otro se comía una pera sentado en una acera, mientras se comunicaba con el vigía que, según él, dominaba todo el territorio desde Aljan lurt hasta Grozni.

A juzgar por el relieve de colinas poco elevadas de la zona, el vigía debía de estar en alguna de las torres de la refinería. A lo lejos, en la cresta de una colina, podía verse una posición rusa. Algunos guerrilleros mostraban suspicacia frente a los periodistas extranjeros, pero otros eran extraordinariamente amables, como Ansor, de 32 años, y Ramzan, de 24, que me dieron una vuelta en su coche.Ansor ha vuelto a empuñar las armas en defensa de la independencia tras trabajar como miembro de la escolta del Gobierno promoscovita de Doku Zavgaiev. Tanto Ansor como Ramzan creen que el general Lébed puede acabar la guerra, porque es capaz de comprender que "los chechenos combaten por su libertad y son un verdadero ejército y no un puñado de bandidos".Gracias a Lébed

Las esperanzas puestas en Lébed eran compartidas por diversos interlocutores, como un hombre de negocios que entró en Grozni en el mismo camión de refugiados que recogió a esta corresponsal. "Debemos darle ya las gracias a Lébed por haber hecho callar a los cañones".En un mitin en Aljar lurt sonó también ayer el nombre de Lébed: "Es un político más o menos sobrio", manifestó el anciano Saindi Saorobekov, que dijo tener cuatro hijos luchando contra las tropas federales.

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Lébed, sin embargo, provocaba una reacción más contenida en la localidad de Urús Martan, al sur de Grozni, un lugar que se ha mantenido como una isla de paz en el mar de la guerra. "Si el acuerdo entre Lébed y los guerrilleros legaliza a éstos y margina a los chechenos que no simpatizan con los independentistas, nosotros mismos nos veremos puestos en la ilegalidad", señalaba el médico Abubakar Ibragimov, vicejefe de la clínica local, donde están internados actualmente muchos refugiados tiroteados mientras huían de Grozni.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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