Glamur y patata
Lecciones de belleza y chismorreo de altura con Jean d'Estreés, rey del 'visagisme'
No hay remordimiento más grande que el que puede sentir una mujer concienciada, como yo, viéndose obligada a permanecer al pie de la frivolidad, cuando mi presidente ha regresado ya a su despachito de la inhóspita Moncloa y se ha puesto, diligentemente, a gobernar desde lo más crudo del anticipado crudo invierno, que es el invierno de nuestro descontento, practicando el escatime y la sisa, e inclusive la anorexia social en forma de presupuesto. Nos va a pasar como a Miss Universo, que se ha puesto gorda y se va a enterar. Nos quedaremos sin corona, con una camisetilla tres tallas menor y, además, desprovista del cocodrilo in pectore que todo lo ennoblece.En momentos así quisiera ser trapense, pero como no lo soy, y no puedo descuidar el principal objetivo que me trajo a Mallorca -cultivarme para ascender en la escala social y convertirme en una matrona digna de los nuevos tiempos-, acudí a la vera de un gran visagiste, más que eso, un artista del maquillaje, afincado en Llucmajor, en el interior de la isla, desde hace 25 años. Y Jean d'Estreés, flanqueado por su asociado Miguel Insúa, continuador de la tarea del maestro -que debutó hace casi 50 años irradiando, desde París, su invento del maquillaje a tono con la moda, el pelo, la piel y las características de cada mujer-, me proporcionó sabios consejos que no estoy dispuesta a compartir, porque cuando se trata de enguapecerme me convierto en una loba.
Bette Davis, justamente en La loba, fue una de las muchísimas agraciadas por el arte de Jean d'Estreés, que es un pozo sin fondo de deliciosas historias. La Davis, por lo visto, tenía una nariz algo defectuosa, y además en tiempos en que la cirugía plástica no estaba a punto, y nuestro hombre consiguió que no lo pareciera después de dibujarle los labios de una manera a la que ella no estaba acostumbrada. Y ya saben que tenía bastante carácter, miss Davis, aunque, al final, lo aceptó. La Lollobrigida, en cambio, siempre acababa por retocarse a su manera, y así le fue, claro. Ningún problema tuvo D'Estreés con Ava Gardner, Rita Hayworth, Grace de Mónaco, la Begum. Agá Jan, Claudia Cardinale, Jeanne Moreau y tantas otras como desfilaron por sus centros de visagisme -llegó a tener 50 en el mundo, aunque hoy sólo mantiene el de Madrid- para ponerse a punto.
D'Estreés, que crea el maquillaje de acuerdo con la moda del momento y, siempre con Insúa, convierte luego su creación en un espectáculo que lleva a otros países -empezará la nueva temporada viajando a Miami y Bolonia-, recibió en sus salones de Teherán, que lógicamente abandonó a todo correr cuando en Irán se impuso la moda Batman, a: Farah Diba y, sobre todo, a su madre. Aunque ahora no le faltan esposas de jeque que se hacen preparar cofres con cosméticos, cuyo contenido disminuye por riguroso orden jerárquico. Y así, mientras la favorita se hace con uno de tamaño familiar, la última en el aprecio del jeque sale, como quien dice, con sólo un lápiz de labios en el bolsillo.
Este hombre, de 85 años, ha vivido los grandes momentos de las grandes estaciones veraniegas, de cuando la alta sociedad era de infarto e iba de la Costa Azul a Tánger y de aquí a Capri. Fue uno de los descubridores de Mallorca, y trajo a muchos. Lúcido, divertido, inteligente, recuerda, por ejemplo, que una vez le llamaron para preparar a Sirikit de Tailandia, y cuando llegó a palacio lo que tuvo que hacer fue maquillar a su dama de compañía, pues ningún humano puede meterle mano a la sagrada reina -su marido, sí, porque también es sacro-, mientras Sirikit se acicalaba ella misma, copiando cuanto Jean le ponía a la otra,
Como también es generoso, aconseja a las mujeres que, ahora que el sol reseca nuestra piel, nos la masajeemos con una patata cocida, lo mejor para eliminar células muertas y abrir poros. Desde que me lo dijo, estoy dando el espectáculo en los restaurantes guardándome la guarnición en el bolso cada vez que pido lenguado a la plancha.
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