Una velada en familia
Llegamos y no había nadie, vamos al decir: unas seiscientas personas, acaso mil (mal contadas), que para un coso donde caben 17.000 supone una ridiculez. O O sea que estábamos en familia, y así pasamos la larga y pacífica velada. A veces no se oía ni el vuelo de una mosca, de manera que quien quería hablar había de hacerlo en susurro o se enteraba todo el mundo. No fue el caso de tres amas de casa, septuagenarias quizá, pechugonas seguro, que le daban al abanico y a la húmeda con el mismo entusiasmo y pudimos saber cómo una de ellas prepara el arròs, como otra resuelve el problema de los vesillos cuando se empolvan las costuras.La velada venía siendo muy instructiva en lo que al tendido se refiere, opaca en cuanto a los aconteceres del redondel. Los novillos, bien presentados y enterizos -lo contrario de las corridas vespertinas- salían dificultosos. Toreros con bien aprendida técnica seguramente habrían podido dominar el duro género, pero a ver dónde están esos toreros. No los hay en el escalafón superior, menos se podrían encontrar entre la novillería inexperta. Lo cual no excluye que los tres de la noche se emplearan con pundonoroso afán en la consecución del derechazo. Dejarse coger, en cambio, no, nunca, jamás. Aquellos novilleros que atropellaban la razón a costa de volteretas y volvían al toro con renovados bríos, pasaron a la historia.
Lorca / Amador, Córdoba, Pimentel
Cinco novillos de Martín Lorca y 5º de Jiménez Pasquau, bien presentados, mansos, dificultosos.Manolo Amador: pinchazo y bajonazo pescuecero (algunas palmas y saluda); dos pinchazos delanteros y bajonazo descarado (palmas y saluda). Sebastián Córdoba: dos pinchazos, estocada -aviso- y descabello (palmas y saluda); estocada atravesada ensartada y descabello (silencio). Oscar Pimentel: estocada tendida trasera, rueda de peones y ocho descabellos (silencio); bajonazo tendido -aviso-, rueda de peones y descabello (palmas). Plaza de Valencia, 24 de julio (noche). 7 a corrida de feria. Insignificante entrada.
La historia donde pretenden entrar ahora los novilleros es la que dictan las figuras y consiste en ponerse bonito ensayando finos derechazos a prudencial distancia sin cruzarse con el toro ni ligarle los pases, no vayan a tener un sinsabor. La consecuencia para los novilleros de la velada fue, entonces, que el instinto defensivo de los novillos les dificultaba el lucimiento. Manolo Amador intentó imprimir su estilo agitanado; Sebastián Córdoba exhibió corte torero; Óscar Pimentel embarcaba a la manera clásica... Y si la bisoñez les impidió consumar sus propósitos, no pasa nada: ya se verá cuando estén más placeados.
Si es que tienen ocasión de hacerlo, porque tendidos desolados no constituyen buen precedente para volverlos a contratar. Ni a ellos ni a ninguno, sencillamente porque la gente no va a los toros. A golpes de aburrimiento han acabado los taurinos por echarla de las plazas.
Babelia
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