Euforia en México por el crecimiento económico tras 15 meses de crisis
La salida de la crisis se perfila en México igual de vigorosa que su estallido. Quince meses después de que una desastrosa devaluación del peso arrojase a la que entonces era una de las economías más prometedoras de América Latina a la recesión más dura de su historia, el sacrificio de todo el país recibió ayer su primer recompensa. El Ministerio de Hacienda anunció que el PIB creció un 7,2% en el segundo trimestre, la primera cifra positiva desde finales de 1994 y muy por encima de las estimaciones de los economistas independientes.
La euforia generalizada contrastaba ayer con la calma del presidente Ernesto Zedillo, un economista formado en Yale (EE UU) que ha aplicado sin desmayo un riguroso programa de ajuste. "[El dato] es muy alentador", declaró.Aunque técnicamente la recesión habrá terminado cuando se den dos trimestres seguidos de crecimiento, tras las cifras de ayer, nadie duda aquí de que la crisis, al menos en lo que se refiere al crecímiento, está liquidada. "Es muy factible un crecimiento del 3% y aún mayor este año", aseguró el subsecretario de Hacienda, José Sidaoui. La meta no es modesta si se tiene en cuenta que durante el primer trimestre de este año, la economía mexicana seguía cayendo a un ritmo del 1%.
El sorprendente rebote dado a conocer ayer tiene al menos dos explicaciones. La primera es que efectivamente, en los últimos meses, se ha dado una cierta recuperación, especialmente en las exportaciones, alentadas por la extrema debilidad del peso frente al dólar, lo que ofrecía una competitividad añadida a los productos mexicanos en el extranjero. La segunda es puramente estadística. El segundo trimestre de este año se compara con el mismo periodo de 1995, el más negro de toda la crisis, cuando el PIB sufrió un desplome espectacular del 10,5%.
En cualquier caso, esta temprana y vigorosa recuperación es un tanto que se apunta el presidente Ernesto Zedillo. Desde el estallido de la crisis, Zedillo ha aplicado un duro programa de ajuste pactado con Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI), a pesar de todas las críticas recibidas desde la oposición e incluso desde las filas del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), que ha pagado con una derrota electoral tras otra el descontento de una población que ha visto cómo el desempleo se duplicaba en unos meses y la inflación alcanzaba más del 50% el año pasado.
La devaluación del peso en diciembre de 1994, apenas 20 días después de que Zedillo llegara al poder, puso a México al borde de la quiebra, desató una crisis financiera de escala continental y requirió una multimillonaria operación rescate dirigida por el presidente estadounidense Bill Clinton y el FMI. Desde entonces, la política monetaria mexicana, que el Banco de México condujo un tanto alegremente al dictado de las necesidades políticas del PRI durante la anterior presidencia, la de Carlos Salinas de Gortari, ha ganado en seriedad y rigor.
Quien más ha perdido a lo largo de estos 15 meses han sido, claramente, los asalariados del país. La inflación, del 52% el año pasado y casi el 20% en lo que va de éste, ha corroído el poder adquisitivo de unos sueldos que, por exigencias del plan de ajuste, apenas han subido entre el 10% y el 20%. Mientras, precios, impuestos, servicios y tarifas se multiplicaban contribuyendo al más negro panorama social que México recuerda en muchas décadas.
Esta inusitada recuperación afianza la línea económica seguida por el equipo de Zedillo, hasta ayer atacada desde casi todos los frentes. El subsecretario de Hacienda, José Sidaoui, cree que ahora la discusión está zanjada. "El debate sobre el modelo neoliberal, exportador, neocomunista, simplemente no existe. Queremos construir una economía moderna, eficiente, competitiva. Punto final", asegura.
Para ello, según Hacienda, México continuará aplicando las reformas estructurales que ha venido introduciendo en los últimos años: desregulación de los sectores más fuertemente protegidos y privatización de empresas estatales, aunque algunos de estos procesos, como la venta de la petroquímica secundaria, estén paralizados por la fuerte oposición social y política. El balón de oxigeno recibido ayer por el equipo de Zedillo, paradójicamente, puede no favorecer la posición de quienes, dentro del Gobierno, apuestan por privatizaciones masivas e inmediatas.
Con todo, un crecimiento superior al 3% como el que México parece tener al alcance de la mano este año, no significa que los problemas económicos estén solucionados. Raymundo Winckler, director del Centro de Estudios Estratégicos del Sector Privado (CEESP), califica la cifra de mediocre y asegura que "la meta debería ser crecer por encima del 5%. Los expertos calculan que México necesita crecer al menos a un ritmo del 5% anual sólo para absorber el millón largo de personas que cada, año se incorporan al mercado de trabajo.
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