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Entrevista:Diálogos Intrépidos

Después de la infancia, Euskadi

El filósofo, debelador del nacionalismo, Fernando Savater, conversa con Iñaki Anasagasti, el portavoz en Madrid del PNV

Manuel Rivas

Para crear el Paraíso había una maqueta. Cuando se terminó la obra, los ángeles preguntaron al Señor qué debían hacer con ella y él les indicó que podría quedar bien en el mar Cantábrico. Así nació San Sebastián. El cuento de José María Mendiola puede resultar un poco cursi, pero un día como hoy tiene sentido. Desde el ventanal del salón de té del hotel Londres, la Concha semeja una acogedora placenta marina y San Sebastián, Donosti, parece en verdad la capital de un mundo feliz."Mira, ¡aquí estamos!", dice Iñaki. Y muestra la foto en sepia como una reliquia de la infancia. Es un grupo de escolares donostiarras, de los Marianistas. Bien arreglados, bien peinados, el carácter despuntando en la mirada, con esa serena compostura tan propia de los niños cuando se les retrata para la historia. "Éste eres tú, Fernando, el del brazo enyesado. Y aquí estoy yo. Nos hinchábamos a comulgar. ¿Recuerdas? Y ya ves. Ahora tú te comes un cura cada día".

"¡Hombre, no! Todos los días no", ríe Fernando. "Tampoco tú has llegado a obispo. ¡Por ahora!".

"La verdad es que nunca he tenido las dos vocaciones tan de nuestra generación", dirá lñaki después. "Ni la vocación de cura ni la de echarse al monte. ¡No es que sean comparables, claro!".

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"¡Bueno, bueno, algo tienen que ver!", vuelve a reír Fernando, disfrutando de la salsa paradójica del lenguaje. "En una ocasión estaba en una mesa con Mario Onaindía y en un momento determinado yo dije: 'Es que en este país los curas son de armas tomar'. Y oigo a Mario que apostilla:'Son de armas tomadas".

"Los Marianistas eran gente bastante abierta", retorna a los recuerdos Iñaki. "Como no llevaban sotana tuvieron que poner ese nombre, el de Colegio Católico Santa María, Porque la gente decía. 'Esos tíos deben ser protestantes'. Había un cura, don Nemesio, que nos enseñó a cantar Puente sobre el río Kwai en euskera. ¡Era la canción de moda! ¿Has vuelto por allí, Fernando?".

"No. No he vuelto a entrar. Paso alguna vez por delante, pero me pongo triste, no sé, por qué".

Iñaki le llamó en broma "comecuras". Si Menéndez Pelayo escribiese hoy su Historia de los heterodoxos españoles, sin duda el filósofo Fernando Savater ocuparía un lugar de honor.Tiene aspecto de bon vivant, y hasta su ingenioso espíritu crítico parece espoleado por un apetito vital. Forzando la imaginación, uno puede ver a Savater de monje, siempre que sea preparando un dulce hojaldre o discutiendo, como Lutero, con el demonio. Él incluso está dispuesto a hacer alguna concesión al nacionalismo, siempre que sea gastronómica. Lo que es imposible, desde luego, es imaginarlo pasando revista de armas. Iñaki Anasagasti, el otro niño de aquellos jueves eucarísticos, en que la comunión iba afortunadamente seguida de un copioso chocolate con churros, es ahora portavoz del Partido Nacionalista Vasco en el Congreso de los Diputados. Para el encuentro ha venido desde Bilbao en autobús, con los periódicos bajo el brazo. Desprende sencillez y parece haberse librado de la corbata como de una soga.

El río de la memoria nos ha llevado al principio por ahí, y hablamos del componente religioso del nacionalismo vasco. Vinculado a la internacional de la Democracia Cristiana existe una imagen en España del PNV como una especie de partido parroquial, de batzoki y campanario. Así que le pregunto a Anasagasti si para hacer carrera en el PNV hay que ser un buen practicante. No parece dispuesto a perder el humor.

