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Enemigo radical del disco

Ni siquiera toda la literatura promovida por Celibidache y sus seguidores contra el medio discográfico ha impedido que un buen número de interpretaciones del maestro rumano se hayan conservado para la posterioridad gracias al disco, el vídeo o la banda magnética.Sólo al principio y al final de su carrera accedió Celibidache a grabar "oficialmente". Y el primer bloque de grabaciones parece saldarse con un relativo fiasco, ya que ni la calidad técnica de las tomas ni la fuerte personalida artística del joven maestro lograron ígualar el impacto producido por las grabaciones finales de Furtwängler ni por las primeras de Karajan.

A partir de los años cincuenta, cuando la técnica de grabación dio saltos de gigante de la esterofonía y del sonido digital, Celibidache siguió aferrado a postulados pseudofilosóficos cada vez más extravagantes, con los que justificaba su negativa a grabar discos. Con todo, no pudó evitar que las emisoras de radio recogiesen en cinta sus interpretaciones de Beethoven Berlioz, Bizet, Bralims Bruckner, Debussy, Dvorák Haydn, Mendelssohn, Mozart, Prokofiev, Ravel, Schumann, Sibelius, Schubert

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Todo este material, realizado con orquestas casi siempre de segunda fila (RAI, Radios de Stuttgart, Colonia Copenhague, Festival Suizo, etcétera), ha sido recuperado en los últimos años en disco compacto por sellos como ArIecchino, Fonit Cetra o Paragon. Son grabaciones en directo, que sufren de condiciones técnicas a veces deplorables (distorsiones, veladuras ,toses, aplausos, etcétera). Resulta lamentable que la etapa más larga en la carrera de Celibidache esté documentada de modo tan precario. Aún así, la escucha de estos discos permite apreciar la evolución artística y espiritual del maestro, quien a finales de los años ochenta sorprendió al mundo cuando suscribió un contrato multimillonario con Sony Classics para que algunas de sus actuaciones con la Filarmónica de Múnich fuesen grabadas en vídeo.

Estas grabaciones son sin duda la parte más sustancial del legado discográfico de Celibidache. Sus versiones de las Sinfonías 6, 7 y 8 de Bruckner, la Nuevo Mundo de Dvorák, los Conciertos para piano de Brahms, Chaikovski y Schumann (con Barenboim) y la Sinfonía clásica de Prokofiev (ésta, con el ensayo) son grandiosas precisamente en la medida en que contradicen toda una ortodoxia interpretativa. El "filósofo" Celibidache, que escandalizó a público y crítica por su rechazo a la subjetividad de "otros" intérpretes, había alcanzado en sus años finales aquella "verdad" tan buscada a lo largo de medio siglo. Y esa verdad estaba en el fatigoso batir de una batuta cansada de retóricas e iluminada por el último resplandor de la inspiración.

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