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"Un trabajo para las fuerzas de Milosevic"

Ayer, en Belgrado, el recuperado plenipotenciario de Clinton para los Balcanes, Richard Holbrooke, advertía al presidente Slobodan Milosevic, parece que sin mucho éxito, que si no entrega de una vez las cabezas de Radovan Karadzic y su jefe militar, Ratko Mladic, Serbia sufrirá de nuevo las sanciones económicas internacionales que la han colocado al borde del colapso.

Holbrooke, que el año pasado ejerció como fuerza de choque en Washington para poner fin a la guerra en Bosnia, volverá a reunirse hoy con Milosevic y ya sugirió el martes en Sarajevo la disposición de su Gobierno a utilizar a las fuerzas de la OTAN para romper la cuerda de una situación cada vez más insostenible.

Del eventual y envenenado encargo se libraría el almirante Leighton Smith, su jefe supremo en Bosnia, que ha cumplido su mandato y cede aliviado el puesto al también estadounidense Joseph López. La OTAN rindió ayer en Bruselas un tributo de despedida a Leighton Smith y allí, el secretario general, Javier Solana, dijo que "no se descarta ninguna opción" y que "el camino entre La Haya y Pale es cada vez más corto".

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"Si alguien hace finalmente el trabajo", sentencia en Pale el responsable británico de IFOR, "no seremos nosotros, sino las fuerzas especiales serbias al servicio directo del presidente Milosevic, que ya está muy nervioso".

Para muchos serbobosnios, Slobodan Milosevic ha pasado de ser ídolo y guía, cuando impulsó por las armas y financió el sueño expansionista de la Gran Serbia, a vulgar traidor. "Es un comunista, y como cada comunista apoya lo que considera que le sirve en cada momento", se lamenta Milos, un jubilado culto que dejó Sarajevo en febrero. Su mujer, Dusanka, que divide su inquina entre el presidente serbio y las fuerzas de la OTAN, no quiere creer que Karadzic y MIadic puedan ser capturados: "Si quieren detenerlos, si quieren cortar la cabeza de la nación serbia, se encontrarán con nosotros", afirma sin mucha convicción.

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