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Primera entrevista de Chirac y Balladur desde las presidenciales

Después de una amistad de 30 años en nombre de De Gaulle y Pompidou y un odio de tres a causa de su rivalidad presidencial, Jacques Chirac y Édouard Balladur iniciaron ayer una nueva fase de su andadura común, ahora reducida a la mera alianza de intereses. Los dos políticos comieron juntos en el palacio del Elíseo, un hecho que no se producía desde el 6 de mayo de 1995. Entonces -entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones que hicieron presidente a Chirac y parecieron acabar con la carrera de Balladur- había que sumar esfuerzos para frenar al sorprendente Jospin; ayer las razones eran otras.Para Jacques Chirac, cuya cota de impopularidad sólo es superada por la del primer ministro, Alain Juppé, se trataba de demostrar que la actual mayoría conservadora es más amplia de lo que dicen las encuestas. Para Edouard Balladur, el sentido de la operación era obtener un reconocimiento público de la existencia de una corriente política que él lideraría. Hasta ahora dicha corriente, muy imprecisa pero aglutinadora de marginados, se ha expresado a través de ex ministros como Simone Veil, Nicolas Sarkozy o Pierre Mahagnerie, que han actuado como incómoda oposición interna.

Balladur se mueve ahora entre las diferentes familias conservadoras, reúne a 70 gaullistas y a otros tantos liberales, republicanos y democristianos de la UDF, navega entre los desorientados parlamentarios que temen perder su escaño en las próximas legislativas como última esperanza de reunificación y relanzamiento. Su prestigio crece al mismo ritmo que decae la confianza en el. tándem Chirac-Juppé.

Posición precaria

La posición del ex primer ministro, que no ha dejado de referirse continuamente al "tiempo perdido" por el Gobierno, es, sin embargo, muy precaria. Su maniobra sólo es viable si neutraliza las direcciones de los partidos, si logra hipnotizar a los gaullistas Juppé y Toubon, al republicano Léotard o al centrista Bayrou. Balladur tiene a su favor el que la mayoría le necesite y en contra un calendario que le deja poco tiempo para concretar su alternativa antes de que se convoquen las legislativas.La hipótesis de un regreso de Balladur a Matignon, aun siendo más que arriesgada, ya no es descabellada. Balladur sabe que Chirac le utiliza para frenar las ambiciones de otras facciones de centro-derecha y éste acepta, con la comida de ayer, dar una suerte de espaldarazo o confirmación al magma balladuriano.

Los dos han olvidado los célebres 30 años de amistad, los dos se han tragado los tres años de odio, y los dos esperan apoyarse en el otro para recuperar popularidad o rehacer su carrera. Es una momentánea coincidencia de intereses. "La atmósfera del encuentro ha sido muy cordial", resumió Balladur mientras Chirac le despedía, sonriente, desde la puerta del Elíseo.

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