La hormiga
Las hormigas, a primera vista, parecen animales, pero se ha demostrado que son piezas de un complejo sistema tecnológico distribuido en forma de red sobre la tierra. No sabemos al servicio de quién están, pero poseen sobre nosotros una información exhaustiva. Si abres un hormiguero, puedes hallar en él las cosas más diversas: desde un grano de arroz a una lámina de caspa o una viruta de la uña del pie de un general. Toman muestras de todas nuestras secreciones y las procesan en el interior de unos laboratorios subterráneos que adoptan la forma de vivienda animal.Se autorregeneran con una facilidad sorprendente, imitando también los comportamientos de algunos ovíparos. Las hembras tienen en su abdomen una espermateca desde la que administran el jugo seminal produciendo obreras o machos (¿protones o neutrones?) según las necesidades de la red. Son capaces de vivir en un bosque tropical o en un apartamento de Nueva York, así que forman sobre la faz del planeta un circuito ininterrumpido capaz de vehicular más información y a mayor velocidad que el sistema informático más sofisticado. Todo ello sin averías de importancia y sin producir desechos dignos de destacar ya que son biodegradables.
La tecnología punta, pues, existe, y es muy antigua; aunque sólo somos capaces de reconocerlas bajo su apariencia económica. Una de las cosas más desconcertantes de las hormigas, en efecto, es que son gratis, pese a que un chip capaz de realizar sus funciones costaría hoy por hoy un ojo de la cara. El dinero no nos deja ver; en cambio, cada día somos observados por millones de estos insectos aparentes que se comportan como signos móviles de una caligrafía indescifrable. Cuando notas un hormigueo en la espalda, ten la seguridad de que alguien, desde un lugar remoto, toma notas.
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