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El Gobierno alemán y el Bundesbank descartan un pacto para retrasar la unión monetaria

El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Klaus Kinkel, el presidente del Bundesbank, Hans Tietmeyer, y el economista jefe del Deutsche Bank, Norbert Walter, coinciden al unísono en la absoluta necesidad de cumplir de forma estricta los criterios de convergencia fijados en Maastricht y evitar a toda costa un aplazamiento de la Unión Económica y Monetaria (UEM). Salían así al paso de los rumores respecto a que Francia y Alemania habían pactado un retraso de la UEM por la débil situación de a economía gala y del franco. Walter pronostica que España e Italia no entrarán en a primera selección de la unión monetaria sólo conseguirán llegar a la meta con dos tres años de retraso.

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Parece como si hubieran tocado a rebato. Los rumores de la se mana pasada, procedentes de Francia, sobre un posible aplazamiento de la entrada en vigor de la UEM han desencadenado una ola de declaraciones de peso en Alemania, para tratar de desmentir semejante posibilidad, tranquilizar los mercados, que han vivido jornadas de incertidumbre ante la hipótesis de que Francia y Alemania hubieran establecido un pacto en ese sentido, y llamar la atención sobre los peligros que acarrea.En el periódico muniqués Süddeutsche Zeitung, Kinkel -jefe del Ejecutivo en funciones, por ausencia vacacional del canciller Helmut Kohl- asegura que el 1 de enero de 1999 "entraremos en una fuerte y sólida comunidad monetaria" y añade que el cumplimiento de los plazos y condiciones de la UEM "es una prioridad absoluta para Alemania y para Europa".

Kinkel insiste en la "absoluta necesidad" de la política de ahorro del sector público y aventura que las cosas no están tan mal. A la hora de hacer balance cara a la UEM, el ministro alemán destaca que 10 países de la Unión Europea tienen una inflación por debajo del 2,5% y las diferencias de tipos de interés en Alemania, Francia, Austria y los tres países del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) es de un máximo de 0,3%. Esto le lleva a afirmar de forma contundente: "El euro tiene que llegar y lo hará con puntualidad".

Por su parte, Tietmeyer rompió ayer su silencio al respecto para afirmar su confianza en que la moneda única estará lista en 1999, tal como esta previsto. En declaraciones al diario Handelsblatt, el presidente del Bundesbank, el banco central alemán, calificó de "inapropiado" especular sobre un retraso en la unión monetaria cuando Alemania y Francia "están haciendo esfuerzos muy serios para cumplir con todos los criterios a tiempo".

En el mismo sentido, Ottmar Issing, economista puntero del Bundesbank, declaraba al diario conservador de Berlín Die Welt que los rumores sobre aplazamiento de la UEM han resultado falsos y los mercados ya se han normalizado insiste Issing en que el Bundesbank "se pronuncia de forma invariable por una interpretación estricta y estrecha de los criterios de convergencia". Rechaza el economista las críticas a la política de intereses del banco central alemán, afirma que no se puede conseguir reavivar la coyuntura a base de política monetaria y asegura que se sobrevalora la influencia que puede ejercer el Bundesbank sobre los tipos a largo plazo, que son los que determinan las decisiones de inversión.

Para Issing, "Alemania padece problemas estructurales. No somos suficientemente flexibles, muchos mercados están regulados en exceso. La opinión de que la política monetaria es la clave para la solución de los problemas es falsa. Alemania tiene que volver con insistencia a una senda adecuada de crecimiento. Sólo así se crean puestos de trabajo duraderos". Aventura Issing que el crecimiento económico de Alemania en el segundo trimestre de este año será superior a las previsiones y no tan malo como se temía.

Por su parte, Norbert Walter, economista jefe del Deutsche Bank, el mayor banco privado alemán, en declaraciones también al Süddéutsche Zeitung, pronostica un negro futuro si no se logra la UEM el 1 de enero de 1999.

A la hora de pronosticar qué países aprobarán la selectividad de Maastricht, Walter se inclina por Alemania, Francia, Austria y los tres del Benelux, a los que añade Dinamarca y Finlandia. Italia y España, según Walter, tendrán que esperar dos o tres años para pasar la prueba.

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