-Mira, en el PNV hay de todo. ¡Hay hasta musulmanes!

-¿Es cierto lo que se le atribuye a Arzalluz? "Qué más da que el obispo sea de Palencia, si Dios es de Bilbao".

-¡Hombre, no! ¡Ése fue un chiste de Fernando! El chiste bilbaíno tradicional dice qué, muestra de humildad tuvo Jesucristo que pudiendo nacer en Bilbao lo hizo en Belén. En fin, menos mal que tenemos sentido del humor.

-Creo que el cineasta Juanma Bajo Ulloa hablaba de esto. De que el humor crítico podría ser, en parte, un antídoto frente a la intolerancia.

-¡Claro que es muy importante!,-dice Savater-. Se podría hacer el Ubu lehendakari como se hizo sobre Pujol.

-Ya se hizo algo parecido, y además en Euskal Telebista-responde Anasagasti-. Pero es que volvemos siempre a lo mismo. Es muy fácil. Venga, a desmitificar a las instituciones autonómicas, desmitificar al lehendakari.

-¡Y a los otros! -dice Savater-. Por ejemplo, el año pasado se hizo en las fiestas de Bilbao una farsa teatral sobre Intxaurrondo, tricornios y todo eso, y te reías. Pero claro, esas cosas con personajes encapuchados, que secuestran y ponen bombas y tal; eso ya, no. Esa farsa no se puede hacer.

-Hay como una especie de línea marcada que todo el mundo conoce -asiente Anasagasti-. De lo que te puedes reír y de lo que no te puedes reír.

Y añade Savater: "Te presentan como un gran logro crítico que puedas reírte del tricornio, y me parece bien. Pero en cambio, ¡ay de ti si te ríes de lo otro! Ése es el problema".

Efectivamente, hemos dejado de reír.

Savater, de niño, dice Iñaki con un guiño de complicidad, ya era un poco "raro". Al hijo del notario le daba por escribir obras de teatro que representaba en casa con los amigos. A Iñaki le tocó una, vez hacer de vaquero, galopando en el respaldo de un sillón. Habían nacido en 1947, y todo esto ocurría a mediados de los cincuenta, en un San Sebastián silencioso, dominado por un eufemismo, una dictadura a la que en público se llamaba "la situación". El pequeño Anasagasti había descubierto ya que la vida podía ser un thriller cruel con envoltura de dibujos animados.

Vino al mundo en Venezuela, en una familia de exiliados. La ficha de su padre, un nacionalista moderado, le calificaba como "separatista peligroso, perseguible en el exterior". El abuelo de Iñaki había sido director del Banco Guipuzcoano en Zarautz. Con la entrada de Franco tuvo que huir. A la madre le raparon el pelo al cero. Sólo le dejaron un mechoncito para llevar la bandera española. En 1955, vuelve la fámilia, menos el padre. Embarcaron en el, Marqués de Comillas, casi un mes de travesía, una aventura para el niño. Como el padre era un gran aficionado al cine, llevaban en el equipaje algunos filmes infantiles. Películas de Laurel y Hardy, el Pájaro Loco, y así. En el barco se organizó una proyección para niños. Pero el rollo, sin saberlo, incluía una filmación del centro vasco venezolano de Puerto la Cruz. De pronto, allí estaba. ¡La ikurriña! No todos eran niños en la sala, de cine. El conde de Barellano, ex ministro franquista, montó en cólera y se puso a dar voces. Cuando llegaron al País, Vasco, la policía política subió al barco y detuvo a la madre.

"Mi madre acabó volviendo a, Venezuela", cuenta Anasagasti, "y yo me quedé a vivir con mis abuelos. Entre ellos hablaban euskera. Pero el ambiente era de mucho miedo, no se mencionaba la política. Cuando tomé una conciencia nacionalista fue años más tarde, cuando volví a Venezuela, a, la muerte de mi padre. Tenía que recoger sus cosas. Y allí me encontré con sus libros, con todas aquellas imágenes de un tiempo para mí desconocido, el de la República, la aprobación del estatuto, el primer Gobierno vasco. Y conocí a sus amigos del Centro Vasco. Era como estar en un pueblo de Euskadi, pero en libertad. Había elecciones, grupos diversos, una vida cultural intensa, una radio propia. Ésa fue para mí la experiencia decisiva".

