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Crítica:XXXVI FESTIVAL NACIONAL DEL CANTE DE LAS MINAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apoteosis con Manolo Sanlúcar

Esta edición del Cante de las Minas ya está en todo su apogeo, desde el momento en que Manolo Sanlúcar ocupó con su gente -Eva Durán, gran cantaora, entre ellos- el escenario del Antiguo Mercado Unionense, ahora ya llamado oficialmente Catedral del Cante, presidido por una reproducción gigante del cartel que Tápies ha realizado para el acontecimiento.En los dos días anteriores habíamos visto unas excepcionales ilustraciones al pregón inaugural, con el baile de Milagros Mengíbar, la música de José Antonio Rodríguez y el cante de Antonio Ayala El Rampa, y un recital de la joven Niña Pastori, quien anda en un cante aflamencado y descafeinado no de gran interés, pero que evidentemente llena los recintos.

De Jerez a Sanlúcar

Guitarra en concierto: Manolo Sanlúcar. Cante: Charlo Lobato y Rancapino. Toque: Manuel de Palma. Baile: Juana Amaya. La Unión (Murcia), Catedral del Cante, 13 de agosto.

Sanlúcar tuvo un triunfo clamoroso con Tauromagia, no sólo su mejor obra sino una de las más importantes de la música flamenca contemporánea. Es un concierto perfectamente estructurado en que recorre a través de los estilos flamencos los diversos personajes, suertes y situaciones de la llamada Fiesta Nacional, desde los maletillas a la salida del torero triunfador por la Puerta del Príncipe.

Sanlúcar, quien confiesa ser un gran aficionado a los toros -y así, tiene que ser, porque de lo contrario jamás habría escrito una obra como ésta-, ha creado una música sensible, profunda, impregnada de flamencura y emotividad. Aquí la interpretó con delicadeza, recurriendo a ese toque intimista en el que los guitarristas suelen refugiarse cuando buscan en primer término gustarse a sí mismos; es decir, el mejor toque posible. No en vano era la noche del homenaje que se le rinde en este festival a él dedicado, y había tensión, respeto, admiración y afecto a raudales en el ambiente. Un público que llenó el local, le escuchó con fervor y respondió al arte de Manolo Sanlúcar con entusiastas ovaciones.

La belleza no se había terminado. Chano Lobato y Rancapino, dos cantaores que gustan a Sanlúcar, pusieron jondura y pasión en los cantes que hicieron. Son dos flamencos de cuerpo entero, de los pocos que van quedando. Chano brilló en todo lo que hizo, pero por soleares y por siguiriyas fue genial. Lo mismo que Rancapino en sus tarantos, un género de aqui, de Levante, al que este cantaor da unas personalísimas cadencias.

Por último, Juana Amaya hizo un baile por soleá sin excesivos refinamientos, pero temperamental y lleno de garra.

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