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Adolescentes 'colgados' del teléfono

Las familias instalan métodos de control para evitar el bloqueo telefónico y las abultadas facturas

El teléfono es un preciado objeto de deseo para numerosos adolescentes. Y supone la ruina y la desesperación de muchos padres. El atractivo de cotorrear por teléfono se expande en edades de 12 a 18 años, aproximadamente. Se trata de adolescentes que bloquean durante horas las líneas de sus domicilios. Las reprimendas paternas no suelen resultar eficaces más allá de unos días. Para cortar el vicio y adelgazar las facturas se hacen necesarios métodos más expeditivos, que el mercado pone ya a disposición del usuario.

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Mercedes Sánchez-Rau, madre de dos hijas de 14 y de 16 años, relata: "Estás incomunicada, es horrible. Todo el rato sin parar y venga broncas. Llegan del colegio y a colgarse del teléfono. Yo les digo que queden de una vez y se lo cuenten a la cara, pero no. Tiene que ser por teléfono. Instalé el sistema LLamada en Espera, pero me he dado cuenta que no sirve para que llamen menos, aunque sí para que me cojan la llamada cuando estoy fuera. La gente se harta de llamarme porque siempre se encuentra con que estamos comunicando. El asunto tiene poca solución".Los adolescentes colgados al teléfono hablan de lo divino y lo humano: de lo que han hecho ese día, de lo que van a hacer al siguiente, de lo que no han hecho; de la ropa que se van a poner, de lo que le ha dicho uno y otra, de amigas, de amigos, de novios, de lo último. "Es para ponemos al día. Sí, es verdad que nos llamamos después de venir del colegio, pero es que, si no lo hacemos, lo único que hago es ver la tele y entonces me aburro porque estoy sola. Hablamos un poco de todo. Ahora en verano hablo menos porque salgo más", argumenta N. González, de 17 años.

"Lo hemos hecho todos a una edad en que empiezas a descubrirlo todo", cuenta E.G. madre de una hija de 12 años, recién incorporada a este ritual. "Pero antes tus padres te reñían y lo dejabas. Ahora no queremos ser unos padres fachas, y quizá no tenemos cogida la medida y entonces ellos se pasan muchísimo".

La psicología también tiene una explicación. El adolescente empieza a manejar el mundo a través de las palabras: esa edad es la etapa de la vida en la que se comienza a acceder al pensamiento abstracto y a las ideologías, "y eso se hace a través de grupos de referencia", afirma Pilar Herreros de Tejada, titular del departamento de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.

Además, mediante la comunicación los adolescentes estrechan lazos. Se trata de un diálogo entre iguales y es difícil que lo puedan tener al mismo nivel con sus padres. Comunicarse por teléfono tiene otra ventaja para ellos, añade Herreros de Tejada. "Al no tener a la persona delante, al adolescente le facilita más abordar aspectos más emotivos de la comunicación".

Enma, de 16 años, lo expresa así: "Me cuelgo del teléfono porque necesito estar en contacto permanente con mis amigos, que para mí son tan importantes, y el teléfono es como una salida con ellos". Con ciertos amigos habla todos los días. En concreto, de ningún tema. "Es algo que necesito, es que me sale solo, pero no porque haya algún problema del que hablar. Simplemente es por hablar".

¿Cosa de chicas?

¿Es una actividad básicamente de chicas? Los chicos "hablan menos, es como que no saben hablar por teléfono", observa Enma. Teoría que comparte Álvaro, de 16 años: " Yo cuando hablo por teléfono es con chicas, con los chicos es sólo para darnos recados, ellos son más secos y no siguen la conversación. En cambio, las chicas te reponden y encima te cuentan su vida". Sus padres, además de instalar el sistema LLamada en Espera, les han puesto a los cuatro hermanos una lista en la pared para que cada uno apunte el tiempo que se pasa hablando por teléfono; ha servido para que les dé algo de verguenza y se autocontrolen.Los cambios de hábitos también tienen mucho que ver en esta historia. "Hay un acoso tremendo, porque las chicas ahora les llaman mucho a ellos, y en todas las casas es parecido" cuenta la madre de Manel Torrés, de 16 años, a quien llaman mucho pero quien también corresponde llamando él. "Yo le digo que me va a hundir económicamente, porque le he llegado a contabilizar llamadas de hora y media, y no te digo nada si es con la chica es especial".

Manel, que ha endosado facturas telefónicas a sus padres de 40.000 pesetas, es una víctima de la política de transparencia de Telefónica: tiene que aguantar el tirón cuando su padre, médico, y para quien el teléfono es un instrumento de trabajo, le canta la factura detallada de las llamadas.

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