A inicios de los sesenta, ETA se da a conocer con una primera acción espectacular, el descarrilamiento de un tren con ex combatientes franquistas. Son jóvenes nacionalistas que se rebelan contra la inactividad del PNV. Esa toma de posición violenta frente a la dictadura rodeó a aquellas siglas de una aureola aguerrida y deslumbró a una parte de la generación de Iñaki y Fernando.

"Usted se comprometió con el PNV", le digo a Anasagasti, "en un momento en que el veterano partido estaba cuestionado en los ambientes más caldeados de la sociedad vasca. ¿No le tentó en algún momento la opción de ETA?".

"Mira, ha habido muchas etas. En la primera ETA había gente que iba a misa todos los domingos, gente muy nacionalista, que demandaba una resistencia dura contra la dictadura. No quiero disculparla, usaba la violencia, pero no tenía nada que ver con la ETA de ahora. Yo prefirí seguir el camino de los de mi padre. Nunca se doblegaron pero tenían una fuerte moral cristiana, esa que dice que el fin no justifica los medios. Por otra parte, en el ambiente del exilio, aprendí lo que era la democracia y el respeto a los demás".

"En una ocasión", recuerda Anasagasti, "visité a Telesforo Monzón en San Juan de Luz. Él había sido presidente del PNV en Guipúzcoa, miembro del Gobierno vasco presidido por Aguirre. En los largos años de exilio fue distanciándose del PNV y acabó como uno de los patriarcas de este mundo violento. Decía que los de ETA eran los gudaris (soldados vascos) de hoy. ¿Tú no tienes interés por ETA?, me preguntó. Le dije que no, que mi forma de entender el nacionalismo y la moral política la encarnaba mejor el PNV. Y él me respondió: 'El PNV es un partido del pasado que en el futuro estará en una hornacina. Es como un arcón lleno de monedas de oro, que valen mucho, pero que ya no están ni estarán en circulación'. Yo acababa de volver de Venezuela y aquello me impresionó. Lo decía un hombre con aquel pasado, con aquella presencia tan elegante. Cuando volví a Bilbao, le conté la conversación a Ajuria Guerra, un veterano nacionalista, y me dijo: 'Mira, Monzón es un poeta megalómano, pero el día en que haya unas elecciones libres la gente pondrá las cosas en su sitio. El mundo de ETA será minoritario'. Ajuriaguerra era un hombre sencillo, conocía a su pueblo".

Es la primera conversación prolongada que Fernando e Iñaki mantienen desde la infancia. Su primera conversación adulta. "Es una pena", dice Iñaki a Fernando, "hay muy poca comunicación. Tú, por ejemplo, ¿has hablado alguna vez con Arzalluz, al que tanto criticas?". "Yo, encantado", dice Fernando, "pero creo que el problema no está de mi parte".

