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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El ahorro de Beteta

En días pasados he leído en su periódico cómo el consejero de Hacienda de la Comunidad de Madrid, Antonio Beteta, se pavoneaba de un plan de ahorro que suponía que se iban a eliminar no sé cuántos millones de gasto corriente. Sin embargo, y como siempre, la realidad es otra muy distinta: tras sesudos estudios, se ha decidido cambiar la imagen corporativa de la Comunidad (que quisiera que alguien me explicara por qué es necesario hacer estas cosas cada vez que cambia el color del partido que gobierna).Ello ya implica, como es fácil imaginar, enormes gastos de sustitución de distintivos, indicadores, etcétera, que me temo que al señor Beteta se le han olvidado al hacer las cuentas del Gran Capitán, porque esto no ahorra.

Pero, por hablar de algo más tangible, entre otras medidas se decide cambiar el membrete del papel oficial, pasando del conocido escudo en la parte superior derecha a un cuadrado con las estrellas situado en la parte superior izquierda del papel. Aparentemente, la cosa no va más allá del capricho o la tontería de cualquier seudoesteta que se pregona gran entendido en materia de identidad. Pero ¿alguien ha calculado cuántos miles de horas de trabajo, de pruebas, de cientos de miles o de millones de pesetas, supone la reprogramación de los cientos de aplicaciones informáticas de la Comunidad que escriben los datos del titular, la identificación del expediente, la unidad administrativa, etcétera, precisamente en la parte superior izquierda del papel oficial? ¿Éste es su ahorro, señor Beteta, o nos va a convencer de que era imprescindible hacer ese cambio?

Por cierto, y para finalizar, no insista en que ha bajado la partida de gastos de representación: cualquiera que haya trabajado en la Administración sabe que sus comidas se pagan con cargo, por ejemplo, a la partida de reuniones y conferencias, y que el café y las cajas de galletas que desayunará en su despacho o los panchitos, patatas y coca-colas de su aperitivo también se pagan con cargo a los gastos de representación. Yo no digo que esté bien o mal -aunque yo la coca-cola me la tengo que pagar de mi bolsillo- pero, por favor, no insulte a mi inteligencia.- .

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