Tengo la impresión de que Fernando Savater sólo se siente nacionalista el primer miércoles de junio. Nacionalista de Epsom, Inglaterra. Nunca se pierde el Derby Day, la gran clásica de las carreras de caballos. Durante el franquismo se hizo acreedor a buen número de detenciones, expedientes y multas. Era compañero de banco de Enrique Ruano, y la muerte del amigo estudiante a manos de la "brigada político-social" le afectó profundamente. De todas formas, el autor de Panfleto contra el Todo y Perdonadme, ortodoxos no militó en ningún partido. Le podía más el talante ácrata. "A mí me pasaba lo que a Groucho Marx, que no estaba, dispuesto a ingresar en ningún club que me admitiese". Las controversias de Savater con los nacionalistas y, más en concreto, con los valedores de la "lucha armada", no le impidieron en su día ser detenido y acusado de pertenecer a ETA. "Cuando acababan de volar a Carrero Blanco, Yo asistí en París a un seminario organizado por François Chatelet sobre filosofía no convencional en España. Algunos, incluso gente de peso, dijeron que aquello de la voladura no había estado mal. Yo dije entonces que combatir la violencia con violencia es como combatir un incendio con gasolina. Siempre he sido antimilitarista. Creo que las guerras las ganan siempre los generales, así que hay que tratar de que los generales no ganen ninguna guerra. Pues bien. Cuando murió Franco yo estaba también en París. Al volver a España, me detuvieron. Me acusaban de que estaba organizando, con un comando de ETA, el asesinato de 17 guardias civiles. ¡Así, con número y todo, 17 guardias civiles! Y entonces, con esa cualidad que he tenido siempre de hacer el chiste menos adecuado en el momento preciso, pues les dije: 'Miren ustedes, yo en guardias civiles y en ostras nunca paso de la docena'. Fue algo tremendo".

Fernando Savater lleva un lazo azul prendido en la camisa. Y es que en esta mañana tan radiante permanece un hombre secuestrado. El autor de Ética para Amador, un éxito internacional, se ha acostumbrado a andar sobre zarzas y brasas. Denunció los crímenes de ETA y fue pionero en denunciar la tortura y advertir contra el terrorismo de Estado de los GAL. En 1982, mientras abertzales extremistas le pintaban ataúdes en el aula, el articulista liberal Jiménez Losantos atacaba "al apologeta Savater -menos apolo que jeta- tratando de bobos o terroristas de Estado a Benegas, Damborenea y compañía, ésos que cometen el error político de partirse la cara por defender la bandera española". Para Savater, "la creación de los GAL es la única verdadera victoria política obtenida por ETA desde la muerte de Franco".

De los dos antiguos compañeros de colegio, uno es destacado dirigente nacionalista, y el otro, un célebre filósofo debelador del nacionalismo. Pero hay un punto en el que se encuentran codo con codo. En el rechazo al terrorismo etarra y al uso perverso de los aparatos del Estado. Anasagasti tiene un lenguaje directo, pero no es un político habla barato. Hace tiempo que dijo: "Los duros de ETA y HB son imbéciles". Y también dijo: "Intxaurrondo es una mina a la deriva".

En esta Donosti que hoy parece la capital de un mundo feliz, he visto en las paredes un cartel dirigido a los visitantes. "Liberté pour le Pays Basque". "La libertad para mí", dice Anasagasti, "es poder hablar y discutir el proyecto que sea, sin que lo envenene la violencia. Mira, el otro día, en este mismo paseo, por la Concha, un joven se nos acercó y nos gritó a la cara "¡Gora ETA!". Ese chaval no había nacido cuando murió Franco, no tiene ni idea de lo que es una dictadura".

La obra más reciente de Savater es un polémico opúsculo titulado El mito nacionalista (Alianza Cien). El prólogo es un auténtico manifiesto: "Corno vasco, intento luchar por la libertad dé mi pueblo: no para que la recupere, homogénea y etnomaniaca, sino para que la conserve en su democrática pluralidad actual".

"Usted distingue entre nacionalismos graves y leves", le comento a Savater. "En todo caso utiliza un lenguaje médico, como si fuesen una dolencia. Según el caso, ¿no habría que distinguir entre nacionalismos positivos y negativos, mejores o peores?".

"Es cierto que históricamente, sobre todo en el siglo XVIII, los nacionalismos tuvieron un papel importante para poner fin a los absolutismos regios. Hicieron participar a la población, estaban vinculados al concepto de ciudadanía. Eso se modificó después. Por ejemplo, en el caso vasco, en el nacionalismo de Sabino Arana, se mezcló con otros elementos como el integrismo religioso. Es verdad que ha habido una evolución. No es lo mismo el nacionalismo de Manuel de Irujo que el de otros representantes nacionalistas. Lo que pasa es que la insistencia en el problema meramente nacional mantiene una situación que habría que intentar superar. Puedes comprender que estas convenciones existan. Lo malo es que el nacionalismo lo que intenta es nacionalizar aún más las naciones. Esos que tratan de hacer más nacionales las naciones son los enemigos de Europa. Eso de hacerlas más nacionales de lo que son es contra lo que estoy. Creo que sería un avance para todos mitigar los rasgos de lo nacional".

"Por supuesto, no estoy de acuerdo", dice Iñaki Anasagasti. "Hay un encasillamiento de la idea del nacionalismo como sinónimo de fanatismo, fundamentalismo, exclusión, ensimismamiento, ombliguismo, etcétera. Para empezar, y en nuestro ámbito, hay varios nacionalismos. Hay el vasco, pero también existe el español, que, por cierto, nos ha impregnado, maleducado...".

(Como un paréntesis, la voz de Fernando: "También a ése me refiero. ¡Bastante lo he sufrido!").

"... Y dado a veces estos rasgos de intolerancia, esta educación tan excluyente. Dicen que el nacionalismo se cura viajando y leyendo. He nacido fuera y he viajado bastante. He leído menos que Fernando, pero algo he leído...".

(La voz sonriente de Fernando: "Lo que pasa es que has leído otras cosas").

"... Sí, por eso estoy un poco intoxicado por otras cosas (risas). Bueno, tengo un hijo mexicano casado con una vasca venezolana, también hija del exilio. Veo las cosas con una determinada perspectiva, no sólo me preocupa mi, casa o la de enfrente. Cuando nosotros hablamos de nacionalismo, no hablamos de una abstracción. Estamos hablando de medio ambiente, de Estado de bienestar, de pensiones, de economía, de cultura... Y estamos hablando de gestionarlo como comunidad. Y En el tema europeo somos especialmente sensibles, quizá como un mecanismo de autodefensa. Tú sabes que lo hemos liderado, que hemos sido europeístas cuando pocos hablaban de eso. Creemos que son los nacionalismos estatales los que están impidiendo que haya una supranacionalidad europea, porque los Estados, al perder sus rasgos más característicos, como puede ser la moneda, el Ejército, la política exterior, tienden a controlar otros espacios. Ahora mismo nuestro norte en Euskadi, el de los nacionalistas demócratas, es la libertad y el europeísmo. Queremos ir hacia una sociedad mestiza, muy interrelacionada, muy interconectada, desdramatizada".

"¡Es que ésa es la identidad que hay que defender!", sostiene Savater. "Pero es que Iñaki aquí dice unas cosas y otros están diciendo otras muy distintas. Hay, por ejemplo, una concepción de la identidad que es en realidad una etnomanía exacerbada, homogénea y uniforme, que hay que desinflar porque, entre otras cosas, alimenta un nacionalismo de rasgos aberrantes".

"¿Podría explicar qué es la etnomanía exacerbada?", le pregunto a Savater.

"La etnomanía es convertir en base de legitimidad política una determinación de tipo cultural. Es decir, hay unas determinaciones culturales, por ejemplo la lengua, que hay que valorar y cultivar. Incluso, si llega el caso, con una discriminación positiva. Pero lo que no se puede decir es que el baremo de la identidad de una persona vasca es el euskera. 'Si no habla euskera, no terminará usted de ser vasco'. ¡Hombre, no! No puedes medir la ciudadanía por un signo de identidad. Si fuese así, como la mayoría de la población vasca habla castellano, pues la base de la identidad sería el castellano. ¡Pues, tampoco!. También ocurre con la idea de España. Yo estoy cansado de que cuando vas por ahí fuera identifiquen lo español con las castañuelas. La etnomanía es creer que hay una forma política natural que responde a un modelo cultural. Hacer de la comunidad política, en vez de un marco de convivencia de personas que piensan distinto, una especie de casa de los que piensan lo mismo. Estamos viendo que eso es lo más preocupante de lo que ocurre en Europa".

Sobre la conversación planea ahora el llamado "Espíritu de Arriaga". Con motivo de su centenario, en 1995 el PNV hizo público un manifiesto en el que se decía: "Constituimos una nación por origen y voluntad". La llamada al origen reavivó una vieja polémica. La referencia, novedosa, a la voluntad popular fue valorada casi como una revolución positiva.

"En un centenario que es tu cumpleaños", explica Anasagasti, lógicamente resaltas las raíces. Pero luego en todo el manifiesto tienes un reconocimiento a la pluralidad de una sociedad como la vasca actual. El nacionalismo de Sabino Arana, en 1895, fue un mecanismo de defensa. Cuando el PNV cumple 100 años hace una recapitulación del camino histórico, con una apelación a los orígenes, pero lo hace indudablemente desde la concepción de una sociedad abierta. Apela a la voluntad. Nosotros no vamos a imponer nada, pero sí que se nos imponen cosas".

"Creo que lo de Arriaga fue un momento realmente importante", dice Savater, "cuando se marcó una distinción que antes no era explícita. Y es que el nacionalismo no sólo se diferencia de ETA por los medios, sino también por el tipo de fines. Pero, ¿no crees que ha habido una cierta vuelta atrás?".

"Lo que hay", responde Anasagasti, "es un forcejeo que avinagra las cosas. Si tú rebajas el impuesto de sociedades, una medida mínima de autonomía económica, te montan una bronca tremenda. Fíjate que 16 años después de aprobar el estatuto seguimos con 46 transferencias pendientes. Luego ha pasado lo de los GAL. La terrible constatación de que había gente que se ponía medallas y que lo que hacía era prolongar el conflicto. Una manera de vivir. Nos hemos encontrado con mucha mentira.

"También es verdad", reflexiona Savater, "que se esperaba que en la transición todo fuera peor y se fue a resolver lo gordo. Quizá se suponía que todo ese cambio mental, esa apertura intelectural,. se produciría con el paso del tiempo. Y en buena medida ha sucedido. Fijémenos en la manera en que ha llegado el PP al poder. Era para pensar: ¡Dios mío, todo el día envueltos en rojo y gualda, la vuelta de un españolismo rancio! Pues no. Eso quiere decir que hay muchas cosas que se han movido. Muchas".

"La novedad que hemos encontrado con el PP", dice Anasagasti, "es que por lo menos se aborda todo. ¿Lo dice el estatuto? Pues vamos a hablar. Otra cosa, claro, es que se logre".

Desde el ventanal del hotel Londres miramos hacia la Concha. Iñaki tiene que tomar pronto su autobús de vuelta a Bilbao. Hay que cerrar el círculo del relato. Realmente, ¿hay una solución política para el terrorismo que hoy practica ETA? Tal como postula HB, ¿el reconocimiento del derecho de autodeterminación sería el quid para llegar a la paz? "

¿Aceptarían ellos las reglas del juego? Ésa es la pregunta clave", dice Anasagasti. "El problema es cuando confundes tu proyecto con una imposición a todos los ciudadanos. Con la violencia han envenenado todo, han complicado lo que dicen defender. Han distanciado a los navarros... ¡Claro que se puede hablar de autodeterminación y de lo que sea! Pero no en plan aventura para dislocar aún más a una sociedad".

"Lo que no se puede", dice Savater con voz grave, "es imponer a tiros la agenda política. Hay tal hartazgo que el día en que dejen de disparar, pues se ha acabado todo. Salen los presos. Saben que tienen esa puerta. Quizá lo sepan demasiado bien". Hace poco un veterano peneuvista del exilio se lo resumía así a Anasagasti: "Es que claro, pasar de general heroico a tener que levantarte a la mañana e ir a un trabajo, ¡los cojones! Ése es un problema de fondo. El modus vivendi".

Iñaki tiene que marchar. Los dos niños marianistas se abrazan. El nacionalista se sorprendería si oyese alguna de las cosas que me dice después el librepensador. "El PNV lo ha hecho bastante bien en muchos aspectos; por ejemplo, el social. Éste podría ser un hermoso país para vivir. Pero...".

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